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Cuando mi mundo se desmoronaba, lo único que anhelaba era correr a los brazos de mi mejor amigo y encontrar refugio en él. Tragué con fuerza el nudo que se había formado en mi garganta, conteniendo las lágrimas que amenazaban con escapar. No podía hacerlo frente a Caín.

—¿Puedes llevarme con David? —le pedí, con la voz temblorosa.

—Quédate conmigo, podemos cenar y hablarlo.

—Por favor, llévame con él. No tengo ganas de hablar.

—Como quieras. Si me necesitas, solo llámame.

Caín finalmente cedió, dejándome sola con mi amigo. Suspiré con cansancio cuando la puerta se abrió y él me recibió con un abrazo cálido.

—¿Qué ha ocurrido? —preguntó, su voz llena de preocupación.

—Hades, siempre Hades.

—¿Qué hizo?

—Caín, de alguna manera, organizó una encerrona. Sabe perfectamente que estoy confundida y que los quiero a los dos.

Guardé silencio mientras me acercaba al sofá, sintiendo el peso de mis emociones aplastándome.

David me siguió, una vez estuvo sentado, apoyé mi cabeza en sus piernas y me recosté. 

—¿En qué momento pensé que los dos mantendrían una relación conmigo a la vez?

—¿Eso es lo que quieres?

—No quiero renunciar a ninguno de los dos —agregué—. Llámame egoísta, e insúltame por favor. 

—Imposible. No eres mala persona, Rahel. Quererlos no te hace mala.

—Hades no opina lo mismo. Se negó a mantener una relación poli amorosa.

—Quizás solo necesita tiempo, tú lo conoces mejor que yo. Sabes que no te perderá para siempre y mucho menos en manos de Caín.

Sentí la incomodidad en su voz al pronunciar ese nombre. Para David el mayor sospechoso era Caín, ya que supuestamente los Salvatore eran nuestro mayor enemigo.

Estaba segura de que no.

—Caín no la tiene, me está ayudando en todo. No es nuestro enemigo, ya explicó en numerosas ocasiones que no han tenido nada que ver en nuestra perdida de mercancía, ni en el robo en nuestros laboratorios.

—¿Pondrías las manos en el fuego por él?

—Sí —respondí segura—. En estos momentos si lo haría.

—Bien —puso su boca en línea fina—. Si confías en él, no me queda de otra que hacer lo mismo.

—Te lo agradezco.

Me puse de pie caminando por el pequeño salón. Estaba frustrada y no lograba entrar en razón, no cuando tantos problemas formaban parte de mi vida.

—No veo que avancemos —dijo con desgano, refiriéndose al tema de mi hermana—. Casi no queda ni tiempo. ¿Quién nos asegura que siga con vida?
o… ¿Y si dio a luz?

Las probabilidades eran altas, los días habían pasado y esa era una opción.

Mi teléfono notificó anunciando la llamada entrante de mi padre.

—Estaré de viaje con Hades —escuché su voz a través de la línea— por favor, dale una vuelta a tu madre.

—¿Está todo bien? —indagué.

—Iremos a Génova por temas de negocios, ya sabes.

—Entiendo —pase mi peso de una pierna a la otra—. Salúdame a los De Lucca de mi parte.

Deseo Impuro ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora