CAPÍTULO 23

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LEA

Sabía que este momento iba a llegar, pero pensé que iba a ser yo la que iba a tomar la iniciativa, así que estoy un poco sorprendida, aunque casi prefiero que la conversación haya salido así, de una forma natural.

- A ver, tu sabes que yo soy cantante ¿no?

- Sí, cantas en esos escenarios grandes y la gente te ve.

- Así es, pues bueno esa gente que me ve son algunos de mis fans- digo buscando la manera de redirigir la conversación- Pero no son todos.

- ¿No? Pero si son muchos.

Me rio porque tiene razón, son muchas las personas a las que la música me ha abierto la puerta, pero ahí no empezó mi historia, aunque Noa es la única que conoce. Siento como Ona pone una de sus manos en mi pierna y le da un ligero apretón haciéndome saber que está ahí para mí. Y entonces se me ocurre la forma de seguir.

- ¿Te acuerdas cuando Ona te contó quién era su jugadora favorita?

- Sí, dijo que la llamaban... la llamaban...

- La Diosa- le susurra Ona poniéndose la mano delante de la boca para que mi hermana crea que solo ella misma lo ha escuchado.

- La llamaban La Diosa- dice muy segura de sus palabras haciéndome sonreír.

La mano de Ona no se aleja en ningún de mi pierna y eso en cierto modo me tranquiliza.

- Pues esa jugadora soy yo.

- ¿Tú? Pero ¿tú juegas al futbol? – pregunta inclinando su cabecita hacia un lado.

Entre tanta charla ya habíamos terminado de comer así que me levanto recogiendo los platos antes de seguir hablando. Siento la mirada de Ona en cada uno de mis movimientos intentando analizar los que necesito.

- Yo jugaba al futbol enana, pero en un partido me hice mucho daño y tuve que dejar de jugar- digo volviendo a la mesa con una pieza de fruta para cada una.

Al ver que Noa no puede pelar sola su mandarina Ona le pregunta si necesita ayuda y cuando la niña le dice que sí empieza a pelarle la fruta.

- No lo entiendo- dice mi hermana.

- ¿Qué te parece si terminamos el postre, nos sentamos en el sofá y te lo cuento todo?

- Vale- dice tan risueña como siempre.

Cuando vamos al salón Noa se sienta encima de mí con sus piernas rodeando mi cintura y obliga a Ona a sentarse tan pegada a mí que tiene que pasar un brazo por detrás de mis hombros para que no sea tan incómodo.

- Verás peque, cuando tenía más o menos tus años, a Ona y a mí nos encantaba el futbol, y queríamos jugar en un equipo, así que nuestros padres nos apuntaron al equipo del barrio.

- ¿Jugabais juntas? – pregunta mirando a Ona, que asiente y me mira para que siga hablando.

- Cuanto más entrenábamos y más jugábamos más nos gustaba el futbol, y, al parecer no se nos daba nada mal, así que cuando fuimos un poco más mayores un entrenador del Barça, que nos vio jugar, nos dijo que si queríamos cambiarnos de club.

- ¿En serio? Jo, sí que erais buenas.

- Desde que empezamos a entrenar con el Barça aprendimos un montón, y también conocimos a muchas chicas que les encantaba el futbol como a nosotras. Así que fuimos creciendo y mejorando, tanto con el club, como con la selección.

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