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Había pasado casi un mes desde que Anastasia volvió a la casa y Arthur le puso fin a los planes de Marcos. Lo que ocurrió entre ellos sigue siendo un secreto, pero al organizar su sepelio en la bóveda de los Salvatore, supuse que después de todo lo había reconocido y dado ese lugar en su familia.

Más no el perdón por todo lo que hizo.

Al igual que Hades, que aparentaba estar bien, sin embargo, yo sabía que más que un amigo había perdido a un hermano. Una persona en la que confiaba ciegamente y le traicionó.

Una vez Fer estar enterada de todo, le pedí perdón por lo de Bastián, su respuesta me partió el alma porque en dl fondo sabía que ella lo amaba.

—No pasada nada, Rahel —aún tengo su mirada grabada en mi mente—. Yo era parte de su plan, ni siquiera era correspondida. No pudo sentirme mal por una persona que no me amaba.

Luciano y mi madre se habían ido de viaje para despejar y estar lejos del negocio familiar, mientras las cosas volvían a la normalidad.

Anastasia seguía en duelo, aunque Marcos no lo merecía, ella sentía que se lo debía. Aún era pronto, pero con el tiempo estaba segura de que llegaría a sentir más de la mitad de lo que David sentía por ella.

Realmente se veían muy bien juntos.

David adoraba a Braulio, ese era el nombre que Ana había escogido para su bebé.

Mi matrimonio con Caín seguía vigente, pero él decidió que necesitaba un tiempo mientras se recomponía, trasladó su ingreso a Canadá y decidió quedarse solo en el hospital mientras se recuperaba del todo. Le ofrecí varias veces mi compañía, se negó, insistiendo que tenía que permanecer acá, junto a Hades.

Cada suceso que ocurría con él se lo contaba, me sentía mal por Caín, realmente mal, más no podía engañarle porque él estaba confiando en mí.

En este tiempo me encargué de preparar y amueblar la casa para que este lista cuando regresara, mientras Caín estuviera fuera no iba a vivir ahí. Era el hogar de ambos.

Con padre fuera Hades y yo nos encargamos de los negocios familiares y nos iba bastante bien, nuestro trabajo en equipo sin duda alguna daba sus frutos.

Ya nadie —incluyéndonos— preguntaba que éramos o se metían en lo que sea que estaba pasando entre nosotros.

Solté un suspiro y dejé los papeles que tenía en la mano sobre el despacho de mi padre, por primera vez y en mucho tiempo todo cuadraba. No teníamos problemas, no había perdidas y cada día el ingreso era mayor.

Hades entró al despacho y caminó hasta el escritorio, sus manos se posaron sobre mis hombros y acarició la piel descubierta de ellos.

—Te preparé una ducha —me dice acercando su rostro al mío—. Tenemos que salir.

—¿Pasó algo? —inquiero en lo que me levanto y giro mi cuerpo para verle de frente.

—¿Por qué tendría que pasar algo? —pregunta corriendo la silla que nos separa. Mi cuerpo queda prisionero entre el suyo y el escritorio—. Quizás tenga una sorpresa para ti.

Se encogió de hombros y yo le sonreí.

—¿Qué clase de sorpresa? —levanté mi mentón para poder ver su rostro.

—Dejaría de ser una sorpresa si te cuento, pero puedo darte un adelanto.

Sus labios entre abiertos rozan mi mejilla lentamente, mientas que me sube sobre la superficie de madera. Voy en busca de su boca y él se coloca entre mis piernas.

Deseo Impuro ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora