Columbia
Nunca fui una persona de mucho deporte. Solo bailaba y muy de vez en cuando, salía a correr. Pero solo cuando necesitaba un tiempo de desconexión mental de todo.
Pero esa vez, corrí como si mi vida estuviera en juego. Aunque la mía no estaba en juego, sino la de Pedro.
Su cuerpo cayó al suelo, desplomándose en medio de aquel escenario. Habían preparado un gran evento para el disco. Todo parecía ir de fábula, Noe y los chicos estábamos en un pequeño palco que habían organizado el manager y las hermanas del canario.
No recuerdo nada más que gritos de la multitud que acudió al evento, haciendo que todo se nublara en mi mente. Corrí, recuerdo como corrí hacia él como si no hubiese un mañana. Vi a Félix, el manager, correr también hacia Pedro.
–¡Llamad a una ambulancia! – gritó, una vez estuvo al lado del cuerpo del chico al que un día amé con mi vida entera.
Me acerqué, sintiendo muchas miradas sobre mi. Félix se giró y me dejó espacio para arrodillarme junto a él e intentar que reaccionara. Le tocamos un poco la cara y Félix le tomó el pulso con los dedos.
–Está bien, pero inconsciente – dijo, haciendo que asintiera levemente con la cabeza. Ambos decidimos que lo mejor era llevarlo al backstage. El equipo había llamado a una ambulancia y estos debían estar en camino. Mientras, todo el público estaba expectante. Miguel y Mimi salieron a hacerse fotos con la gente y a apaciguar el tenso ambiente que se creó.
Lo llevamos con la ayuda de los seguratas, seguía estando inconsciente y eso me preocupaba. Una vez llegamos, vi a su familia con rostros tristes y preocupados por lo que acababa de ocurrir.
La ambulancia llegó y enseguida pusieron a Pedro en una camilla. Hablaron con los padres del chico y el manager.
–En la ambulancia sólo puede ir una persona con él – oí que decía. Terminó subiendo Cristobal, el padre del chico. Ya que Mari solo hacía más que llorar por su hijo.
Seguía sin asimilar todo lo sucedido. Me senté en el suelo sin importarme nada ni nadie y una lágrima cayó. Fue en ese momento cuando todo el arrepentimiento y la culpa me invadió. El callarme lo que sentía durante mucho tiempo, el estar tan cerca y tan lejos a la vez. Los primeros meses en Londres, no parecía que cientos de kilómetros nos separaran. Era como si yo estuviera en la isla y él en Inglaterra. Pero luego todo se torció. Dejamos de ser amigos, nuestros corazones querían algo más que ninguno era capaz de gritar a los cuatro vientos.
Miré mi brazo, donde la palabra 'Polaris' y la mariposa azul compartían espacio y estética. Las dos tenían detalles y similitudes. La canción de Miguel me traía muchos recuerdos, sobre todo con Pedro. Como todos los recuerdos de mi vida, en los que él era una pieza clave. Acaricié los tatuajes mientras las lágrimas se apiadaron de mi. Lloré durante un buen rato sola, en silencio, hasta que alguien se sentó. Miré y Mimi estaba allí.
–Mi niña, estará bien – dijo, aferrándome a su cuerpo y fundiéndonos en un cálido y necesario abrazo –. Es fuerte, como tú.
Asentí. Sollocé levemente y miré a mi amiga.
–Quiero ser tu bailarina – solté, cambiando totalmente el asunto del que estábamos hablando.
Ella esbozó una gran sonrisa y de nuevo, me abrazó. Quería cambiar. Quería volver a los pensamientos del verano. A sentirme canaria, a tener a mi familia y a mis amigos cerca. Aunque Noe viviría en Nueva York, toda la distancia se podía arreglar con una simple videollamada. Esa vez lo haría bien, me repetí. Lo haría bien. Estaría donde debía estar.
–Todo y no ser el momento más indicado, me has sacado una sonrisa. Bienvenida al equipo Cols.
Decidida, me levanté. Suspiré y Mimi se levantó también.
–Te llevo al hospital.
Sin decirle nada más, nos fuimos rápidamente del backstage y fuimos en la búsqueda de Miguel, ya que mis otros amigos estaban rumbo al hospital también. Miguel apareció y cogimos un taxi hacia el hospital que los de seguridad del evento nos dijeron que estaba Pedro.
...
Narradora
Columbia estaba nerviosa. No se lo diría a nadie de los allí presentes en la sala. Que eran seres queridos de Él. Quien estaba ya despierto. No sabía porque se desmayó, supuso que cuando tuviera las agallas de entrar en la habitación del joven se enteraría. Pero tenía miedo. Llevaban tiempo sin verse. Y esa última vez no fue tan agradable como ambos esperaban.
Nuestra amada protagonista caminó con lentitud hacia la puerta. La 614. Lo indicaba con un enorme cartel, el cual tenía una Torre Eiffel en el número 1. Como siempre, Amelia haciendo referencia a otras historias, pensó esta perspicaz narradora. Esa puerta estaba algo abierta, haciendo que se oyeran voces. Y aunque muchos en la situación de Columbia hubieran ido a husmear de que hablaban, prefirió no hacerlo. Quedarse ahí hasta que Juseph y Noe salieran. Sergio ya había salido de la habitación, ya que tenía el coche, un i20, como el de la canción Non Stop de su amigo, mal aparcado en la entrada del hospital. Fue el mismo Sergio quien avisó a la de pelo rizado que podía entrar. Pero ésta tardó más de lo esperado en hacerlo.
La pareja amigos de los mejores protagonistas de Amelia salieron de la habitación, cruzandose con Columbia. Quien estaba aún más nerviosa.
–Menos mal que ya estás aquí tía – exclamó Juseph cuando vió a la chica –. Desde que se ha despertado solo hace que preguntar por ti, como siempre vaya. Pero hoy está más pesado de lo normal.
Ese comentario hizo que Colu aguantara una risa. No por la situación, que no era muy buena, sino por como lo dijo Juseph. Como si fuera una abuela quejica típica de telenovela.
–Voy a entrar – murmuró la chica. Aunque más que para informar a sus amigos fue para autoconvencerse a ella misma.
Suspiró y entró, cerrando la puerta a su paso. Caminó un poco hasta llegar a donde el chico estaba tumbado. Llevaba una vía intravenosa y una bata de hospital. Pero no tenía mal aspecto. El rostro de Pedro cambió cuando cruzaron miradas. Ambos esbozaron una sonrisita nerviosa.
–Hola – saludó Columbia –. Menudo susto nos has dado...
No sabía qué decir. Se quedó completamente en blanco. Su presencia le impuso más de lo que ella se imaginaba.
–Lo siento – se disculpó el chico –. No había comido nada porque no me encontraba bien y los focos me marearon y – Pedro cortó su propia frase –. Y lo siento.
–No tienes porqué pedir perdón. Pero deberías haber comido y – Columbia también se cortó. Si es que están hechos el uno para el otro, pensó la maravillosa Narradora –. No voy a hacer de madre porque no me apetece.
Pedro soltó una leve carcajada.
–Me gustaría que hicieras otras cosas – el intento de murmuro fue en vano, porque ella lo oyó a la perfección.
La chica permaneció callada. No supo que decir de nuevo. Suspiró y se armó de valor para decir algo y no hacer que eso fuera más incómodo de lo que ya se lo estaba haciendo.
–No es el momento...
–...ni el lugar – terminó el chico–. Lo siento. Cuando salga de aquí, me gustaría hablar las cosas. Creo que nos hace falta.
Sin mirarlo, Columbia asintió.
–Viernes que viene, ya estarás recuperado. Bar de mi hermano a las cinco de la tarde.
Pedro asintió.
–Ahí nos vemos.
Columbia hizo el amago de irse hasta que él habló.
–Pensaba que por lo menos me darías un abrazo o una colleja.
La chica se giró, aguantandose la risa.
–El viernes, no lo olvides – repitió.
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No queda nada para que acabe esta historia. Si has llegado hasta aquí, gracias por acompañarme en este viaje que acaba esta próxima semana <3
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COLUMBIA | Quevedo
FanfictionColumbia quiere triunfar en el baile. Eso siempre lo ha tenido claro. Dejará atrás su isla, su familia y amigos. También a él. A Pedro, su mejor amigo prácticamente desde que nació. Pero su sueño está por encima de todo y todos. Y no parará hasta co...