Desde su posición el mundo parecía tranquilo, tendida sobre su hamaca observando la luz tenue que se filtraba por los agujeros del tamaño de un clavo en su techo de lata, iluminando las partículas de polvo dentro de su maltrecha morada. El romper de las olas y la brisa era lo único que la mantenía en la realidad. No recordaba cuánto tiempo llevaba en esa posición, pero eso se había vuelto lo más elemental de sus días y noches.
Solía pasar las noches en vigilia, huyendo de sus sueños, de las pesadillas que la torturaban deformando sus memorias y mostrándole la crudeza de un pasado que aún cargaba a cuestas.
Los últimos años la habían cambiado, ya no era la mujer que mostraban los portarretratos en las paredes oxidadas, con su traje inmaculado y con cada vez más medallas y honores en su pecho a lo largo de las imágenes. La grandeza se había esfumado, el poder era solo un rumor, todo lo que quería era reposar en soledad y dejar que el tiempo hiciera su trabajo, borrando su memoria o matándola, lo que llegase primero.
Llevaba un buen rato tratando de ignorar los golpes en la oxidada y desencajada puerta de su rancho, pero el sonido no paraba, un tocar ligero, demandante de atención.
No tuvo más opción que levantarse de su lugar seguro, mientras su cuerpo tosco y tullido le reprendía con cada mínimo movimiento, como alfileres clavándose de abajo hacia arriba en su tren inferior.
El dolor no le preocupaba, todo lo malo estaba arriba, en su mente marchita.
Abrió la puerta lo suficiente para que su rostro exánime emergiese a la luz del día, topándose con una viejita que la observaba con ilusión y luego con alarmante preocupación al detallar su facciones sucias y descuidadas. Le ofrecía panes recién horneados que ella nunca aceptaba, sintiéndose incomoda. En general solía renegar la comida, a excepción de contadas cosas.
―Gracias... pero tengo comida ―Rechazó el regalo y cerró la puerta a sus espaldas, no le gustaba ser interrumpida en momentos así. Tampoco quería que la reconocieran, si es que alguien de verdad se acordaba de ella.
No entendía la amabilidad de esa anciana. Se había acostumbrado a cerrarle la puerta en la cara, pero ella seguía insistiendo en ser buena con ella, como si de verdad lo mereciera.
Cuando llegó allí, al rancho de su difunto tío, solo quería huir, siendo consciente de lo chismosa que podían llegar a ser las personas en los pueblos pequeños. Sin embargo, ya había pasado medio año y nadie la había llamado por su nombre.
Era una buena señal, estaba siendo olvidada, lo que ella quería.
La anciana en su puerta siguió tocando insistentemente mientras ella se acomodaba en su "posición de pensar" sobre la hamaca, huyendo como siempre a refugiarse en sus recuerdos, su actividad favorita y lo que le motivaba a estar en esa posición todo el día.
Se recostó de lado y vio en el suelo su traje del ejército, color blanco con detalles en color granate y oro, observó las insignias y medallas tiradas en la tierra como si de basura se tratasen. El día que llegó arrojo todo aquello en el piso, prometiéndose a sí misma que lo echaría al mar, conjuntamente con las fotos que su tío conservaba y todo lo que la llevase de vuelta a esos días.
Pero todo seguía allí tirado, solo le hizo falta olvidarse de su existencia. Jamás pensó que su tío colgaría las fotos de sus ascensos, tal vez se sintió nostálgico al no poder verla más en sus últimos años.
Quizás morir haría la diferencia, a veces se lo planteaba cuando se sentía desganada y débil o cuando veía su reflejo demacrado en el agua oscura del mar y recordaba quien era.
Jamás tuvo el impulso suficiente para acabar con su sufrir, era ilógico, era cobarde, luego de causar tanto daño.
Como en año nuevo, hace varios meses. Cuando su mente, sin querer, o quizás por obra maliciosa del vacío que sentía en el pecho, se metió en los recuerdos que ella evitaba con todas sus fuerzas remembrar.
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Olvidada: La Nación Sin Nombre
General FictionEn una Nación sin nombre, cualquiera puede ser un héroe. La Teniente, una heroína de guerra perdida en la historia y olvidada por la mayoría se hallará entre la espada y la pared para defender a la jóven República de quienes la gobernaron con mano d...