Pedro
–¿Me estás diciendo que has besado a Columbia y has estado en su habitación hablando como si nada? – preguntó demasiado incrédula mi hermana –. Así, sin más.
–Sí. Así sin más. Como ya te he dicho tres veces Sof. Me tengo que duchar. He quedado con Helena.
–¿Besas a Columbia y te vas a ir con Helena? – dramatizó demasiado la situación, pensé –. Madre mía. Tienes a la chica de tus sueños en la casa de al lado.
–Me tengo que duchar.
No le sirvió esa excusa porque siguió dándole vueltas al tema. Y yo contándole otra vez la historia. Y tranquilizando a la maridrama de mi hermana mayor en cuanto a mi quedada con Helena, nada serio. Pero ella se centró en el beso. Porque seguía asimilándolo. Y yo estaba tan tranquilo, todo había que decirlo. Había besado a la chica por la cual llevaba años colgado. Todo por culpa del gilipollas de su exnovio. Tuve que decir que era mi novia y marcar un territorio que no tenía. Pero solo quería tenerlo, joder.
Logré escaquearme de las preguntas y repeticiones de mi hermana y me duché. Me vestí rápido, tenía un buen camino hasta la playa, donde me esperaba Helena. Desde la habitación de mi hermana menor se veía el mar, pero desde la mía solo podía ver la casa de enfrente y la ventana de Columbia.
Iba vestido de lo más simple, pero muy adecuado a la situación. Una camiseta de tirantes blanca, con una camisa corta blanca de rayas verticales azul marino por encima. Combinado con unos pantalones azul marino cortos y unas zapatillas blancas básicas. Ni tan mal, me dije cuando me vi vestido al espejo.
–Familia me voy, dormiré en casa de Juseph – informé, asomándome a la cocina, donde charlaban las mujeres de mi familia y la abuela de Columbia, quien ya era habitual. Mi padre estaba con el vecino en el garaje arreglando una moto.
–Pásalo bien hijo – dijo mi abuela, con una sonrisa.
Fui hacia ella y le di un beso en la mejilla. También saludé a la abuela de mi vecina, quien estaba bordando algo junto con mi abuela.
–Ten cuidado – dijo mi madre, apuntándome con la cuchara de madera de la cocina –. Cuida de Columbia, que me ha dicho Carmen que ha vuelto el chico ese.
Asentí.
–Ya le he visto antes – comenté, haciendo que me ganara todas las miradas.
–¿Algo que contar Pedrito? – preguntó con una sonrisa.
Miró hacia mi hermana. Mierda. Lo sabía seguro.
–Nada, me voy, he quedado con Helena – nada más dije el nombre de la chica todas pusieron mala cara.
Me despedí de todas y salí. Para mi sorpresa, Sergio me esperaba fuera, fumándose un cigarro apoyado en su coche.
–Como tú por aquí – esbocé una sonrisa, mientras me acercaba a mi amigo.
Él también me regaló una sonrisa y nos estrechamos las manos.
–Estoy esperando a Colu. Pero como están tu padre y el de Colu con la moto, no quería molestar con el coche en la entrada del garaje.
Asentí, se oían desde aquí los ruidos. No sabía ni de donde había salido la moto, pero esos dos siempre andaban haciendo esos tipos de reparaciones a la gente del barrio.
–Guay.
–¿Te vienes con nosotros a la playa? – preguntó y negué –. No habrá ambiente incómodo, te lo juro – prometió y reí.
–No es por eso. He quedado con Helena.
Su cara, al igual que las de las chicas anteriormente, también cambió.
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COLUMBIA | Quevedo
Fiksi PenggemarColumbia quiere triunfar en el baile. Eso siempre lo ha tenido claro. Dejará atrás su isla, su familia y amigos. También a él. A Pedro, su mejor amigo prácticamente desde que nació. Pero su sueño está por encima de todo y todos. Y no parará hasta co...