66 3 0
                                    

Curiosamente, ese día el Cielo se hallaba más vacío que de costumbre; Aziraphale encontró que el mapa de la Tierra estaba sin supervisión, y sintió el impulso de acercarse.

Sabía cómo hacerlo; por esos días, Saraqael le había estado enseñando a manejarlo apropiadamente.

Un pequeño y preciso toque, para volver a ver su amada librería; tan quieta y vacía, aún ordenada como la dejó.

Ahí estaba Muriel, explorando el segundo piso, revisando uno por uno los libros.

Pero nada de Crowley. Sólo era cuestión de desplazar unos pocos milímetros su dedo, hacia la cafetería. Allí lo vio. Sentado en compañía de Maggie. Ella le hablaba, pero el demonio no le prestaba la más mínima atención.

Aziraphale sonrió de nostalgia y tristeza.



—¿Ocupado?

—¡Miguel! Dios... Disculpa; no había nadie, y pensé...

—Tú elegiste estar aquí; te recuerdo...

—...Sí, claro... No digo que no... Eh... ¿Por qué lo dices?

—Tienes dudas...

—...¿Dudas, yo? Para nada...

—El Plan de la Segunda Venida... no te agrada mucho... Fue muy obvio...

—...Sólo pienso que es... exagerado... No es que no me agrade... la idea de quemar vivas a las personas...

—Se supone que elegiste estar de lado del Cielo... Esperemos no te hayas equivocado...

—Eso espero yo también...

—Yo habría renunciado a todo por estar en tu lugar...

—¡Yo renuncié...! ¡A mis amigos! ¡A mi librería! ¡Dejé todo atrás por estar aquí!

—¡A Dios no le importa nada de eso! ¡Son cosas materiales; mundanas!

—...¡Eso es lo que ustedes creen! ¡Todo el Plan de Dios del que hablan... no es más que una libre interpretación del Plan Original! ¡Ustedes toman las decisiones en base a cómo prefieren interpretar la voluntad del Señor!

—¡¿Nos estás llamando manipuladores?!

—...¡Eso es exactamente lo que digo! ¡No se diferencian mucho de los humanos, en ese aspecto!

—¡No seas impertinente! ¡Y no creas que no serás castigado por esta insubordinación!

—...¡Tendrán que atraparme, primero!

—¡AZIRAPHALE!



El corredor parece alargarse a cada metro que avanza; la sensación es de estar corriendo infinitamente hacia ningún lado.



—¡Metatrón no dudará en enviarte al Infierno, después de esto! ¡Siempre fuiste un ángel desobediente!

—¡NO SOY SU TÍTERE! ¡JAMÁS ACEPTARÍA SOMETERME A UNA AUTORIDAD ASÍ DE CORRUPTA! ¡NO QUIERO SER SU TÍTERE!

—¡ERES UN REMEDO DE ÁNGEL!


Pero Aziraphale ya lo había decidido. Antes de que pudieran ponerle una mano encima, el ángel sintió el aire en su espalda, y la caída. No por voluntad de los otros Arcángeles, ni de Metatrón; sino por su propia determinación.

Fueron instantes de luz a su alrededor; luego de nubes grises, y la lluvia, que lo bañó hasta su aterrizaje sobre los laureles.

𝑮𝒐𝒐𝒅 𝑶𝒎𝒆𝒏𝒔: "𝐿𝑎 𝑆𝑒𝑔𝑢𝑛𝑑𝑎 𝑉𝑒𝑛𝑖𝑑𝑎"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora