Su nuevo rostro, ese que ahora se mostraba reflejado en el espejo, era un relato de lo que se había convertido. Contaba con detalle todas las horas que se preparó para este momento, las noches de insomnio, los días soñando despierta y los sueños de dominación donde su subconsciente la proyectaba poniendo orden sobre esa ciudad podrida, imaginando a la gente rendirse a sus pies, pues no existiría otra persona más hábil que ella.
Era horrible, ella era fea ahora y en más de un solo sentido al mismo tiempo.
Le costaba negarlo en ese punto, pero había despertado. Todo lo que la rodeaba parecía distinto, más opaco, más feo y más opresivo. Ella inclusive no brillaba igual que antes, como si el sol le hubiese dado de frente por una eternidad y su rostro pálido de pecas brillantes se hubiese marchitado tan rápido y precozmente, sin darle oportunidad de verse joven una vez más.
Recordaba los moretones, ya no se podían ver, pero juraba que cada vez que tocaba esos lugares le seguía doliendo, ese dolor punzante estaba vivo en alguna parte debajo de esa piel endurecida.
Empezaba a sudar con fuerza al ver el resultado de tanta lucha y no podía creer como en algún momento la expectativa le erizaba el vello en los brazos.
Al menos ahora podía entenderlo, era una niña tonta, expectante de un futuro que era posible que jamás existiera.
No le dieron tiempo suficiente para digerirlo, pero el destino ya estaba escrito, en contra de su voluntad como de costumbre.
Todo estaba planificado y no incluiría a la Ciudad Capital/Santiago de León, ni cargo político, ni dominación ni ningún beneficio por participar en el golpe. Por culpa de las dos balas que impactaron a Leryda, ella ya no sería Federal. Había rebosado el vaso más de una vez sin recibir repercusión mayor que uno que otro moretón feo, pero en esa ocasión cualquier límite ya había sido rebasado.
Al llegar a la base todos fueron llamados a una reunión de emergencia, pues la Capitana traidora le había dado demasiadas pistas a la policía con esa mísera ubicación. Ya el gobierno sabía que se encontraban en algún lugar del cañón, presumiblemente el mismo donde Leryda había sido secuestrada hacía casi dos meses.
Ofendida, espero a que todos salieran para después meterse en la sala, topándose sin querer con McIntyre, quien le dedicó una mirada triste para luego apartarse de ella rápido, como si no quisiera verla más de la cuenta.
Al estar cerca de su maestro le preguntó el porqué de no ser invitada a la reunión y un documento sobre la mesa de hierro le aclaró las dudas.
Era la reorganización del poder, básicamente, quien gobernaría los estados mientras se estabilizaba la situación de la nación.
En esa lista no aparecía su nombre por ningún lugar, había sido olvidada.
Marcano, conociéndola y suponiendo que ella querría indagar más de la cuenta, permitió que leyera la información, observándola fijamente mientras leía hasta llegar el final para dotarla del conocimiento que ella hubiese preferido no conocer.
—Campo de entrenamiento de Santiago de León, el mismo donde yo y Leryda entrenamos para convertirnos en lo que somos.
La silla más cercana a ella salió disparada hacia la pared, sus mejillas marchitas se tiñeron de rojo puro, se confirmaba la mentira con la que se alimentó por tantos años.
—¿¡Crees que después de toda esta mierda voy a querer tener una puta carrera Militar!?, luego de todo lo que me decías... —acercándose a él, sintió la hostilidad de aquel hombre, en un principio pasivo y atento de escuchar su berrinche y cómo progresivamente su rostro cambiaba a medida que la ira producto de esa situación innecesaria manaba a la superficie —, ¡mentiroso!, me hiciste tragar basura todos estos años solo para decirme que no soy apta para gobernar... ¿qué pasó con mi supuesto destino?, en todo caso esto es culpa tuya por ponerte como perro en celo con la puta traidora de Leryda.
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Olvidada: La Nación Sin Nombre
Ficción GeneralEn una Nación sin nombre, cualquiera puede ser un héroe. La Teniente, una heroína de guerra perdida en la historia y olvidada por la mayoría se hallará entre la espada y la pared para defender a la jóven República de quienes la gobernaron con mano d...