Capítulo 34

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La mujer miró al chico de pies a cabeza, estudiando con detenimiento cada pequeño rasgo que podría darle cualquier toque de individualidad. Miró con claridad y asombro su rebelde cabello rubio cenizo, luego sus imponentes ojos rubí, y finalmente su ceño fruncido el cual haría a cualquier otra persona retroceder. Era su hijo. No había duda alguna. Tenía sus mismos ojos, su cabello, incluso su tono de piel. Tenía esa mirada feroz que alguna vez la había acompañado a ella cuando era joven.

Era la viva imagen de aquel pequeño cachorro que solía mimar hace tantos años, solo que, esta vez, era mucho más grande y maduro. Ya no era un pequeño renacuajo, ahora sin duda alguna se había vuelto el sapo más feo del pantano. El era Katsuki Bakugo, el primer y único cachorro que logró concebir, ya que no podía vivir con la idea de tener otro hijo y que nuevamente fuera arrebatado de sus brazos. Que nuevamente lo arrebatarán de su lado para dejarlo morir en peleas callejeras de híbridos.

Mientras la mujer recordaba con detenimiento cómo había sido todo antes, el chico frente a ella se limitaba a estudiar detenidamente a la señora. Se veían iguales. Como dice aquel anticuado refrán: de tal palo tal astilla. Era como verse en un espejo, solo que en mujer, y, evidentemente, mucho más mayor.

Podía olfatear fácilmente aquel olor tan característico a café de olla que lo había acompañado toda su niñez. Odiaba el café. Podía recordar que, una vez, su madre le dio a probar un sorbo de aquel líquido oscuro. Era tan amargo que había hecho una mueca de asco y sacado la lengua lleno de disgusto, la mujer rió y decidió intentar prepararlo de otra manera solamente para mostrarle a su pequeño niño las maravillas de aquella bebida. Le había hecho café con leche y azúcar. Al pequeño le había gustado tanto que le pregunto cómo hacerlo.

Ahora las cosas eran diferentes. Su sentido del gusto estaba tan impaciente por probar algo nuevo fuera de aquella jaula, que la primera vez que su (Nombre) le dió café negro tomo hasta la ultima gota de un solo trago. Recordaba estar asombrado por que tan bien sabía, por aquella dulzura y amargura tan diferente a la sopa de tomate que le daban cada día.

Sus orejas puntiagudas se alzaron en cuanto logró escuchar un lápiz de grafito rayoneándo una hoja de papel con calma. Ese sonido era tan familiar. Lo conocía tan bien que incluso pudo recordar por un segundo como, cuando apenas era un cachorro, se acercaba al escritorio de su padre y miraba al hombre frunciendo levemente el ceño, esperando que le mostrará el nuevo diseño. Masaru lo miraba de vuelta y sonreía de manera paternal, le dejaba sentarse en una de sus piernas para que viera el proceso creativo de diseñar una prenda de ropa.

Ahora, cada vez que escuchaba un lápiz de grafito lo único que se le venía a la mente era (Nombre). Siempre se escuchaba ese mismo sonido en la época de exámenes. No podía creer cuántas cosas había olvidado. No podía creer cómo había podido olvidar casi todo lo bueno de su vida. Siempre que intentaba recordar el pasado tenía pesadillas por meses. Solo recordaba su lúgubre vida como peleador. ¿Por qué nunca recordaba su alegre y cómoda vida cuando era tan solo un pequeño? ¿Por qué no podía recordar con tanta claridad cuando era un niño feliz?

Era aún peor ahora, ya que no sabía con claridad si la mujer frente a él era su madre. Digo, lo era, era evidente, pero aun no podía creerlo. No podía creer que había sido tan fácil encontrarlos. Pero... Si había sido tan fácil dar con su paradero, ¿cómo podía ser que ella nunca lo hubiese encontrado a él? ¿Acaso lo había buscado tan siquiera?

Ninguno de los dos sabía qué hacer. Digo, mierda, no te reúnes con tu hijo muerto todos los días, ¿Cierto?

Habían pocas veces en las que aquel chico tan imponente y amenazante no sabía qué hacer. Habían pocas veces en las que tenía tantas ganas de lloriquear como si apenas fuera un cachorro. Pocas veces en las que había visto a su madre llorar. Pocas veces en las que no tenía la confianza de hacer lo que se le pegara la gana. Esta era una de esas minorías, en las que todo se juntaba en su espalda y comenzaba a aniquilarlo por dentro. Era una de esas veces en las que todas las emociones en su pecho comenzaban a desbordarse y no había manera de detenerlas.

No sabia como reaccionar al ver a su progenitora después de tanto tiempo, pero lo que si sabia es que, por la manera en que (Nombre) tomaba su mano y reforzaba el agarre, habían encontrado a la persona correcta, y estaba en todo su derecho de llorar y sollozar hasta que su garganta se rasgara y sus lagrimas se terminaran.

No supo en qué momento se había alejado de su pareja para abrazar posesivamente a la señora, llorando en su hombro y sintiendo de igual manera como las lágrimas de la mujer caían en su espalda.

No supo en qué momento llegó su padre para unirse a aquel conmovedor abrazo, todo lo que pudo saber es que sus ojos aún seguían dejando salir lágrimas de alegría, euforia, rabia, tristeza, alivio y melancolía, porque lo que tenía frente a él era todo lo que alguna vez deseó encontrar. Porque lo que tenía ahora en sus brazos era nada más que aquel anhelo que lo había estado persiguiendo durante años y años.

Deseó por un segundo que aquel cálido y reconfortante abrazo durara una eternidad, pero prontamente fue sacado de sus pensamientos cuando fue ayudado a levantarse por la mujer que ama.

Los minutos habían pasado. Katsuki ni siquiera podía recordar cuando fueron invitados a pasar, ni cuando su progenitora había comenzado a hacer té para recibirlos. Todo estaba tan borroso en ese momento, pero el cálido y agradable tacto de (Nombre) lo mantenía en la realidad. Le hacía recordar que ella estaba ahí con él. Le hacía recordar que no estaba yendo por esto sólo, y eso calmaba su ansiedad.

Los orbes rubí del chico se dirigieron con rapidez a la salida de la cocina, mientras que sus puntiagudas orejas se alzaron con rapidez en la dirección de la puerta al escuchar como las tazas eran traídas por la mujer mayor, de igual manera, (Nombre) había volteado a ver a la mujer.

Todos estaban bastante apenados, seguramente porque lo único que hicieron al llegar fue llorar y llorar hasta que sus ojos se hincharán y sus narices se pusieran rojas, pero todos necesitaban respuestas, y seguir llorando sería una completa pérdida de tiempo. Querían saber.

Katsuki necesitaba saber por qué nunca lo habían encontrado. Necesitaba saber si siquiera lo habían buscado, pero simplemente no podía encontrar las palabras. No podía encontrar la suficiente voz para hacer cualquier sonido, y la mujer mayor frente a él lo noto con facilidad. Ni su hijo, ni su marido, ni la chica sabían que decir, por lo que la gran responsabilidad caía en sus hombros.

—Dios santo, renacuajo.—Comenzó la mujer, limpiando con el pulgar las lágrimas de sus mejillas, e intentando controlar el tono de su voz. Intentando no llorar de nuevo. —¡Mírate! Mira que grande eres y que tan feo te pusiste.— Mitsuki le dio una de las tazas de té a su marido, mientras tomaba con firmeza la otra mano disponible, intentando reconfortar al hombre (Quien seguía llorando). Lloraba tanto que parecía que iba a inundar la habitación de lágrimas.

Katsuki sonrió al notar este pequeño gesto. ¡¿Pero qué mierda?! Aún no les decía ni una milésima parte de lo que quería decirles y ya quería llorar otra vez. Quería llorar ante simplemente mirar como su madre y su padre se seguían amando, quería llorar ante el simple pensamiento de que estaba frente a esas personas que lo habían criado, pero al sentir como la mano de (Nombre) tomaba con firmeza la suya logró contenerse. El chico tomó un respiro. Antes de empezar con cualquier estupidez, quería hablar de su mayor orgullo: tú.

—Esta es mi novia, Kirishima (Nombre).—Dijo el rubio, apuntando con su mano a la chica a su lado. Claramente (Nombre) sonrió levemente incómoda. Estaba ansiosa por conocer a sus suegros. Estaba ansiosa por tener atención en un momento que se veía tan personal para su híbrido. Simplemente deseaba que Katsuki hablara con sus padres de todo lo que vivió. De todo lo que él era ahora. No de ella. Claramente, Katsuki tenía otras prioridades en mente. —Ella me ayudo a encontrarlos.— Ante estas palabras, la atención de ambos adultos se dirigió a ella. Katsuki no recordaba mucho de su madre, pero algo dentro de él le decía que nunca había sonreído tan radiantemente como lo hizo esta vez.

—No sé qué brujería le hayas hecho renacuajo, pero si dejas que se vaya te aniquilaré— Dijo la mujer, quien nuevamente comenzaba a tener lágrimas a los costados de sus cansados ojos.

Ahora ya no había duda alguna. Ella era su madre. 


Hola. Estoy de vuelta, ¿me extrañaron? Pfft, ¿a quién engaño? ¡Claro que me extrañaron! Sin mí no existiría este tremendo pedazo de literatura, ¿no? Para la desgracia de todos, este viaje esta a punto de terminar, así que mejor preparen sus pañuelos. 

¡Espero que les haya gustado, gracias por leer!   

1596 palabras, casi 600 más para compensar un poco la espera, ¿no les encanta que tan benevolente soy?

Híbrido!  Katsuki Bakugou x tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora