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Me despertó una suave voz... Era Raúl que se quería disculpar por su comportamiento. Me trajo algunas flores y bombones. Me derretí al instante. Avergonzada, le dije que no pasaba nada, que había sido mi culpa por ir sola por el barrio más peligroso de toda nuestra región. Él me sonrió y me entregó las flores y los chocolates.

Mire la fecha y era 15 de julio, justo faltaba una semana para mi cumpleaños. Le transmití la noticia a Raúl. El me exclamó que ya lo sabía, que por eso me estaba preparando una sorpresa. Yo me puse eufórica pero le dije que no hiciera nada, que yo podía hacer algo para mí. Él asintió, pero no me creí su afirmación.

Nos comimos las chocolatinas, mientras platicábamos sobre nuestra vida. En un momento dado, sentimos una conexión extraña que hacía que nos acerquemos poco a poco. Justo cuando nos acercábamos, llamó alguien. Era el teléfono de Raúl. Le llamaban del restaurante. Tuvo que coger, yo me fui al lavabo a refrescarme un poco.

Volvió a los 5 minutos, era su jefe, que un compañero de trabajo que más quería, había fallecido, por causa de un tumor, y que el funeral iba a ser al día siguiente. El restaurante obviamente permanecerá cerrado temporalmente, pero el banquete del entierro lo iban a tener que hacer ellos.

Como el funeral iba a ser por la mañana, tendríamos que hacer el banquete ese mismo día.

Con lágrimas en los ojos, se sentó en el colchón. Yo le dije que estuviera ahí tranquilo, que yo iba a hacer la comida. Fui a la cocina e hice pasta con albóndigas y salsa de tomate. Me quedó riquísimo.

Raúl lo probó, y le resultó básico pero muy bueno. Me elogió y le animé un poquito.

Para las 18:00 tenía que estar en el restaurante. Le quise acompañar, al principio se negó, pero luego accedió con la condición de no hacer ningún escándalo.

Estuvimos ahí algunas horas. Aprendí algunas técnicas culinarias y estuve hablando con el jefe. Me enseñó algunos sitios con recetas estupendas y otras técnicas de precisión en toda la hostelería.

Terminaron para la 1. Sólo faltaba freír y hornear algunas cosas. Más el decorado del postre.

Llegamos a su casa a las 2. El estaba reventado, pero yo tenía un poquito de insomnio, como yo no quería ir al entierro (por varias razones) no estaba obligada a dormir.

Estuve toda la noche viendo alguna serie chafa, y terminando los bombones que me quedaban, y no concilie el sueño.

Un Amor Psicópata  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora