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—¿Dónde demonios estás? —reconozco la voz de mi padre al instante.

Fue una mala idea levantar el teléfono media dormida y sin saber lo que hacía.

Analizo el panorama con cuidado, Hades está a mi lado, durmiendo boca abajo en bóxer, yo voy cubierta con las sábanas. La cabeza me duele de la resaca. Me muevo incómoda y noto que no es lo único que me duele.

La punzada en el interior me hace soltar un quejido.

Recuerdo los dedos de Hades enterrados en mi piel, su aliento contra mi nuca, sus labios dejando cálidos besos por todo mi cuerpo, la manera en la que se le agita la respiración, la forma en que me hizo suya durante toda la noche...

—¡Rahel! —padre vuelve a llamarme y doy un respingo.

—Hola, papá.

—¿Dónde estás?

—Estoy en el departamento, ayer me vi con Caín y me agarró tarde —miento a medias—. ¿Se sabe algo de mi hermana?

—No, no sabemos nada de tu hermana. Supongo que huyó con el desgraciado que le hizo la barriga —responde con hastío—. De igual manera no dejaré de buscar. El problema es otro.

—¿Qué ocurrió?

—Hades que no aparece y no me contesta el teléfono —agrega—. ¿Lo has visto?

—No.

—Si te comunicas con él, le dices que me llame con urgencia.

—Bien.

Dejo el teléfono en la mesa de noche, observo a Hades, que sigue durmiendo con la respiración pesada y el cabello revuelto. Es imposible verse tan bien mientras lo único que hace es dormir, tan tranquilo.

Bajo de la cama y me coloco las primeras bragas que encuentro, junto a una camisa que me cubre hasta mitad de pierna.

En cuanto abro la puerta de la habitación, soy obligada a retroceder en cuanto veo a dos hombres en el salón, voy directo hasta Hades y lo despierto lo antes posible.

—¿Qué pasa? —ladea sin abrir los ojos—. ¿Tienes ganas de más, nena?

—Allá fuera hay dos hombres, armados.

Frunce el ceño.

Se levanta de golpe sin dar tiempo a nada y prácticamente me arrastra hasta atrás de la puerta.

—Dejé mi arma en la entrada, mientras esperaba que llegaras.

—Tengo la mía en uno de los cajones, puedo...

La mano de Hades me cubre la boca, me trago mis palabras en cuánto los hombres entran en la habitación y no es el momento, pero ando media aturdida con la cercanía de nuestros cuerpos y la poca ropa que traemos.

—Aquí no hay nadie —les escucho decir.

Para mi sorpresa se lanza contra ellos y los tres hombres caen, uno de ellos deja ir la pistola al suelo, mientras Hades inicia una pelea con el sujeto armado, yo voy con la intención de evitar que el otro no obtenga nuevamente su arma.

—No te queremos hacer daño —anuncia—. Lo único que necesito es el ingrediente y los dejaremos con vida.

—Ni aunque quisieran —Hades bufa—. Dudo mucho que puedan hacerme algo.

El primer golpe lo recibo en el rostro, la sangre inunda mi paladar. Caemos sobre la cama, el sujeto me intenta asfixiar. Le golpeó en la frente con la mía para luego patearlo, retrocede hasta la pared y me arrodillo para tomar la pistola.

Deseo Impuro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora