CAPÍTULO 15

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LEA

Cerca de las ocho de la tarde mi salón está repleto de jugadoras del Barça, algunas incluso retiradas como Meli Serrano, también han venido Ingrid, Lucy y Keira, que, aunque no estaban en el partido de marras son parte de mis mejores amigas ahora, y quiero que al igual que las demás se enteren por mí de lo ocurrido.

No me separo de Ona, siento que solo a su lado puedo encontrar el sosiego que necesito en estos momentos. Ella tampoco parece muy por labor de alejarse de mí, es más, es como si estuviese pendiente de todos mis movimientos cuidando de que no me pase nada, es como si quisiera incluso entrar en mi mente y desenredar la maraña que son mis pensamientos.

- ¿Para qué nos has reunido aquí a todas? – pregunta Alexia, puedo ver sus ojos empañarse de preocupación.

- Os tengo que contar algo, hoy he descubierto una cosa y quiero que os enteréis por mí y no cuando salga en la prensa.

Las chicas empiezan a murmurar entre ellas y yo de verdad siento que no puedo volver a contar la historia de nuevo. Tal vez debería haber hecho caso a Mapi y dejar toda esta charla para mañana. Ona nota mi nerviosismo y mis ganas de querer huir, así que toma mi mano entre las suyas intentando transmitirme fuerza, en cierto modo lo consigue.

Cuando todas se quedan por fin en silencio junto todo el coraje que tengo en el cuerpo y empiezo a contar lo que ha pasado hoy. Puedo ver como sus caras van cambiando a medida que avanza la historia, la mayoría son de sorpresa, otras de ira, como las de Mapi, Lucy e Irene, que como sigan apretando la mandíbula se la van a romper. Jana, Ale e Ingrid están llorando, sobre todo las dos primeras, que saben lo mucho me costó recuperarme tanto física como mentalmente de la lesión. Patri y Pina en seguida vienen a abrazarme, no dice nada, solo me esconden entre sus cuerpos permitiéndome llorar de nuevo bajo su protección. Poco a poco todas se van acercando, tanto que terminamos en un abrazo grupal que termina por destruirme y a la par recomponerme si es que eso tiene algún sentido. Todas ellas consiguen que, cada pieza que durante estos cuatro años se ha ido rompiendo, vuelva al lugar donde debía estar.

Terminamos pidiendo sushi para cenar todas juntas en mi apartamento, apenas sí entramos, pero no parece preocuparnos a ninguna. Por lo que resta de noche me olvido de absolutamente todo menos de disfrutar el tiempo con ellas, aprovecho también para escribir a las chicas que ahora están jugando fuera para decirles que, cuando puedan, me llamen, que es muy urgente.

Dejando todo el drama de lado, puede que esta sea una de las noches más memorables de mi vida, pasar tiempo de calidad con la gente a la que quieres es bastante sanador y liberador, todas son unas payasas, en especial Paños, no puedes estar al lado de ella sin estallar en carcajadas. Justo lo que necesitaba hoy. Nos sacamos una foto todas juntas, no sé de quien fui la idea, pero lo hacemos, y terminamos todas subiéndola a nuestras cuentas de Instagram, cada una con un mensaje distinto, pero con el mismo significado. Siempre seremos un equipo, vengan los problemas que vengan nunca estaremos solas, siempre nos tendremos las unas a las otras.

Una a una se van yendo de mi apartamento, demostrándome su apoyo y ofreciéndose a ayudarme con lo que haga falta, Ale fue la última en salir, a excepción de Ona.

- Nena, toda esta situación es una mierda, pero tu eres más fuerte que todo esto ¿estamos? No te dejes caer, ellos no lo merecen.

- Gracias Ale- digo abrazándola.

- No tienes por qué darlas enana.

Nos volvemos a abrazar de camino a la puerta, y nos despedimos por última vez. Tan solo quedamos Ona y yo en el apartamento, y de la nada empiezo a llorar otra vez.

- Ey Lea, no pasa nada, estoy aquí contigo- dice mientras me abraza, mientras las dos nos volvemos a sentar en el sofá.

- Siento que estoy viendo una película, que todo esto no es mi vida, es ficción.

Ella se ríe un poco, tratando de aligerar el ambiente que se había ido poniendo cada vez más tenso.

- Por desgracia todo esto es verdad, pero pronto se solucionarás, ella te ha dicho que va a denunciarlo ante la federación ¿no? Ya verás como entonces todo se soluciona.

- ¿Y si eso no pasa? ¿si no la creen? o si se echa para atrás en el último momento o si...

- Si pasa cualquier otra cosa yo estaré aquí contigo, para hacerlo frente juntas, sea lo que sea. Tú y yo.

No contesto, me acerco a ella hasta que nuestros rostros quedan tan juntos que puedo escuchar el latir de su corazón. Sin pensarlo ni por un segundo hago caso al impulso que me lleva a rozar sus labios con los míos, esperando que Ona me devuelva el beso, pero en lugar de eso se aparta de mí.

- Dios, Pecas, perdona yo no quería... bueno si quería, pero igual tu no y ... Lo siento, lo siento, lo siento, la he cagado yo...

- Lea - Ona se levanta del sofá hasta llegar a mí. ¿En qué momento me he movido tanto? Supongo que han sido los nervios los que me han hecho saltar como un resorte- No pasa nada, tranquila.

- Sí, sí que pasa, yo te he besado y te he puesto en una situación incomoda y ... – hablo tan deprisa que no sé si siquiera me haya entendido.

- Lea, cariño, escúchame por favor- Ona toma mis manos tratando de calmarme y las pasa por su cintura hasta dejarlas a su espalda, haciendo así que la abrace mientras ella acaricia mis mejillas- Yo también quiero esto, no has hecho nada que no lleve tiempo deseando hacer, te lo prometo- ambas nos reímos por la seguridad en sus palabras y en su mirada- Pero creo que hoy no es el momento, tu misma has dicho que tus emociones parecen ir en una montaña rusa, no quiero que hagamos nada de lo que puedas arrepentirte cuando estés más calmada. Por favor no te atormentes con esto, te prometo que yo tengo tantas de probar tus labios como tú los míos, y si hoy hubiera sido un día cualquiera te hubiera seguido ese beso. Pero ahora lo que necesitas es tranquilidad.

Ona descansa su frente en la mía, haciendo que nuestras narices se roncen, y que respiremos el mismo aire.

- ¿Eso significa que te marchas? – digo temiendo escuchar su respuesta.

- ¿Tú quieres que me marche?

- Jamás.

Nos volvemos a abrazar durante varios minutos, disfrutando del tacto de la otra, hasta que decidimos que es momento de irnos a dormir. Me pongo una camiseta vieja de futbol y saco otra para Ona, la verdad es que no suelo utilizar pijamas, solo en invierno, me encantan esos pijamas de peluche que parece que te abrazan. Me acuesto en mi cama deseando que este día acabe, y poder empezar mañana un nuevo día.

Ona se acerca a mi cama para darme las buenas noches y preguntarme donde tengo una manta para el sofá, pretende dormir ahí ya que no tenemos fuerzas de preparar la cama de la que en un días será su habitación.

- Pecas, quédate.

- No me voy a ningún lado Lea, estaré en tu salón- dice con una sonrisa que por primera vez en toda la noche le llega a los ojos.

- No me refiero a eso. Duerme conmigo, tenemos espacio de sobra, y tu mañana entrenas debes descansar bien.

No me contesta, y cuando sale por la puerta pienso que todas mis esperanzas están perdidas, pero a los pocos segundos regresa tras haber apagado todas las luces de la casa. La habitación solo está iluminada por la luz de mi lamparita de noche cuando Ona se acerca hasta mi cama para meterse entre las sábanas. Nos tumbamos abrazadas, sus brazos alrededor de mi cuerpo y mi cabeza descansando en su pecho, llego a escuchar los latidos frenéticos de su corazón. El mío debe estar igual, aunque poquito a poco vamos relajándonos la una contra la otra hasta quedarnos dormidas.

SIN ETIQUETASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora