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Sentada en la isla de la cocina observo detalladamente la copa de cristal que tengo entre mis dedos. Afuera está lloviendo y eso hace que la noche sea perfecta. Otro trago de vino tinto baja por mi garganta y con este perdí la cuenta.

Estar sola me ayuda a concentrarme en mí. Siento que viviré abrazada a la soledad toda una vida.

Agarro el teléfono, voy a mi agenda y me detengo sobre su nombre.

No debería estar pensando en él, ni siquiera se ha preocupado en buscarme.

«Si lo hace y tú solita lo rechazas»

Tengo tantas cosas en mente, que lo de menos es lo que siente mi corazón. 

Escucho el timbre de la puerta y me bajo de la encimera voy directo a abrir y me encuentro con Caín.

—Hola.

—Hola.

—¿Puedo pasar?

Me hago a un lado y veo como pasa con las manos metidas en los bolsillos. Observa la botella que descansa vacía sobre isla, ladea la cabeza antes de posar su vista sobre mí y sonreír. 

—¿Estás tomando?

—Un poco.

—¿Estás borracha?

—Estoy contenta.

—La supuesta Luna de Miel acaba mañana —habla nervioso—. Entendería si prefieres quedarte acá, yo vendría de visita y no...

—Me mudaré contigo, prometí ayudarte —y tengo que encontrar a mi hermana.

—Gracias.

—No me tienes que agradecer, soy tu esposa y es mi obligación, no solo te estoy haciendo un favor.

Caín se acerca cuidadosamente y pasa un mechón de mi cabello corto por detrás de mi oreja, cierro los ojos y su aliento acaricia mis labios, más no me besa. Me quedo esperando un beso que nunca llega.

—¿No te quedará por ahí otra botella?

—Por supuesto.

Voy hasta la cocina y busco una botella junto a dos copas, tomo asiento en el sofá y Caín sirve la bebida.

—¿A qué se debe? —indaga en lo que lleva la copa a sus labios.

—Estoy confundida.

—Supongo que tengo la culpa. 

—En parte —bufo—. Llevo toda una vida amando a Hades, sabes. Creo que desde que era una niña, no hacía otra cosa que pensar en él y solo había estado con él, hasta que llegaste tú y por egoísta que suene ahora los quiero a los dos y está mal. Mi cabeza va a estallar.

Me sienta mal decirlo en voz alta, pero me acabo de quitar un peso de encima.

—¿Soy egoísta por querer a los dos?

—No creo tener problemas con eso —comenta y por más que lo intente no lo entiendo—. Me conformo con lo que me ofrezcas.

—No me hagas quererte más —le pido— si no vas a estar al final del camino. 

—Si voy a estar.

—¿Incluso si elijo a Hades?

—Incluso si eliges a Hades voy a estar, porque ahora sé que tu corazón nos quiere a los dos y yo puedo con eso.

Suelto todo el aire que tengo reprimido en mis pulmones y sin pensarlo paso mi pierna por encima de su regazo y me siento a horcajadas. El movimiento provoca que el vino de Caín caiga sobre mis pechos y me mira divertido.

Deseo Impuro ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora