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Caín Salvatore.

Rahel se ha quedado sin habla, en lo que yo la mantengo acorralada entre la pared y mi cuerpo. Su respiración está agitada, siento cómo todos sus músculos se tensan.

—Eres la hermana de Hades y Anastasia —le digo—. Te fuiste desde muy pequeña con tu madre, pero yo te recuerdo jugando en el jardín, junto a tu hermana. Hades era mi amigo, un buen amigo.

—Yo no sé qué decir —dice apenada y pasa saliva—. Te juro que mi intención no es hacerte daño, ni provocar...

—Rahel, me ayudarás con mi familia y yo te ayudaré con el asunto de tu hermana —agrego—. De seguro, esto me sirve para demostrarle a Hades que nunca le he traicionado, y todo será como antes.

—Mi hermana, no es un asunto. Está muerta, Caín.

—Tengo mis sospechas y creo que no lo está —le informo—. De todas maneras, mi intención no es crearte falsas esperanzas, pero esta noche tendremos la confirmación.

—¿Confirmación? —arruga el ceño.

—Tranquila, deja todo en mis manos —le beso la comisura de la boca—. Ahora tenemos un anuncio muy importante que dar.

Volvemos al comedor donde mi familia está culminando la cena. La vista de mi parte cae sobre nosotros, mi hermano me echa un vistazo rápido y continúa con su bebida. Fer es la única que me regala una sonrisa.

Lo sabe.

Había hablado con ella sobre mis sentimientos hacia Rahel, y la idea de proponerle matrimonio también fue suya. Con mi matrimonio, el legado de la familia y el cargo principal me serían otorgados como había pactado mi padre.

Casarme con ella me daba la oportunidad de tenerla para mí, aunque ella quisiese a Hades, un dato que también sabía.

Pero lo omití porque me gustaba que ella se acercara, daba igual la intención. Era tenerla unos segundos.

—Familia —empiezo a hablar, pero me detengo cuando veo a mi hermano abrir su boca.

—No me digas que ya la has preñado —suelta con vulgaridad. Motivos como éstes son lo que me obligan a casarme de manera inmediata.

Mi hermano es un imbécil.

—No, hermano —fuerzo una sonrisa—. Aunque me gustaría muchísimo y es un plan para el futuro, Rahel no está embarazada, pero sí me gustaría anunciar nuestro compromiso.

Lo primero en escucharse es el chillido de Fer, que corre y abraza a Rahel, emocionada.

—¿Para mí no hay abrazo? —pongo los brazos en jara y ella voltea para acercarse.

—Muchas felicidades.

—Suerte con ese compromiso —mi hermano habla de mala gana para luego largarse. 

—Debe estar molesto, porque ahora serás el nuevo líder —Fer chasquea y nos obliga para un abrazo grupal.

—Felicidades, hijo —mi progenitor se levanta—. Espero que estés tomando una buena decisión. Felicidades a ti también, querida.

Observa a Rahel en silencio durante unos segundos, que le regala una sonrisa. Fer aprovecha la oportunidad para dejarnos solos.

—Tengo algo para ti, espera unos minutos.

Me voy hasta mi habitación y saco de uno de los cajones el anillo de compromiso de mi madre; ahora debería llevarlo ella en su dedo.

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