• Pideme perdón

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Nos adentramos en su oficina y con confusión camine con mis brazos cruzados hacia un sofá que tenía.

- ¿Qué pasa? - preguntó y podía percibir su pregunta un tanto nerviosa.

Di media vuelta y lo vi directo a los ojos, entrecerrandolos un poco.

- Eres muy raro. - dije sin miedo a lo que pudiera desatar.

Para mí buena suerte no se lo tomó a mal.

- ¿Raro? ¿A que te refieres? - preguntó mientras se quitaba su saco para después colocarlo en un perchero de madera.

- Si, hace minutos parecía que me querías seguir torturando y ahora actúas como si nada.

- ¿Quien dijo que aún no quiero hacerlo? - empezó a doblar sus mangas sin dejar de verme.

- No, es que no me entiendes. - dije.

- Tal vez no, explícame. - respondió.

- Bien. - suspiré. - Dejando un poco lo de hoy... Anteriormente haz actuado como si entre nosotros hubiera algo...

- ¿Y no es así? ¿No cerramos contrato bajo palabra?

- Déjame terminar. - lo señale con mi dedo índice.

- Uy. - soltó una sonrisa de lado y alzó sus manos como en son de paz.

Camino hacía su escritorio y recargó su trasero en la orilla de este, prestándome atención mientras se cruzaba de brazos.

- Me confundes porque actúas como si esto no se tratara de un simple contrato, es como si tuviéramos una relación...

- ¿Y no la tenemos? - interrumpió mientras arqueaba su ceja.

- ¡Me refiero a relación sentimental! ¡Sentimental Namjoon! ¡A tener algo formal! - dije desesperada al ver que no me iba a dejar expresarme bien.

Quedó en silencio y vi como tragaba saliva grueso.

- Me celas como si fueras mi pareja, hace unos momentos me presentaste como tú mujer, me tomaste de la mano y me haz dicho cariño ¡Y no me digas que son ideas mías! - lo señale con mi dedo índice.

La oficina se inundó de un fuerte suspiro por su parte.

- Ven aquí. - me extendió sus brazos.

Empecé a caminar hacia él... Creo que mi corazón estaba por salir de mi pecho, raro...

Llegue a él y me atrapó entre sus brazos, llevando sus labios a los míos para así besarme por pocos segundos, sintiendo sus esponjosos labios y cómo recorría por todo mi cuerpo una corriente eléctrica, podía sentir las famosas mariposas en el estómago, algo que jamás había sentido con él o al menos no como ahora.

Sus labios se apartaron y me vio fijamente a los ojos para así juntar nuestras frentes.

- A mi me encantan las mujeres, todas, no solo tú.- susurró para después apartar su frente de la mía.

Me quedé helada por segundos pero luego solté una sonrisa de molestia, llevando mis manos a mi cintura para quitar sus manos.

- Si, ya veo. - dije para después raspar mi garganta y acomodar mi vestimenta, acto para ocultar mi vergüenza.

- Solo que por esta ocasión tu eres la elegida, pero así como llegaste te vas a ir y seguirá otra y después otra, así hasta que me canse o me muera. - dijo indiferente.

- Si, entiendo. - lo vi a los ojos.

Su mirada ya no me reflejaba absolutamente nada... Ni tampoco hacia el intento por tenerme cerca de él.

Vecino del 210 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora