Tú canción para el mundo

1K 76 1
                                    

Pedro

Meses después del estreno de 'Donde Quiero Estar'

Cada noche que dormía en casa, miraba la mariposa azul hasta caer en brazos de Morfeo. Empezó siendo inconscientemente, pero cada vez que volvía de algún concierto a mi casa, siempre la miraba. Porque esa mariposa significaba hogar. La llevaba tatuada, era de las pocas cosas que me había hecho. No quería hacerme muchos más porque la estética de ir muy tatuado no era mi favorita.

Esa noche no iba a ser menos. Acostado en la cama, miraba a la mariposa. Esperando que los segundos pasen y se estrene la canción. Su canción. Columbia. Debía admitir que no era el titulo más currado, ni mucho menos. Pero no podía ponerle otro nombre que no fuera su nombre. Porque si iba sobre ella, no le pondría de otra forma a la canción.

Picaron a la puerta y mi cuerpo se sentó. No era ella, lo sabía. No estaba en la isla por lo que sabía. Tenía un nuevo trabajo, eso comentó mi madre en uno de esos jueves de chismes con la vecina. No dijo que era, pero se ve que era algo muy importante.

La puerta se abrió, dejando pasar a Kevin. Noe, su novia, llevaba casi un año viviendo en Nueva York cumpliendo un sueño. Actuar en la obra de teatro de 'El Rey León' como el personaje de Nala. Entre los contactos que le generó la academia y el talento nato que poseía, estaba triunfando entre las bambalinas de Broadway.

–Que pasa brother – saludé, aún tumbado en la cama.

Mi amigo no saludó, solo se tumbó a mi lado.

–Tío, estoy confundido.

Me giré para mirarle mejor. Él miraba al techo con los ojos algo llorosos.

–¿Qué ha pasado? – osé preguntar, aunque por sus ojos no parecía que hubiera sucedido algo bueno.

Mi mejor amigo se giró al igual que yo segundos antes. Cruzamos la vista y soltó un sonoro suspiro seguido por un sollozo.

–Creo que lo mío con Noe no irá a buen puerto – confesó, sorprendiéndome.

Me esperaba muchísimas cosas. Lo peor. Pero eso no entraba en mis posibilidades. Llevaban seis años siendo pareja oficial por lo menos. Aunque desde bien niños ya todos sabíamos que había amor entre ellos. Era evidente, la química podía notarse a leguas. Por eso que Juseph tuviera dudas, era extraño. Nada era para siempre, me decía muchas veces. Aunque toda mi vida tuve la certeza de que, si yo con Columbia no tenía un para siempre, Noe y Kevin lo tendrían.

–¿Por qué no?

–Vive lejos. Tiene una nueva vida allí y – suspiró –. Siento que no soy parte de ella.

Bufé y miré de nuevo al techo.

–He tardado muchísimo en darme cuenta de esto – comencé, mirando una foto que tenía con Bia pegada en el techo –. La distancia no cambia nada si ambas partes quieren mantener ese barco a flote. Hablalo con ella, por favor, no cometas los mismos errores que yo.

Para mi sorpresa, Juseph soltó una carcajada.

–Pedro niño, para cometer los tuyos hay que ser tonto – me picó, provocando que le diera un leve golpe de broma.

–Gracias. Admiro lo mucho que mis amigos me apoyáis.

De nuevo soltó una carcajada para luego suspirar de nuevo.

–Por cierto, le queda un minuto a tu cancioncita.

Me incorporé demasiado rápido de la cama. Miré el ordenador, encima de la cómoda justo enfrente de mi cama. La cuenta atrás estaba finalizando. Mi amigo sacó el móvil de su bolsillo y me grabó mientras gritábamos la cuenta atrás de diez segundos.

El videoclip comenzó a reproducirse. Columbia. Su canción, para el mundo. Como debía ser.

–No pienses en lo de Noe. No se acabará, os conozco mejor que vosotros mismos.

Juseph asintió mientras veíamos el videoclip, con la actriz Martina Cariddi de protagonista. Con esa canción empezaba mi nuevo proyecto, Buenas Noches. Un álbum de desamor.

–Tu tampoco pienses en lo de Colu. Lo vuestro nunca ha sido un cuento de hadas idílico, pero conociéndoos a los dos, lograreis vivir felices. Lo de comer perdices no sé yo...

Reí por lo bajo y negué con la cabeza. Seguí con la mirada puesta en el videoclip. Tuve que actuar un poco. O al menos intentar actuar. No me quedó mal, me dije para intentar no avergonzarme de ese videoclip.

Cuando acabó la canción, sonreí.

–¿Sabe ella que has sacado esto? – preguntó mi amigo.

Negué. No sabía nada. Se enteraría, obviamente.

–No sabía ni de la existencia de esta canción. Lleva guardada desde que tengo catorce años. La escuchará seguramente.

Mi amigo asintió.

–Cuando la escuche, todo cambiará – dijo, pensativo –. Creeme que sí.

No dije nada, tampoco gesticulé. Seguimos charlando un poco y vimos como le estaba yendo a la canción en sus primeras horas de estreno. Al rato, Félix y Sergio llegaron. Todos nos pusimos a charlar y a pasar la noche juntos, como en los viejos tiempos. Todo sin hablar muy alto, ya que era viernes y mis padres me matarían como habláramos muy fuerte como para despertarles. A ellos como a mi hermana, que trabajaba al día siguiente.

Horas después, casi a las tres de la mañana, los chicos se marcharon a sus casas. Sergio y Kevin fueron juntos en el i20. Félix tardó unos minutos más, ya que se estaba terminando su cigarrillo.

–Tengo que darte una cosa – comentó, apagándolo en el cenicero de la entrada –. Me lo han dado para ti hoy. Sé de quien es solo con ver el sello. Es que no le ha hecho falta ni nombre.

Le miré, expectante. Él sacó de su bolsillo un sobre blanco doblado. Lo desdobló y como bien dijo, solo con ver el sello sabías de quien se trataba. Una mariposa azul.

–Me han dicho que lo leas a solas. Y que es una respuesta a algo que tu enviaste.

Mi manager, amigo y nuevo mensajero se marchó sin decir nada más, dejándome con varias preguntas que no tendrían una respuesta. No hasta que leyera esa carta. Esa respuesta, como dijo Félix minutos atrás. Subí a mi cuarto y cerré la puerta. Me tumbé en la cama tras apagar el ordenador. Una vez estuve listo, abrí el sobre y saqué su contenido. 

COLUMBIA | QuevedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora