Capítulo 61

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 La noche fuera del bar seguramente era fría. Tanto que podría ver su aliento. No le sorprendía, usualmente las zonas más boscosas de Japón eran más frías que la gran ciudad, más que nada debido a la cantidad de gente. Estaban tan cerca del campo, que incluso con la música y todo el ruido del bar era capaz de escuchar la naturaleza. Era tenue, y tenía que enfocarse mucho, pero lo relajaba. Especialmente cuando era capaz de escuchar su corazón resonando en sus oídos de manera clara.

No importaba que tanto los enterrará, los malditos muertos no podían quedarse enterrados.

—Eres un perro de peleas, ¿no?— Su acento fuerte resonó en su cerebro. La mujer ni siquiera se había dignado a mirarlo, solo mantuvo su mirada perdida en lo que sea que había frente a ella. Tal vez leía los nombres del licor, tal vez analizaba con cuidado los movimientos del bartender. Tal vez no estaba viendo absolutamente nada, ahogándose en un pasado que parecía también haberla perseguido a ella también. Katsuki dudaba querer saber.

—Era.— La corrigió. A pesar de la dicción que utilizó en su pregunta, el chico de cabellos cenizos no lo había tomado de una manera irrespetuosa. Por el contrario. Había sido capaz de escuchar el cansancio detrás de su voz. No parecía intentar hacerle burla ni mucho menos. La escucho reír por debajo de su aliento ante su respuesta, y observo como tomaba su bebida de un solo trago. Mala idea, pensó Katsuki, pero la verdad es que justo en ese momento deseaba que su bebida tuviera alcohol. —Pero no son tus putos asuntos.— Su voz era ronca, gruñendo por debajo de manera gutural. No sabía en realidad por qué se ponía a la defensiva, pero prefería ser un poco precavido, especialmente ante alguien capaz de ver a través de él con solo verlo por el rabillo del ojo.

Se preguntó por un segundo si así se escuchaba hace tan solo algunos años. Se preguntó si estaba enfrentándose a su pasado, justo ahí. Se preguntó si ese aire de miseria y soledad lo acompañaba a él también. Lo que fue una noche de tranquilidad con su pareja había dado un gran giro de eventos y no sabía cómo sentirse al respecto. No le gustaba la manera en que su corazón se estrujaba por una desconocida.

Esa chica no le agradaba. No tenía nada que ver con ella, realmente. Era lo que representaba. La manera en que ella le recordaba cosas que prefería mantener seis metros bajo tierra, o volando en el viento finalmente libres, como todos sus otros errores.

—Eres afortunado— Soltó. Levantó su mano para avisar al bartender que necesitaba otro trago, y suspiro pesadamente cuando Shoji le dio otro vaso. La miró con el rabillo del ojo, la manera en la que cerró los ojos y olfateó con cautela el alcohol que le acababan de dar. Sus manos, con tantas cicatrices como las de él, temblaban con sutileza. Una de ellas jugaba con su bebida, y recargaba su barbilla en la otra.

Katsuki no respondió. Era afortunado, y no le mentiría a nadie al respecto. Si que era afortunado. Se había ganado la lotería, y lo sabía perfectamente.

—Sólo quería saber,— La chica hizo una pausa, y tomó un respiro suave. Parecía no saber cómo preguntarle. —Queria saber si alguna vez se termina...—

Finalmente, el rubio cenizo se dignó a mirarla, pues hasta este punto habían estado hablando sin siquiera verse las caras. La mujer repitió el gesto de manera lenta, mirándolo a los ojos. Los ojos de Katsuki eran carmines, tales como el fuego ardiente de la guerra. Los ojos de esa chica eran oscuros, tales como la obsidiana usada para matar. Tenía tres cicatrices en el contorno de su mandíbula que recorrían hasta su cuello. Se veían viejas. Era una verdadera pena. Una cicatriz como esa te mancha de por vida. Sus orejas esponjosas eran más grandes que las de él, y mucho más puntiagudas. Olía a madera quemada, tierra mojada y pino de montaña.

Claramente, la pregunta que le había hecho no era realmente explícita, por lo que Katsuki alzó una ceja. No estaba confundido, más quería asegurarse de que hablaba de lo que él creía.

—La guerra— Aclaró, como si esa corta frase significará algo. Pero para ambos, suponía, significaba exactamente la misma cosa. Mierda. Claramente significaba la misma jodida cosa para ambos. La guerra.

—Si, se terminó.— De la misma manera, Katsuki jugó levemente con su bebida. No soportaba la idea de ver a esa desconocida a los ojos. No cuando ella parecía tan perdida.

¿Cuándo terminó la guerra? La verdad es que no lo recordaba. ¿Realmente había terminado? Digo, ¿cómo puedes saberlo? ¿Cómo puedes saber si la guerra se ha terminado cuando ningún bando levanta la bandera blanca? ¿Siquiera había terminado para él? Tal vez estaba mintiendo. Tal vez la guerra nunca había terminado. Dejó la bebida en la barra, y jugó con el anillo en su dedo. "Aquí".

Las manos de la joven recorrían su espalda con sutileza. La yema de sus dedos tocándolo con gentileza. Sus rosados labios besando su cuello con amabilidad. Sus manos jugando con su cabello con ternura. Sus piernas entrelazadas cuando dormían juntos.

La guerra se había acabado cuando dejó de gritar por las pesadillas. La guerra se había acabado en el momento en que salió de ese jodido ring...

—Se terminó hace mucho tiempo— Reitero, esta vez sonriendo contra su copa de vidrio, tomando un trago a la bebida. Era dulce y sabía a moras con menta. Era jodidamente deliciosa.

—¿Dejó de doler?— Cuestionó. —¿Dejara de doler?— No sabía que había detrás de esas palabras, pero sabía exactamente cómo se sentía. El nudo en la garganta. Un corazón que apenas parecía querer palpitar. Unos pulmones que parecían hacerse más chicos a cada segundo.

—Joder, haces muchas preguntas— Gruño. —La guerra se terminó, pero hay heridas frescas aún.— Una de las esponjosas orejas de la joven se alzó, supuso que (Nombre) finalmente volvía del baño. —De vez en cuando siento que nunca sanaran, que hay un jodido mal nacido poniendo sal en la herida y duele tanto que a penas puedo respirar...— Sintió finalmente las manos de su pareja en su espalda, parándose a su lado para unirse de manera sutil a la conversación. —Y otras noches me siento un bastardo libre— Antes de continuar se levantó de su silla, dejando que su novia se sentara con toda la calma del mundo, antes de comenzar a quitarle las zapatillas para intercambiarlas con sus zapatos, quedando él en calcetines.

La mujer soltó una risotada, entretenida con la imagen. Parecía satisfecha con la respuesta.

Antes de que pudieran continuar con su conversación, la puerta del bar se abrió de par en par. El movimiento brusco, sumado con el tintinear de una campana hizo que ambos híbridos voltearán a observar quien había llegado.

La mujer sonrió tenuemente al ver a aquel híbrido entrar. Parecía molesto y preocupado. Su cabello rizado estaba alborotado, y sus ojos esmeralda analizaron el lugar con rapidez mientras sus puntiagudas orejas se alzaban. Su cara era extrañamente familiar.

—¡Okami!— Reclamo, acercándose a pasos pesados. —Te pedí que no fueras por ahí.— Sonaba irritado, mas la mujer, esa extraña que se notaba tan miserable tan solo unos minutos atrás, parecía sutilmente divertida con la escena. Parecía tranquila, por primera vez en todos esos minutos. —Disculpen la intromisión— Continuó el chico, esta vez dirigiendo su mirada a Katsuki y (Nombre), levemente apenado, pero cuando sus orbes esmeralda llegaron hasta el rubio, sus orejas puntiagudas se alzaron por encima de su cabello.

—¿Bakugo?—

El rubio alzó la mirada, completamente confundido.

—No sé si me recuerdas. Éramos vecinos.— El chico ahora sonreía, y extendió una de sus manos. —Midoriya Izuku. Solías llamarme Deku, el híbrido falso.—



¡Hola! Sé lo que piensan, "¿dos capítulos uno después de otro? ¡Geno! ¿Qué mierda?" No se acostumbren, tengo vacaciones y realmente extraño esta historia. Realmente quiero que termine. No, Okami no es una rival en el amor, es más una manera de unir dos historias (aunque todavia no publico una de ellas, pero preparense que se viene la historia del brocoli).

Gracias por leer, espero verlas pronto, otra vez.

1365 Palabras

Híbrido!  Katsuki Bakugou x tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora