Capítulo 40

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Había pasado una semana. Una semana entera desde que ambos jóvenes se habían separado entre sollozos y lágrimas. Mitsuki recuerda con una claridad abrumadora como su hijo había vuelto de aquel pequeño tour que les había preparado.

Estaba empapado hasta los zapatos. Temblaba como si fuera una gelatina y lloraba incesantemente, pero ningún quejido o sollozo se había escapado de sus labios ese día. La mujer preguntó qué había pasado, y su joven sucesor simplemente alzó la mirada del suelo por un par de segundos, negó con la cabeza, cerró la puerta detrás suyo con él pie, y comenzó a avanzar hacia la habitación de invitados la cual compartía con su, ahora, ex-novia.

La chica no había vuelto ni siquiera por su ropa, y eso le alegraba de cierta manera al rubio cenizo. Estaba aliviado de que aquel olor tan característico de la chica siguiera impregnado por cada centímetro de la habitación. Era encantador, pero al mismo tiempo más doloroso de lo que recordaba.

Él joven se encerró durante toda la semana en aquel oscuro y deprimente cuarto, en él que alguna vez la joven le había demostrado cuánto lo amaba... Pero eso no significaba una mierda ahora. Esas palabras dulces a su oído eran nada más que desgraciadas y miserables mentiras que le habían dicho solamente porque la joven era lo suficientemente cruel para jugar con él.

¿A qué diablos quería llegar con aquellas encantadoras mentiras que había susurrado en su oído? Ni siquiera él tenía él corazón o la mente para saberlo, porque nadie era lo suficientemente retorcido para jugar con alguien roto de aquella manera... Nadie más que la chica de ojos zafiros que se había robado su corazón.

Ojos zafiro... Aún tenía la mirada de aquellos ojos zafiro incrustados en la mente.

Mientras él pobre chico de razas mixtas se lamentaba en la oscuridad, sus padres no podían evitar idear un plan para sacarlo finalmente de la cama.

Los sutiles golpes de los nudillos de la mujer impactando contra la vieja madera de la puerta sacaron al chico de sus pensamientos por un par de segundos, pero poco le importó. No quería escuchar. No estaba de humor ni siquiera para ver a sus propios padres, aquellos a los que había buscado por años. Simplemente no quería ver la razón por la que la joven se había ido.

—¿Pulguita del mal?— Preguntó la mujer al otro lado de la puerta, abriéndola con lentitud. Su voz, calmada y levemente rasposa hizo que él chico se llenara de rabia. No quería saber qué le dirían, porque estaba seguro que hablarían acerca de olvidar a la joven y él no quería eso. Ella había sido la primera que, aunque haya sido entre mentiras, creyó en él. Le mostró él mundo a su alrededor. Le mostró un poco de compasión. Le mostró que él valía aunque sea un poco. Le dio libertad... Él nunca podría olvidar eso.

La única luz que había en aquella habitación era la del teléfono móvil del chico, quien pasaba su dedo por esta, deteniéndose en cada una de las encantadoras fotos que tenía de la chica mientras comía helado de fresa. Cada fotografía lo hacía sonreír, pero las lágrimas secas en sus mejillas mostraban exactamente lo contrario. Era evidente que el chico aun seguía de luto por como (Nombre) lo había abandonado.

—Vayanse a la mierda— Murmuró casi sin voz.

La mujer abrió por completo la puerta, dejando que la luz del pasillo entrará hasta la habitación. Masaru tenía un poco de sushi picante en las manos, en esperanza de que su hijo por lo menos estuviera de humor para eso. Era la única ofrenda de paz en la cual podía pensar.

—Queremos hablar.—

—Puta mierda, ¡¿NO ME PUEDEN ENTENDER?! ¡QUIERO ESTAR SOLO!— Gritó el chico, sin importarle si aquellas palabras eran demasiado fuertes o hirientes. Le dolía mucho, y por eso no le importaba nada más. Le dolía tanto que no podía pensar en otra cosa. Sabía que se estaba torturando al ver las fotos de la joven, pero no sabía qué más hacer.

—No es verdad— Hablo la mujer, rodeando a su cachorro entre sus brazos. El chico frunció el ceño, e intentó zafarse del fuerte agarre de su madre, pero al notar con claridad cómo la mujer se rehusaba a apartarse, aquel ceño fruncido cambió completamente. Sus ojos se entrecerrarón, llenándose rápidamente de lágrimas, mientras apretaba su mandíbula lleno de dolor. Dolia. Dolía tanto que no podía pensar con claridad, pero al sentir la calidez de su madre envolviendolo pudo volver al mundo real.

Devolvió el abrazo, y lloró en el hombro de la mujer. Lloro y lloro hasta que sus lágrimas se terminaron. Lloro hasta que la luna se puso. Y cuando finalmente terminó estaba tan exhausto y dolía tanto su cabeza, que comenzó a comer de mala gana lo que su padre le había preparado para relajarse un poco.

[...]

—He escuchado que cuando una persona rompe, siempre es bueno pensar en las cosas que no podías hacer a su lado, para notar que clase de relacion tenian.— Dijo Mitsuki, quien estaba sentada en la cama junto a su hijo, tomando con delicadeza su mano e intentando darle un poco de seguridad. —¿Ella no te restringía algo? ¿Había algo que no te gustara de ella? ¿Alguna cosa que haya hecho que no te haya gustado?—

Ante todas estas preguntas el chico solo respondió negando con la cabeza.

—Pero no todo puede ser bueno, cachorro.— Dijo la mujer, relajando un poco su ceño y mirando al contrario a los ojos.

—No, no todo era bueno... Todo era fantástico, mamá.— Él pobre chico hizo aquellos ojos de cachorrito que solía hacer cuando estaba desesperado, recordandole a Mitsuki por un segundo aquellos años en los cuales Katsuki era nada más que un pequeño cachorro temeroso. Era como aquel día, la primera vez que Katsuki había escuchado su primera tormenta, haciendo que la mujer, no solo se pusiera melancólica, sino que también entendiera la desesperación que tenía su hijo por volver con aquella chica que lo había abandonado.

Katsuki volvió a abrazar a su madre, y, aunque ya no tenía más lágrimas que derramar, aquel nudo en su garganta y su voz rota hacía claro que, si pudiera, continuaría llorando por su pérdida.

—Todo era increíble. Ella estaba ahí para mí, y yo estaba ahí para ella. ¿por qué se fue? ¿Qué hice mal? Pensé que todo estaba perfecto... Y--Yo--—Comenzó él chico, pero la mujer sonrió. Eso sonaba extrañamente familiar. Había escuchado eso de alguien más.

—No hiciste nada mal, cariño. Todo lo hiciste fantástico. Ella te amaba tanto que tuvo que mentir.—

—Claro que mintió, mamá. Mírame. Mira que maldita mierda dejó atrás, claramente tuvo que mentir porque ninguna puta persona cuerda podría amarme.—

La mujer suspiro ante el pesimismo de su hijo, y miró a Masaru sobre el hombro, intentando comunicar sin palabras qué era lo que tenían que decir.

—Cachorro, déjanos contarte una historia— Dijo él hombre, haciendo que el joven volteará su rostro para ver al hombre mayor. ¿Qué podrían decirle ahora?  



Espero les haya gustado, gracias por leer. Veré si luego en este día público el siguiente, o si simplemente espero hasta la próxima semana para verlas sufrir, no lo sé. Luego averiguaré. 

¡Suerte!

Híbrido!  Katsuki Bakugou x tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora