Capítulo 26: La Lealtad, una Rara Cualidad

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Moraes se sentía con mucha energía, antinatural para alguien como él, siendo su rutina ir al trabajo, sentarse a atender los problemas del ministerio, dar órdenes y esperar 4 horas para poder almorzar.

Sus asistentes le preguntaban si estaba bien, viéndolo con los lentes que casi no se ponía, leyendo documentos cada vez que se desocupaba. El trabajo molestaba.

Ahora que su rutina incluía ver en muchas partes el rostro de Armstrong, por algún motivo le había vuelto a gustar las actividades detectivescas.

―Aquí está la información que me pidió, señor ―su asistente le acercó una carpeta amarilla con varias hojas sobre su escritorio. Tiró el vaso lleno de lapiceros cuando la tomó, le agradeció con su mano libre. El chico no supo si le dio las gracias o si le estaba pidiendo que se fuera.

Vio los papeles muy por encima. Primero, Apartamentos Saint Julia en el centro de la ciudad, un complejo habitacional como cualquier otro, curiosamente la Ministra McIntyre vivía allí, se veía como un lugar lindo. Segundo, los edificios feos donde siguió a la pelirroja, lo que en algún momento fue un proyecto que quedó a medias después de que la contratista se fuera a pique durante la guerra civil, ahora era un esqueleto vacío de lo que hubiera sido la expansión urbanística noreste de ciudad capital.

Todo en orden, menos lo de "vacío".

Su asistente volvió y él lo miró diciéndole mentalmente que lo dejara en paz, estaba concentrado. Sin embargo, a la Ministra poco le importaba, así que tuvo que ir a su oficina. Había olvidado su saco en el espaldar de su silla.

Entró y se sentó, la Ministra lo miró y fue rápida con sus palabras.

―Se canceló la gira, Felipe, la Teniente... Leryda volverá con los ministros mañana. Ve a buscarla, tu le caes bien. «¿Bien?, yo siempre he pensado que le caigo como una patada en la entrepierna»

―Mañana es... viernes. Dígame más tarde la hora y haré hueco ―el oficial sabía que ese no era su trabajo, pero no le importó, no quería perder más tiempo que podía invertir investigando.

Se levantó y se encaminó a la puerta solo para ser detenido por Seamann otra vez.―¿Así no más? ¿Ni preguntarás? ¿Tan poco te importa el trabajo? ―expresó con la voz más rasposa de lo normal, tuvo que haber gritado mucho.

―Ah, ¡claro! ―notó su error y, aclarando su garganta, añadió ―. Cuéntemelo todo.

La ministra le contó al oficial sobre los múltiples asesinatos en Cudela y los demás eventos que pasaron durante la gira. A él se le vinieron a la mente los colgados del mes pasado y los robos de químicos de hace una semana. Las brujas estaban empezando a mostrar su poder, eran feroces en ejecución y planificación. ¿Y si todo estaba conectado?

―Hay que reforzar la seguridad, falta una semana para el aniversario. Esa noticia no puede salir, la gente entraría en pánico y eso no nos interesa ―dijo Moraes con los brazos en jarra, con tono más autoritario que de costumbre.

―Hacemos lo que podemos, por más que negociamos con los periódicos para que no saquen nada, la gente... esos malditos escuchan rumores, todo el día en sus teléfonos viendo noticias, hacen nuestro trabajo más difícil ―Seamann, cabizbaja como muy pocas veces estaba, sabía el problema que tenían delante y se negaba a creer que después de un año de relativo confort en su silla ministerial, ahora, justamente cerca del aniversario que el gobierno estaba montando, vinieran a pasar estas cosas. Golpeó su mesa con toda su rabia contenida, le dolió demasiado, ya estaba vieja para esas descargas de energía.

»―Malditas Brujas... ―continuó―, Marcano nos la quiere poner difícil. Hijo de puta insistente... Solo jode, jode, jode y ¡jode! ―frotó sus sienes a la vez que la atacó un hipo repentino. Aclaró su voz, pues no era normal verla vulnerable.

Olvidada: La Nación Sin NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora