12

949 117 35
                                    

La noche llegó y junto a ello, Hades había entrado nuevamente por mi ventana. No traía nada para cubrir su torso, en cambio, el pantalón se le ajustaba a la cadera y le cubría las piernas.

—Vas a coger un resfriado.

—Prefiero coger otra cosa.

Puede que mi inocencia haya disminuido en estos días. Porque lo había entendido a la primera y mis mejillas se enrojecieron en el acto.

—Imbécil.

—Nos vamos entendiendo, nena.

—Definitivamente, no te quieres la vida.

—Deja las amenazas y acaba de admitir que te gusta que te llame así.

—No me gusta.

—Como sea —chasquea su lengua y se acerca hasta mi cama—. Derecha, izquierda o me prefieres arriba. Yo soy más de un buen sesenta y nueve, pero me ajusto a lo que me pidas.

Retuve las ganas de llamarle imbécil una vez más.

—¿Puedes dejar de sexualizar la situación?

—Imposible con ese escote.

Mi ropa de dormir era horripilante, traía unos pantalones holgados color rosa y una camiseta blanca que si te fijabas bien se me veían los pezones.

—No me mires las tetas —protesto indignada.

—Entonces te miro el culo.

—Basta —me quejo divertida.

—Haz que me detenga.

Me encuentro sonriendo sin poder evitarlo y dejo que se me acerque. Pasa un mechón de cabello por detrás de mi oreja y cierro los ojos en lo que trago con bastante fuerzas.

—Entiendo el motivo por el cual tu madre te escondía de mí —su tono de voz era extremadamente serio, ya había dejado las bromas a un lado.

—Porque era una adolescente hormonal que estaba enamorada de su hermano.

—¿Estabas, hermano? —ladeo la cabeza—. No somos hermanos, porque los deseos impuros que pasan por mi cabeza están muy lejos de lo que siento por Anastasia.

—No me hagas repetirlo, porque lo sabes muy bien.

—¿Saber qué?

—Esto.

—¿Esto qué? —me vuelve a sonreír y la necesidad de besarlo se apodera de mi ser.

Voy en busca de su boca y él me rodea con sus brazos para corresponderme, me obliga a caminar hasta que mis piernas tocan el borde de la cama. Despacio mi espalda cae en las sábanas con Hades sobre mí.

—¿Me has invitado a dormir, verdad?

—Si —gesticulo con torpeza.

—Eso haremos, de lo contrario no voy a poder frenar las ganas de hacerte mía. 

Hades se tumbó y apoyé la cabeza en su pecho escuchando los latidos de su corazón. Algo tan simple me provocaba tanta paz al punto de quedarme dormida en segundos.

Me desperté con ruidos de autos provenientes de la entrada, Hades seguía dormido y me encontré a mi misma, abrazándolo como si me diera miedo perderle.

Salí de la habitación en silencio y reconocí la voz de mi madre junto a otras personas. Padre también se encontraba conversando, espíe a través de la puerta y mi boca se abrió en cuanto reconocí a dos hombres vestidos de enfermeros.

Deseo Impuro ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora