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—Estas... no sé —Caín me observa con una fijación que me trae con los pelos de puntas—. Muy diferente a la última vez que nos vimos. 

—¿Diferente?

—Antes no tenías ese brillo en los ojos.

Paso saliva, cualquier error con este hombre me constaría la vida. 

—No sé de qué hablas —paso un mechón de mi cabello por detrás de la oreja—. Estoy igual que siempre.

—Algo ha cambiado en ti, Rahel y lo mejor de todo es que me gusta.

Se me acerca al punto que sus dedos acarician mi rostro y ni puta idea de lo que tengo que decirle.

Me tiene nerviosa.

Lo único diferente en mí es que me había entregado a Hades, y aunque quisiera no podía disimular la felicidad. Estaba con Hades, eso era lo que siempre soñé, pero ahora tenía que continuar con esta falsa hasta el final.

Gracias al cielo y mis antepasados, el yate se sacude más de lo normal y me aprovecho de la situación para tomar mi distancia, discretamente.

—Casi pierdo el equilibrio —digo en lo que tomo asiento.

—¿Por qué no te cambias de ropa y tomamos un rato el sol? —me propone con una sonrisa, es sus labios, en lo que comienza a abrir los botones de su camisa.

—Regreso enseguida —aparto la mirada de su cuerpo, porque definitivamente si hace mucho calor.

Llevamos un buen rato en mar abierto, para mi suerte Caín se mostró nuevamente como un caballero en cuanto me ofreció un camarote solo para mí, aunque él dormiría en la puerta de al lado.

Eso me dejaba más tranquila.

Busqué en mi maleta un traje de baño que para mi desgracia lo había tomado de Anastasia. En cuánto me lo coloqué me di cuenta de que mostraba más de lo necesario.

—Haces esto por tu familia —me recuerdo frente al espejo, en lo que recojo todo mi cabello en lo alto de mi cabeza.

Estar con Caín me resultaba acogedor, pasar el tiempo con él y escucharle hablar de cualquier tontería me sacaba una sonrisa, aunque Hades siempre está presente en mi mente. 

El yate era más grande de lo que pensaba, definitivamente a Caín le gustaba estar rodeado de lujos.

Cuando salgo al exterior ya Caín se encuentra tumbado, en lo que broncea su piel. Lleva unos lentes oscuros. Sonríe de oreja a oreja mientras me observa. Tiene un cuerpo atlético que no llega a ser tan definido, ni tatuado como el de Hades.

—Estás preciosa —me dice en lo que me tumbo a su lado.

—Gracias —me encojo de hombros.

Se lleva una cerveza helada a los labios, y para mi sorpresa me encuentro con la vista fija en él. Ladea la cabeza, se apoya en su codo hasta llevar una uva a mi boca. Sus dedos rozan mis labios, mi lengua traicionera humedece el lugar donde acaba de tocar.

—No lo hagas —me pide dándose otro trago—. Eso aumenta mis ganas de besarte, y no quiero parecer intenso, ni llegar a molestarte.

—Teniendo en cuenta que estamos en mar abierto, puedes aprovecharte de mí —digo en lo que intento disminuir mis nervios—. De seguro eres un asesino en serie, que quiere hacerme daño y acá estoy yo, junto a ti.

—Visto de esa forma, te doy la razón, aunque eso no es lo único que quiero darte —me da otra uva a comer—. Quiero hacerte muchas cosas, puede que duela, pero eso no significa que no te guste. 

Deseo Impuro ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora