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Me miro en el espejo una vez más, sigo sin creer que mi boda sea hoy. Tengo tantas cosas en mente que el tiempo me pasó volando, cuando caí en cuenta ya estaba en la casa de los Salvatore, esperando que Fernanda apareciera por la puerta a mi espalda con el vestido escogido. 

Era hoy, definitivamente hoy.

Sería la esposa de Caín Salvatore, ya no había vuelta atrás.

En cambio, quién entró por la puerta no fue la chica. Sus ojos claros se abrieron como platos y yo tragué con fuerzas porque tampoco voy a negar las emociones que me provoca este sujeto.

—Estás preciosa.

—Gracias.

Caín se acerca hasta tomar mis manos con delicadeza y llevarla a la altura de sus labios para besarlas.

—Soy yo quién debería darte las gracias, me vas a ayudar con esto. Reconozco que no te casas enamorada de mí, pero aun así tengo esperanza de que en un futuro eso cambie. Sin embargo, con el pasar del tiempo voy a respetar la decisión que tomes al respecto.

—Somos cuestión de tiempo, Caín. Toca esperar y ver qué pasa.

—Igual, haré todo para que te sientas a gusto.

Algo en mi interior me asegura que cumplirá su palabra, tengo la certeza que mal no me va a ir, pero sin Hades no podré ser completamente feliz.

No debería estar pensando en él.

Joder.

—Tengo que contarte algo —confieso.

—¡¿Qué carajos haces aquí?! —chilla Fernanda, interrumpiendo—. Es de mala suerte ver a la novia antes de la boda.

—No llevo el vestido. La mala suerte es verme con el vestido de bodas.

—Mala suerte es tenerte así y no poder hacer nada —dice un Caín hipnotizado.

—¡Vete de aquí ahora! —exige su hermana que a pesar de ser medio metro está comenzando a dar bastante miedo.

—Es que tenemos que hablar —pido.

—¡Fuera, Caín!

Bufo.

Sale Caín dejándonos a solas y yo me quedo con la verdad atragantada en la garganta. 

Necesito decirle que Hades está vivo y lo que ocurrió antes de que las cosas vayan a más o sea demasiado tarde.

—¿Traes la lencería bajo la bata?

—Sí.

—Te voy a ayudar con el vestido.

El satín se adhiere a mi piel, abriéndose en mi cintura, el encaje me cubre por completo los brazos y mi espalda queda descubierta, Fer continua con mi cabello recogido en alto y colocándome el velo con pequeños adornos sencillos.

Llaman a la puerta y Fer va, entra una de las sirvientas con una caja entre sus manos.

—Perdón, pero insisten que abras este regalo antes de la boda.

Fer levanta una de sus cejas.

—¿Quién?

—No lo sé, llegó con un papel y lo consideré importante.

—Llévatelo —pide—. Los regalos de boda se abren después.

—No —me acerco—. Quiero ver qué es.

Abro el paquete con cuidado y se trata de un collar, que aunque esté bastante cambiado lo reconozco al instante.

Hades.

Deseo Impuro ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora