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Rahel:

Hades acaba de rechazarme. Me subió al auto y me llevó directamente hasta mi departamento.

—Necesitas dormir, para que se te pase el efecto.

—¿Qué efecto? Yo me encuentro perfectamente. ¿Puedes dejar de comportarte como un imbécil?

Pegué mi espalda a la fría pared y me crucé de brazos.

—Esas pastillas estimulan... —hace silencio en lo que busca las palabras—. Me besaste por la influencia de las pastillas.

—Te besé porque estoy enamorada de ti.

Ladea la cabeza y se pasa las manos por el rostro. Tiene su mirada fija en mí y no sé qué carajos hacer. Me pone nerviosa.

Sus ojos son dagas.

—Ya basta, Rahel.

—Vete a la mierda —bufo—. ¿Qué carajos sabes tú de mis sentimientos?

—Sé que estás confundida y puede que me quieras muchísimo, sería un egoísta si te pido escoger.

—Te elegiría a ti.

—Lo sé —asegura—. Por eso sería un egoísta, me escogerías a mí sin dejar de pensar en él.

—Yo no sé cómo pasó y mentirte no puedo.

—Aclara tus dudas primero, nena.

Hacía mucho que no me llamaba así.

—¿Te puedo pedir algo antes de irte?

—Claro.

—Bésame.

Hades se inclina y gracias a la altura de mis zapatos no tengo que esforzarme para alcanzarlo. Sus brazos me acorralan contra la pared, sus labios rozan mi mejilla, con su dedo recorre el contorno de mi mandíbula y rodea mi cuello con su mano. Me cuesta respirar, pero cierro mis ojos en cuanto me cubre con su boca.

Le estaría besando hasta que me duelan los labios y mi lengua deje de responder.

Pero ya no se puede.

Siento que le estoy fallando.

(...)

Caín: Llevas dos días ignorándome.

Leo el mensaje una vez más, acuno mis manos bajo el chorro de agua y luego refresco mi rostro. Últimamente, no dejo de pensar en ambos.

Voy hasta la cocina para preparar la cena, el timbre me sobresalta y me detengo en seco. Algo dentro de mí, sabe de quién se trata y por más temor que tenga a afrontarlo, necesito encontrar la respuesta.

Suelto todo el aire que tengo reprimido en los pulmones y me voy directo al recibidor, la mano me tiembla cuando agarro la manija y termino abriendo la puerta. 

—Hola...

No dejo que termine de hablar, mis brazos envuelven su cuello, me mira con sorpresa, pero termina besándome y desconecto mi mente. Sus dedos se aferran a mi piel, en lo que me concentro en mover mi lengua dentro de su boca.

Jadeo cuando me presiona contra la pared. Con sus manos aprieta mis piernas y me sube la prenda para tocarme directamente. La piel me arde, y tengo la boca seca.

—¿Estás segura?

—Lo necesito, Caín.

Con eso es suficiente, se arrodilla ante mí, besando la parte interna de mi muslo, baja mi jean junto a las bragas, intento cubrirme con las manos, pero niega con una sonrisa.

—Quiero verte —susurra—. Déjate hacer.

Me alza por el trasero y camina conmigo en sus brazos hasta tumbarse en el sofá.

—Preciosa.

—¿Qué?

—Siéntate en mi cara.

¡Mierda!

Caín agarra mis muslos y dejo que me coloque cerca de su rostro, en medio de mis piernas su respiración me eriza.

—Frota tu coño contra mi cara.

Me muevo lentamente y siento su lengua entre mis pliegues, el placer aumenta, me froto con más ganas, sus manos recorren mi espalda, me rodea hasta atrapar mis pechos.

La palma de su mano me empuja y hace que me incliné hacia detrás.

—Tócame, quiero sentir tus dedos en mi polla.

Con el brazo hacia detrás toco sobre la tela de su pantalón y muevo unas de mis manos sobre su erección.

—Creo que te sobra ropa —logro decir.

—Como guste mi preciosa.

Caín me deja sentada a horcajadas sobre su regazo. Le quito el pulóver por encima de su cabeza y vuelve a besarme. Sus dedos bajan hasta mi intimidad y acarician mi clítoris, siento como la humedad se extiende y lo empapo por completo. Ataca mi cuello y magrea mis pechos hasta que los pezones me duelen y jadeo en respuesta. Mis manos van al cierre de su pantalón y lo abro antes de que reviente la tela por culpa de la erección.

No deja de mover sus dedos dentro, fuera. Mi interior se contrae y envuelvo su polla entre mis manos. Compartimos el placer al mismo ritmo.

Con los pantalones a medio bajar, la piel sudada, la respiración hecha una mierda, la punta de su polla brilla  entre mis dedos, ya no hay vuelta atrás porque no dejo de pensar en esto.

Es lo que deseo.

Y estoy a punto de obtenerlo.

Se saca un condón del bolsillo y observo en silencio como lo abre con cuidado y hace todo lo siguiente tranquilamente.

—Estamos a tiempo de frenar esto.

—Si te soy sincera, prefiero que me la metas —mierda, yo dije eso.

—También puedes tomar la iniciativa tú, preciosa —sonríe de lado y yo tengo que besarle porque el cosquilleo en mi estómago se extiende y dudo mucho de que sean mariposas enamoradas.

Hago movimientos lentos sobre su regazo, Caín sostiene el falo sin dejar de sonreír, lo refriega entre mis pliegues y ahogo un gemido ronco. La tensión es palpable, hace calor y el cuerpo me arde.

Ya no aguanto.

Envuelve mi cintura con su brazo, para cambiarnos de posición, quedo bajo su cuerpo tonificado, mis manos acarician sus músculos, su polla hace presión contra mi vientre y Caín parece disfrutarlo porque no deja de mirarme a los ojos

—Bésame el alma —pido—. Porque el corazón le pertenece a otro.

Caín lo entiende a la perfección y puede que ya no tenga que esconder mis sentimientos.

Sus labios rozan mi mandíbula, besa el hueco de mi cuello y se pierde entre mis pechos.

No es el lugar, es la persona y vivir el momento. Tenía claro de que estaba sintiendo cosas por los dos, era inevitable.

Y no sabía cómo frenarlo.

Su polla estuvo en mi entrada, empapada con mis fluidos, sus dedos se clavaron en mis piernas, mi boca fue al encuentro con la suya y sentí lentamente como se deslizaba en mi interior. 

—Joder, tan apretada que estás.

Mis paredes se contraen antes sus arremetidas, Caín me penetra lentamente, duro y profundo. Mis uñas se clavan en su espalda, siento mis labios hinchados de tanto besarle.

Puede que me esté entregando a él, pero mi mente me lo está volviendo hacer y mis dedos van hasta la cadena que descansa mi cuello.

Hades.

Te amo tanto que dueles.

Aunque ya lo tengo claro y también siento cosas por Caín.

Deseo Impuro ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora