Habituarse a su antiguo departamento resultaba un infierno para la teniente. Todo estaba intacto, recordándole el día exacto en el que se marchó intentando huir de su propia vida. Ella asumía que la policía y los del ministerio habían dejado todo hecho un desastre mientras la buscaban, pero no, tuvieron el detalle de dejarlo todo acomodado, quizás para que no supiese las múltiples veces que estuvieron allí, como si no fuese algo protocolar escudriñar en la casa de una persona desaparecida.
Mientras caminaba sin rumbo alrededor de las tinieblas de su hogar, abrazándose a sí y hundida en sus pensamientos, un par de golpes en su puerta la sacaron de su estado de ensoñación, arrastrándola a la realidad desabrida.
Junto a la entrada de su departamento consiguió una caja, un paquete que ella nunca había pedido. La parte donde ponía el remitente estaba en blanco, solo estaba dirigido a Leryda Benett. Lo agitó levemente, no se movía nada dentro. Tomó un cuchillo y cortó la cinta de embalaje. Adentro de la caja descansaba, entre papel de burbujas, una computadora portátil, con una etiqueta en la tapa que dictaba «estemos en contacto».
El estómago le dio un vuelco al entender el motivo de ese regalo, pero no perdió tiempo en simples sensaciones, la conectó y accedió a ella.
Estaba completamente nueva.
Se sobresaltó cuando una ventana nueva apareció en la pantalla. Una video llamada entrante, decía. Ella ya lo sabía, así que no perdería más tiempo razonando y directamente le dio a aceptar.
Frente a ella y rodeado de oscuridad estaba Marcano, sonriendo, sin aparente intención de hablarle, solo la observaba animado.
―Supuse que eras tú ―murmuró después de un largo silencio―. Dime lo que tengas que decirme. ―La calma abandonó su voz, era inevitable sabiendo a quién tenía enfrente.
Luego de un par de carcajadas, él respondió:
―¿Nunca puedes estar calmada, cierto? Con razón mis camaradas te veían como una candidata a Comandante en un futuro no tal lejano, con esa actitud es difícil imaginar el límite de tus capacidades. Lástima que desperdiciaste esa mente valiosa en mentiras. ―Al observar la ira creciendo en su rostro, continuó―: Perfecto, como quieras. Mis fuentes me comentaron que fuiste admitida para los próximos proyectos de la junta de gobierno ―Le dedicó unos cuantos aplausos del otro lado de la pantalla a la vez que se quitaba los lentes―. Puedo entender que la visita que nos diste influyó en la decisión de tus jefes.
Leryda se acercó a la pantalla con su cara bañada en odio, Marcano entendió que debía seguir, «Eres un cobarde, no tienes honor ni nada bueno dentro de ti», recordó sus propias palabras.
―¿Y ahora qué sigue? Después de tanto tiempo buscándote, todos los planes deben estar en marcha, al igual que los nuestros.
―Seamann me aceptó a regañadientes, harán exámenes y me someterán a entrenamiento, después de eso, recorreremos los estados con la junta y los ministros, para ver qué tal están los lazos entre la capital y las ciudades del interior ―contestó, sin ánimo. Obedecía las órdenes de su jefe real.
―Ya veo. Es lo que hay que hacer cuando una república tambalea, cuando la capital adquiere demasiado valor y las demás ciudades son tratadas como meros pueblos olvidados. Nos pasó lo mismo, he de admitir. En fin, mi organización tiene varios depósitos de armamento en las islas turquesas, en los archipiélagos del sur...
―¿Cómo no los han encontrado? ―interrumpió Leryda.
―Ay, Leryda, si ustedes no pueden tener el control en tierra firme, imagínate en 3 islas y más de 17 islotes. Y bueno, uno de los generales de la marina, un tal Tenorio, un vejete de esos que piensan que pueden hacer lo que quiere, ha retenido dos barcos con equipamientos en el puerto de Escudero en el Oriente... Nos desharemos de él, irá con los padres fundadores.
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Olvidada: La Nación Sin Nombre
Ficción GeneralEn una Nación sin nombre, cualquiera puede ser un héroe. La Teniente, una heroína de guerra perdida en la historia y olvidada por la mayoría se hallará entre la espada y la pared para defender a la jóven República de quienes la gobernaron con mano d...