Capitulo 56

982 70 55
                                    

Nunca había creído en el destino. La simple idea de lazos rojos que conectaban con otros, o estrellas fugaces que trazaban un sendero, astros alineándose para indicar un evento... Nada de eso sonaba real. Ninguna estrella o lazo podría guiar a una persona a través de un camino escarpado, lleno de curvas y obstáculos, confuso, irregular, y sin rumbo, pero con un final conciso. Tal vez sea satisfactorio, o tal vez habrá atravesado tormentas, colinas, montañas y mares únicamente para llegar a ningún lado y sentirse arrepentido y vacío al final.

Posiblemente, su aversión a dicho término era causado por el miedo de que todo ya esté marcado y nadie tenga opciones. El miedo de que al final, sin importar qué, todo siempre terminará de la misma manera.

Pero, (Nombre) sabía algo con exactitud: Si el destino era real, entonces estaba agradecida con esos hilos rojos, y esas estrellas fugaces, esos deseos de niña, ese universo conocedor, amable y gentil que la había llevado a ese momento.

Él estaba sentado en el futon, dándole la espalda, viendo hacia la luna a través de la ventana, (Nombre), por otro lado, estaba tranquila, mirando la amplia espalda del contrario, la manera en que esta se hacía más grande con cada inhalación profunda, la manera en que temblaba con gentileza debido al frío, los pequeños tics de sus orejas puntiagudas y esponjosas hundidas en su rebelde cabello, y la manera en que olfateaba sutilmente el ambiente.

Entonces, ahí estaba ella, uniéndose a esa imagen de calma, abrazando al chico por su espalda, dejando que sus manos recorrieran sutilmente por encima de sus hombros, intentando ser delicada al tacto, generando que el contrario tomará un gran respiro.

Era extraño. Para él era extraño. El tacto delicado, tranquilo y cálido de la rubia, recorriendo con anhelo su espalda era extraño, porque podía sentir muy dentro de su pecho la duda, pero al mismo tiempo, la seguridad. Era como si sus inseguridades se adormecieran de a poco, antes de desaparecer. Era como un tranquilizante.

Entonces, las mariposas que sintió alguna vez revivieron, y se quedaron con él.

Muchos libros de amor les mentirán. Dirían que en cada momento sentirán mariposas. Que en cada momento se desbordaran de amor y cariño. La realidad no es así. Amor no siempre son mariposas, sonrisas y flores. Amor era poder sentir las caricias de la joven en cualquier parte de su espalda sin pegar un pequeño brinco. Amor era ser capaz de dormir a su lado sin tener una oreja alzada en espera de peligro. Amor era calmarse con el simple y familiar aroma de la joven en la habitación. Amor era mover su cola cada vez que la joven se acercaba a él sonriendo, incluso cuando quisiera hacerse el digno.

Entonces, (no sabe cómo, ni cuándo) ambos ya se veían a los ojos. Los brillantes ojos zafiro de la chica, esos que representaban calma y tranquilidad, como un océano iluminado por la luz de la luna y las estrellas, se encontraron con los orbes carmín brillantes del contrario, esos que mostraban llamas e ira, como un bosque en llamas en medio de una noche de sequía.

¿Quieren saber qué pasa cuando combinas agua y fuego?

Bueno, se crea vapor.

Mucho, mucho vapor.

Vapor que debía de salir de alguna manera.

Katsuki decidió que era, nuevamente, momento de probar los labios de la chica. (Nombre), quien vino preparada y con los deseos impuros de hacer este acto desde un inicio, se regocijó al sentir el sabor metálico en sus labios, sabiendo que lo que el rubio cenizo lograría saborear sería su brillo labial sabor frutos salvajes.

Entonces, los besos del rubio dieron otra dirección.

Beso la mejilla de la joven con calma, tomándose su tiempo, mostrándole a la contraria que tan gentil podría ser si se lo propusiera. Luego la quijada. Luego la parte posterior de la cara. Luego el cuello. Dios, cuando el chico llegó al suave y sensible cuello de (Nombre), la pobre no pudo evitar soltar el suspiro más extasiado de su existencia. Claramente estaba apenada debido a ello, era un gran golpe a su orgullo, pero, el simple tacto tan coqueto, juguetón y excitante del chico había hecho que la joven viera las estrellas por unos milisegundos. Su cuerpo se movía con anhelo, cada vez acercando su delicada espalda aún más al futón debajo de ellos, esperando más. Claramente, Katsuki, alegremente, le concedió tal capricho, succionando la dulce piel de la chica, haciendo su mejor esfuerzo para no dejar ninguna marca. Eso hasta que su pequeño y excitante juego bajó hasta la clavícula de la (Nombre). Ahí el rubio cenizo ni siquiera pensó en contenerse. Marcas por aquí y por allá, tentadoras mordidas y placenteros besos calmados, los cuales únicamente hacían que el cuerpo de nuestra querida protagonista hirviera.

Híbrido!  Katsuki Bakugou x tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora