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JERUSALÉN, 586 ANTES DE CRISTO


En épocas antiguas, eran reconocidos y poderosos los siete Arcángeles; cada uno de ellos con sus funciones y jurisdicciones sobre la Tierra.

Con el tiempo, Raphael, Raguel y Remiel —Arcángeles menores— se hicieron realmente cercanos a las poblaciones humanas, de las cuales aprendían costumbres y valores propios de estos individuos. Eventualmente, los Arcángeles principales, en especial Gabriel y Miguel, consideraron aquel contacto peligroso e inapropiado, limitando en consecuencia la autoridad de los tres "rebeldes".

Sin embargo, no era la cercanía con los humanos lo que los enfurecía más, sino la proximidad entre los propios Arcángeles.


Era un día como cualquier otro. Raphael, encargado de traer sanación a los hombres, atendía desde las alturas todas las plegarias y lamentos de los exiliados de Jerusalén durante su marcha.

Era tal su concentración que no notó la llegada del esplendoroso ángel, cuya melena larga y dorada brillaba aun en ausencia del Sol.

Las rodillas del Arcángel Remiel descansaron sobre el césped, junto al otro; su presencia no fue percibida hasta que su voz rompió el silencio.

—¿Has respondido alguna plegaria?

—Ninguna. Sólo... puedo procurar que sus almas lleguen a salvo a su destino. Doy reciliencia a los más débiles, para que mantengan su fé y su voluntad de vivir.

—...Debe ser desmoralizador... ver tanto sufrimiento...

—Algún día, la paz volverá a su pueblo... Espero...

—¿Qué hay de ellos? Los que ahora deben dejar sus hogares... No vivirán el tiempo suficiente para volver a ver a su gente en libertad...

—...Bueno, así es como tienen que ser las cosas. No podemos cuestionar la voluntad de Dios.

—¿Por qué nunca hemos hablado?

—...Nuestras funciones jamás han implicado comunicarnos con los humanos... No debemos tener contacto con ellos...

—No- Quiero decir... Tú y yo...

—...Ah. No... lo sé...

—Nos vemos siempre en el Cielo... Billones de veces... Me parece extraño que nunca te hayas detenido al ver mi hipnótico rostro...

Raphael resopla de la risa.

—...Estás pecando de arrogante...

—¡No soy arrogante! Sólo lo digo de broma... En realidad no creo ser particularmente hermoso...

—La mentira también es un pecado, Remiel...

—Por todos los Santos... Qué espantosa imagen tienes de mí...

—...No es tan mala...

Sus miradas se cruzan mientras se sonríen.





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EGIPTO, DÍA DE LA PRIMERA PLAGA


—Maldito oleaje... —Siendo un demonio, Crowley nunca necesitó dormir. Aquella mañana, sin embargo, se sentía destruido; como si el peso de esa noche en vela le afectara hasta los sentidos—. Maldito día... apocalíptico... ¿Cuándo se cansarán de intentar destruirnos a todos? Estoy harto de hacer estas cosas...

A las 9:15 desembarcaron en el puerto de Alejandría. A pesar de aún ser algo temprano, llamaba la atención la ausencia total de personas en toda la zona.

—Es como si ya supieran que ocurrirá algo...

𝑮𝒐𝒐𝒅 𝑶𝒎𝒆𝒏𝒔: "𝐿𝑎 𝑆𝑒𝑔𝑢𝑛𝑑𝑎 𝑉𝑒𝑛𝑖𝑑𝑎"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora