Capítulo 3

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—¡MALDITOS, ALÉJENSE!— La voz del chico, grave y rasgada, hizo un eco en los oídos de todos los presentes, quienes evidentemente estaban bastante alarmados por como el mitad pomeranian había reaccionado ante el tratamiento de sus heridas. Para ser específicos, estaba parado en la cama, mostrando sus garras y colmillos mientras los miraba desde uno de los rincones de la habitación, amenazándolos para que se alejen de él. Era evidente que no solamente estaba nervioso, sino que se sentía amenazado y ansioso debido a como los otros dos híbridos tenían agujas y navajas en sus manos, las cuales, aunque utilizadas para el beneficio de los híbridos, seguían siendo una posible arma que podría ser utilizada en su contra.

Mientras los orbes verdes y rojos de cada híbrido lo veían expectantes, el chico parado en la cama estaba intentando concentrarse en ver correctamente a las personas frente a él, agitando la cabeza de un lado a otro cada cierto tiempo en un intento inútil de que su vista se aclarara. La sangre en su cuerpo podía ser un poco más de la que lo ponía en un riesgo real, pero de cualquier manera, aún le faltaba un litro de sangre, por lo menos, para dejarlo moverse con tanta libertad.

Para Katsuki, estar así de angustiado debido a dos nuevos híbridos era normal. Era una de las respuestas más racionales ante híbridos que lo superaran en número y tienen armas en sus manos. Simplemente lo ponían tan alerta que cada cabello de su cuerpo estaba crispado y sus colmillos eran expuestos sin pudor alguno. Si no bajaban sus armas debería de hacer lo único que sabía hacer: defenderse con garras y colmillos.

No podía sacarse de la mente ese olor que anteriormente lo había calmado tanto. Quería saber por qué no existía en aquella habitación. Quería saber por qué cualquier olor estaba opacado por aquella peste a humedad, plumas, sangre, ansiedad y miedo los cuales le revolvían el estómago.

Lo último que recordaba eran garras. Con estragos se clavaban en su piel y abrían su carne hasta que aquel líquido comenzó a salir. El olor de euforia de las personas fuera del ring se desvaneció casi al instante, ya que, como era normal, la mayoría había apostado por él: el pomeranian de peleas invicto por más de ocho años. Luego de eso, cerró sus ojos. Las llantas de una camioneta iban a toda velocidad, una puerta se abrió, y luego un golpe en su espalda. Espero ahí, sin poder abrir sus ojos. Escuchaba una gota o dos. Su sonido rítmico era casi relajante, pero el olor de ese lugar era detestable. Finalmente, el olor a vainilla, y una voz melódica haciendo eco. Después de eso no había nada más que recordar. Aquí no había ninguna voz perfecta que le diera calma, ni ningún olor agradable en el cual enfocarse solo dos estúpidos insertando agujas por todo su cuerpo como si fuera un vegetal. Eso era todo lo que había.

La cama debajo de sus pies, aunque agradable al acostarse, le estaba causando estragos para mantenerse de pie. Era simplemente un dolor en el trasero mantenerse firme en una superficie que no era firme. El pomeranian volvió a subir su vista de la cama, para nuevamente ver a los dos híbridos frente a él.

—¡SI ME TOCAN UN PELO SE MUEREN, ¿ESCUCHAN MIERDECILLAS?!— Volvió a gritar el.

Por otro lado, mientras esta escena pasaba en el cuarto de la chica, (Nombre) suspiraba llena de resignación. Cuando finalmente se había sentado para lograr relajarse un poco esos malditos alaridos comenzaron a resonar por todo el departamento. "¿Acaso es mucho pedir un día de paz, dios?" Pensó mirando al cielo mientras se levantaba del sofá. Evidentemente, la respuesta a esa pregunta es "Si". Me gusta causar caos. Me gusta arrebatar calma justo cuando la obtienen. De cualquier manera, la chica levantó su cansado trasero de su sillón, y lista para ir a la zona de guerra que era ahora su habitación abrió aquella puerta. Tomando una buena bocanada de aire, se preparó mentalmente para escuchar los gritos de todos dentro de aquella habitación.

Ella entró por la puerta con calma, y, rápidamente, sus ojos se clavaron en la mancha roja que había en su colchón y en sus sábanas. Ese carmesí tan brillante y al mismo tiempo opaco. Seguido de eso, el olor a sangre hizo que la joven arrugara levemente la nariz con disgusto. No había tiempo para pensar en eso.

Híbrido!  Katsuki Bakugou x tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora