Imitadora - Romeo Santos

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Pedro

Giré la esquina y vi el letrero de la academia de mi novia. Me acerqué, en unos diez minutos acabaría su jornada y ya que me encontraba en la isla, quería pasar tiempo con ella.

A la mañana siguiente del festival, tuve que quedarme un día más en Madrid. Bia y los chicos volvieron a casa, ya que sino perderían los billetes de avión. Y por mucho que mi novia – no me cansaba de repetirlo, era adictivo – insistiera en quedarse, yo fui más insistente en que se regresara a casa.

Entré y crucé mirada con la chica que estaba en la recepción. Rubia y con gafas de pasta. Ella parecía muy sorprendida. Esbozó una sonrisa y se levantó de la silla para recibirme. No era muy alta y tenia un cuerpo definido, se notaba que hacía deporte.

–¡No me lo puedo creer! – soltó, provocando mi sonrisa sin mostrar dientes al oír el tono en el que lo dijo. Estaba emocionada.

–Hola – saludé, algo nervioso –. Venía a buscar a Columbia – comenté. Esbozó de nuevo una sonrisa, algo nerviosa.

–Está en la sala tres, le quedan unos minutos. ¿Qué tal con el éxito de la canción? – preguntó –. Tu abuela dice que estás mucho por Madrid.

Como siempre, mi abuela quejándose a toda la isla de las cosas. Aunque razón no le faltaba, últimamente mis visitas a la isla, mi casa, eran pocas. Subía a Madrid a algún evento o por cosas de trabajo.

–Trabajo, es lo que tiene – me limité a decirle.

Me indicó donde estaba la clase que impartía mi novia y decidí entrar. Así le daba una sorpresa de las buenas.

–¿Se puede unir un nuevo alumno? – solté, nada más abrir la puerta.

Todos los alumnos que seguían las ordenes de Bia se giraron, con una gran sonrisa. Se acercaron a mi y muchos me abrazaron e incluso me pidieron autógrafos.

Columbia se giró y me sonrió. Negó con la cabeza y se acercó a donde yo estaba, intentando escuchar a los veinte niños que me hablaban a la vez.

–Se puede unir un nuevo alumno, aunque no sé si su nivel será muy bueno – reprimió una carcajada. Le dediqué una mala mirada. Bailaba de miedo, lo sabíamos todos. Aunque lo hacía mejor con un par de cubatas de más, también había que reconocerlo.

La chica de pelo rizado se hizo un hueco entre los niños. Me abrazó y dejó un pico en mis labios, haciendo que todos los niños gritaran de emoción o de asco.

–¿Es tu novio? – preguntó una de las niñas.

Columbia asintió y yo sonreí.

–Entonces tu novio es famoso – comentó otra niña, de las que estaba cerca de mí.

–Si, es algo conocido – me dedicó una fugaz mirada y sonrió. Hice lo mismo.

Dediqué unos veinte minutos a hacerme una foto con cada niño y a charlar un poco con ellos. Todos se sabían de pe a pa la sesión, pero había unos cuantos que cantaban otros temas míos.

Después de estar ese rato con ellos, se marcharon. Ya que la clase se alargó algo más de lo previsto debido a mi visita. No esperaba que fuera a pasar eso en absoluto.

Cuando los alumnos se marcharon, mi novia fue a apagar el equipo de música y a coger sus cosas.

–Me has interrumpido la clase – dijo, mirándome a través del espejo. Sabía que no lo decía enserio, pero decidí disculparme igualmente.

–No era mi intención, de veras que no – ella no me miraba, ya que estaba guardando sus cosas en la bolsa de deporte –. ¿Alguna manera de compensarlo? – pregunté.

COLUMBIA | QuevedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora