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Hades Morello.

—Solo quiero asegurarme por mí misma de que esté bien —escucho los gritos que proviene del pasillo—. No me voy a ir hasta verlo.

Estoy sonriendo desde que reconocí su voz. La puerta de mi habitación se abre y como era de esperarse Rahel entra, con un horrible pijama rosa.

—No sabía que tenías fiesta de pijamas con Caín.

Su vista se fija en mí, que estoy tendido sobre la cama, que exclusivamente llevo un bóxer y la venda de la herida. Si fuera otra chica estubiera dando gritos, pidiendo que me vista o disculpándose por entrar sin tocar la puerta, pero ella no.

Era diferente al resto.

—Menudo susto me has dado —me fulmina con la mirada e ignora mi comentario—. Pensé que te perdía.

—No fue nada.

—Te desmayaste.

—Queria asustarte.

—Imbécil.

—Nena, inocente.

—¡Que no me llames nena!

Rahel se acerca y se inclina hacia delante, el pijama le queda danzando sobre su cuerpo por lo que sus pechos, junto a mi cadena están visibles.

Niego varias veces antes de tragar con fuerzas.

—¿Estás bien de verdad? —pregunta en lo que observa mi vendaje.

—Con estás vistas estoy de maravilla.

—Tienes las ventanas cerradas, Hades —me dice.

—Lo sé —aseguro—. Yo te estoy mirando las tetas.

—¡Imbécil!

Como era de esperarse por segunda vez, Rahel cae sobre mí en lo que intenta golpearme. Hago una mueca de dolor, fingiendo que me ha lastimado y ella se detiene.

—¿Te lastimé? —se preocupa—. ¿Te duele mucho?

—Estoy bien, Rahel. Por milésima vez te lo digo, no tienes de que preocuparte.

—Vale —se levanta y me mira una vez más de arriba abajo—. Entonces me iré tranquila.

—Tengo unos asuntos pendientes con Marcos —le informo—. En cuanto termine voy a ir a tu habitación para iniciar con tus clases. 

—Es mejor que hagas reposo.

—Con lo que te voy a enseñar no tendré que hacer esfuerzo físico.

—Bien, como quieras.

—Por favor, cámbiate de ropa.

—¿Qué tiene de malo mi pijama?

—Que no levantas ni a un muerto vestida así.

—Los muertos no se levantan.

Ruedo los ojos.

—Rahel, vete.

Me visto, porque me parece innecesario que mi amigo me encuentre en bóxer cuando tenemos que tratar varios temas importantes. Termino abriendo las ventanas y camino hasta el balcón de mi habitación, en la piscina se encuentra Anastasia nadando. Con la misma Rahel abre sus ventanas y comienza a darle gritos a mi hermana.

Las ignoro a ambas y vuelvo adentro en cuanto escucho a Marcos llegar.

—¿Cómo te encuentras?

—Estoy bien —digo—. Rahel es una exagerada. No me voy a morir.

Deseo Impuro ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora