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"Diez años después"

Hades Morello:

La pelinegra termina de comerme la polla y se traga todos mis fluidos sin rechistar. Le acaricio el cabello. Se va desnuda hasta la ducha en lo que yo arreglo mi ropa y salgo de su departamento sin dar explicaciones.

Sexo casual, para eso sirven las amigas.

El tráfico está de asco a primera hora de la mañana, así que opto por coger un camino menos transitado aunque me demore más en llegar a la mansión.

—¿Se puede saber dónde pasaste la noche? —mi padre es el primero que me recibe.

—En una discoteca y luego me quedé tirándome a una amiga —me encojo de hombros—. ¿Cuál es el problema?

—El problema es que te fuiste sin tu guardaespaldas —me riñe.

—Te recuerdo que ya tengo treinta años y que soy mejor que todos tus hombres juntos.

—Ya, pero las cosas últimamente no están bien y me preocupo —pone su boca en línea fina—. Soy tu padre.

—Que si papá, no volverá a pasar.

—Bien —se pasa las manos por el rostro. Los años le han caído—. Hablé con Rafaela, el avión de Rahel estará aquí en menos de dos horas.

—Perfecto —digo—. Cuánto antes empecemos mejor. ¿Algo más? Estoy cansado y quiero dormir.

—Bueno —pasa saliva—. Respecto a eso, necesito un favor.

—¿Ahora que? —bufo.

—Necesito que vayas a recogerla.

—¿Por qué no vas tú? —pregunto—. No tengo ni la menor idea de cómo es, la dejé de ver cuándo era una niña molesta y tú has ido a visitarlas una vez cada mes.

Debido a los planes de mi padre, después de su partida hace unos diez años no la volví a ver, ni por fotografías. Mantuvo un bajo perfil y Rafaela se encargó de prepararla para sobrevivir en este mundo. Pasó la mayoría de su vida en una academia militar.

—Mis hombres junto a Marcos se fueron a buscar a Anastasia —me informa—, yo tengo una reunión en media hora y la única opción eres tú.

Ruedo los ojos.

—Iré a buscarla.

—Sonríe —me anima—. Volverás a ver a tu hermana después de tanto tiempo.

—Es mi hermanastra —le recuerdo—. Y si de pequeña no me quería, ahora menos.

Si te quiero, pero no como a un hermano.

Me había dicho con tan solo diez años la última vez que la vi. Para Anastasia separarse de ella fue un golpe duro, mi padre la llevó en varias ocasiones y a petición de Rafaela yo nunca fui.

Rahel después de pasar los primeros meses llorando le confesó a su madre que estaba enamorada de mí y que se quería casar. Casi le provoca un paro cardíaco, pero fue entendible, ella era una niña y me veía todos los días. No compartíamos la misma sangre y logré llamar su atención sin ninguna intención.

Con el tiempo su flechazo quedó al olvido.

—Ha cambiado muchísimo —me dice—. De seguro ya no te da dolor de cabeza, de la Rahel infantil que corría por el jardín y discutía contigo no queda ni rastro.

—¿Ya se peina? —pregunto recordando los momentos vergonzosos que le hacía pasar a su madre.

—En ocasiones —papá suelta una risa y me palmea el hombro antes de irse. 

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