Fuerteventura I

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TERCERA PARTE VOL.II

Aquel verano que nos unió (de nuevo)

Pedro

Llegamos a nuestro destino, Puerto de la Cruz, a las ocho de la mañana pasadas. Apenas dormí en el barco, la butaca no era muy cómoda. Al menos la mía, porque Miguel y Colu durmieron todo el viaje. O casi todo en el caso de Columbia, que se pasó un rato escuchando las canciones que le pasé. 'Punto G', 'APA' con Mora, la canción que grabé en Chile y un trozo de una canción con Aitana que estaba en el aire.

Yo me la pasé componiendo canciones en las notas del móvil. Y retomé un viejo tema de hace años.

Nota: Canción nueva

Volvió de estudiar en Columbia a la isla sin nada que hacer

El año se le hizo largo estudios y cumplir su deber

...

Hasta que me conoció, ella no se lo esperaba

La vi entrando en la disco me devolvió la mirada

Sonrisita nerviosa... (añadir algo más)

No tenía nada más que eso. Pero si tenía título, Columbia. Como ella. No solo porque puse la universidad en la que también estudió mi vecina, sino que hablaba de ella y tendría su nombre como título. La empecé escribiendo años atrás, cuando estaba perdidamente enamorado de ella.

Llevaba una pequeña maleta con la ropa y demás productos de aseo y una mochila con el ordenador y el micrófono. Por si me aburría y tenía alguna idea. El problema era que debía usar la técnica de los colchones. Esa de rodearte con colchones creando un cubículo para que simulara la insonorización del estudio. Que no lo hacía nada mal, en varios hoteles recurrimos a eso.

Caminamos hasta el apartamento. Esperaba que como mínimo hubiera dos colchones, era en lo que pensaba para hacerme un miniestudio. Serían dos días, pero al no tener casi nada en común con Colu debía hacer algo.

–Bueno, pues esto es – dijo Miguel, abriendo la puerta del apartamento.

Nada más entrar en el piso, mirando a la derecha, estaba la cocina, abierta al salón comedor. A la izquierda, una pared con un mueble para las llaves y un espejo de rebordes dorados. Columbia caminó hasta el sofá, verde oliva y muy pero que muy feo.

–No es feo ni nada el sofá – dije, haciendo que Colu soltase una risa.

–No seas malo Pedro – respondió ella, sentándose en el sofá –. Es cómodo al menos.

Mientras ella estaba ahí sentada, yo fui a explorar el resto del apartamento. Tenía un baño bastante decente y cuando fui a ver la otra puerta...

Una cama. Al menos, eran dos colchones. No había mucho más, un armario empotrado, una cómoda y un otomano gris al pie de la cama. Esta gente no tenía mucho conocimiento sobre las combinaciones entre colores.

Cuando salí, vi a Colu arrastrando las maletas, incluida la mía, por el pasillo.

Espera que te ayudo – dije y ella sonrió. Me dio mi equipaje y lo llevamos a la habitación. Ahí lo dejé, sin abrir, pero la que fue mi mejor amiga comenzó a deshacer un poco la suya.

–Oye – llamé su atención mientras guardaba en el armario empotrado un vestido –. Quizá tenga que grabar alguna cosa y bueno, es raro, pero necesitaría los dos colchones y eso para que insonoricen.

–¿Necesitarás ayuda para moverlos? – preguntó y me encogí de hombros. Ni lo sabía.

–No sé, ya veré. Era más que nada por si te molestaba o algo que – me cortó, algo ya normal.

COLUMBIA | QuevedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora