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Eran las 7 de la mañana, me despertó Raúl sin querer, queriendo ir al baño. Me pidió perdón y me dijo que me durmiera. Intenté dormir, pero me olvidaba que mi abuela se despertaba a las 7:15 echando tumbos.

No tuve más remedio que prepararle el desayuno a mi abuela, ya que ella tenía la costumbre de tirar de la oreja a los que no se levantaban de la cama a la hora que se levantaba.

Me hice también un desayuno para mí y para Raúl. Al venir del baño, Raúl me miró con cara larga y me preguntó que hacía, le dije lo que me pasaba y en seguida entendió.

Mi abuela no era sorda, de hecho escuchaba mejor que yo, así que le mandé a callar. Le escribí por texto que tendríamos que insonorizar su habitación, y que instalemos un televisor para que se entretenga por las mañanas.

Ese mismo día, había quedado con unas amigas en el bingo y Raúl y yo aprovechamos para insonorizar su cuarto. Aunque los planes se fastidiaron un poco cuando mi abuela me invitó a estar con ella porque ya tenía la mayoría de edad. No le pude decir que no, ya que aún que escuchará bien, veía tres pelos contados.

Fuimos al bingo que estaba demasiado cerca de la antigua casa de mi tía, donde había dejado la mayoría de las cosas. Antes de entrar, llame a Raúl para decirle que viniera a casa de mi tía para coger mi televisor pequeño e ir al mercado más grande de mi comunidad que estaba muy cerca de ahí a coger los aislantes, y un ventilador que mi abuela no aguanta mucho calor.

Pasamos la tarde en el bingo, en una de las jugadas gané yo, y me dieron un kit de pastelería super buena que costaba alrededor de 1,478'56€ por kit (venían demasiadas cosas, como descuentos, utensilios,...) Era muy caro como regalo.

Raúl me mandó un mensaje de que haga un poco más de tiempo, ya que aún no había terminado de camuflar los insonorizadores. Las llevé a un parque muy natural para despejarse un momento, hasta que Raúl me dijo que ya podía ir a casa.

Dejamos a la amiga en su casa, y yo fui a casa con mi abuela, estaba muy cansada la pobre, ha tenido que sufrir un caso de desaparición de su propia hija y eso aunque cueste creerlo, duele.

Llegamos a casa, y lo primero que hizo mi abuela fue irse a la cama. Ni miro la tele, ni siquiera se había fijado en ella. Claro, no ve un pimiento.

Raúl y yo nos bañamos (uno después del otro) y nos fuimos al sofá cama. Tuve tanto sueño que ni tuve que bostezar para saberlo. Me dormí enseguida.

Un Amor Psicópata  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora