CAPÍTULO 16

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ONA

Nos despertamos por el sonido del móvil de Lea, quien responde casi sin mirar quién es. Aprovecho a mirar la hora en el despertador de la mesita para comprobar que quedan más o menos cuarenta minutos hasta que suene mi alarma. Lea no se ha levantado de la cama para contestar, por lo que puedo escuchar toda su conversación con Leila, que ahora está jugando en el Mánchester City. Se me parte el alma cada vez que la escucho contar lo que de verdad pasó, pero también puedo notar como hoy lo cuenta mucho más tranquila que ayer, lo cual hace que me sienta orgullosa de ella. La abrazo por la cintura mientras intento volver a quedarme dormida y ella enreda su mano en mi pelo poniéndomelo bastante fácil la verdad, nunca me he sentido así de a gusto con nadie que no sea ella. Desde que nos conocimos cuando éramos una niñas siempre hemos tenido una conexión especial, aunque la verdad es que nunca pensé en ella de una manera romántica, al menos no hasta que me tuve que ir a Inglaterra. Hasta entonces nos habíamos visto a diario, incluso nuestras familias se hicieron intimas de todo el tiempo que pasábamos juntas, mucha gente pensaba que estábamos liadas o algo por el estilo, pero lo cierto es que no me di cuenta de todo lo que sentía por ella hasta que no estuve a kilómetros de distancia.

En cada videollamada que hacíamos me aseguraba a mí misma que solo estaba confusa porque ahora estábamos lejos, e intentábamos aprovechar cada videollamada exprimiéndolas al máximo. Pero un día hablando con Mary Earps, la portera del Manchester United, y una de mis mejores amigas de Inglaterra, me hizo ver que estaba totalmente enamorada de la que toda la vida había sido mi mejor amiga. A veces es cierto eso de que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Cuando volví definitivamente a Barcelona, me juré a mi misma que no haría nada con ella por miedo a que no sintiera lo mismo y jodiera nuestra amistad, pero ayer cuando me besó me di cuenta de que ella estaba igual que yo.

La alarma suena, indicándonos que es hora de ponernos en marcha, mientras Lea se da una ducha rápida y prepara la mochila para el trabajo, yo me encargo de hacer algo de desayunar para que después me pueda llevar a mi casa para cambiarme de ropa y coger lo que necesito para el entreno.

- Buenos días- dice entrando en la cocina con el pelo aún mojado.

- Buenos días, ¿has descansado bien? – pregunto acercándola su desayuno a la pequeña isla de su cocina.

- Sorprendentemente sí, y creo que se debe a ti, muchas gracias por quedarte.

- Encantada de poder ayudarte- paso por su lado y dejo un beso en su mejilla, provocando que se sonroje.

- Cámbiate anda, que en cinco minutos tenemos que estar saliendo por esa puerta si quieres que nos de tiempo a ir a por tus cosas.

- A sus órdenes capitana.

Lea se ríe, podría pasarme el resto de mi vida escuchando su risa, es como la melodía perfecta para cualquier situación.

Llegamos a mi casa, bueno, a casa de mis padres, con tiempo de sobra, así que aparcamos lo más cerca que podemos y subimos a mi casa de toda la vida. Mis padres están desayunando en la cocina cuando abro la puerta, y en cuanto ven que vengo con Lea se levantan corriendo a abrazarla.

- Lea, cariño, cuanto tiempo sin verte- dice mi madre cuando se separa de ella.

- Tienes que venir más seguido- dice mi padre estrechándola entre sus brazos.

- Holaaa, yo también estoy aquí ¿sabéis? – digo haciéndome la indignada, aunque me rio casi según termino de decirlo perdiendo así toda mi veracidad.

- ¿Tú no te tenías que duchar y coger la ropa del entreno? – dice Lea tratando de mediar.

Al caminar hacia el baño escucho como mi madre le pregunta por qué hemos venido juntas, no sé si Lea les contará la verdad o no, y la verdad es que prefiero averiguarlo cuando ya esté cambiada. El agua cayendo por mi cuerpo termina de activarme, la ducha siempre ha sido uno de mis momentos favoritos del día, es el único rato que desconecto por completo del mundo exterior para conectarme conmigo misma.

Al salir del baño salgo con la toalla puesta hasta mi habitación, donde escojo algo de ropa cómoda y preparo la bolsa del entreno. Cuando vuelvo a la cocina mi madre está llorando entre los brazos de Lea y mi padre está mirando por la ventana. No hace falta ser muy listo para saber que se lo ha contado, y como no sé que más hacer me acerco a ella y, como puedo, las abrazo dejando un beso en la cabeza de cada una.

- ¿Nos vamos, Pecas?

- Claro.

Salimos de mi casa sin hablar, y del mismo modo nos montamos en el coche, llegamos a la ciudad deportiva con el tiempo justo, no habíamos contado con el típico atasco matutino, pero parece que no somos las únicas, algunas de las chicas llegan a la vez que nosotras.

- ¿Lista? – pregunto poniendo mi mano sobre su rodilla.

- Todo lo que puedo estarlo.

- ¿Vas a hablar hoy con el club?

- Esa es mi idea sí, espero que puedan hacerme un hueco. Me sentiría fatal si se enteran por la federación o por la prensa.

- Cualquier cosa que necesites me buscas ¿está claro?

Nos despedimos con un abrazo antes de que ella marche rumbo a las oficinas y yo a los vestuarios. Al entrar todas las miradas se fijan en mí, no tienen mucha mejor que cara que yo, la noticia de ayer nos ha golpeado fuerte, solo espero que eso no nos impida dar lo mejor de nosotras en el entrenamiento.

Mapi y Ale me rodean en el túnel camino del campo.

- ¿Cómo está? – pregunta la capitana

- ¿Ha conseguido descansar algo? – esta vez es la rubia quien habla.

- ¿Por qué dais por hecho que he pasado la noche con ella?

Ambas me miran, inclinando su cabeza ligeramente hacia el costado, diciéndome sin hablar que no se creen ni una palabra de las que he dicho.

- Está bien, está bien, he pasado la noche en su casa, y sí ha podido descansar. Parece algo más tranquila que ayer pero no sé...

- Puede romperse en cualquier momento- dice Mapi con cierto tono nostálgico que me dice que ya ha vivido una situación parecida. Supongo que durante la recuperación de Lea, según lo que tengo entendido fue una época bastante dura.

El entrenamiento es duro, bastante físico, aunque me sirve de distracción, consigo olvidar todo lo que pasó ayer y dejar la mente en blanco al menos por unas horas. En cierto momento veo a Lea con el móvil en los banquillos, parece que nos está grabando, y no puedo evitar ir donde Mapi, señalar a Lea y a continuación sonreír las dos a cámara. Bueno, por lo menos hemos conseguido hacer reír a nuestra amiga. Joder, cada día se me hace más complicada verla solo como mi amiga. 

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