Capítulo 4

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Sentía la mirada del boxeador a cada rato. Me resultaba algo incómodo, sin embargo, decidí centrarme en el libro.

La media hora pasó bastante rápido y para mi gran sorpresa, el Don Musculitos no habló ni media palabra. Por fin ya entiende que no quiero hablar con él y sólo ignorar su existencia.

Revisé el celular cuando era hora de irme y noté unas quince llamadas perdidas de mi mamá. Oh, no.

En ese momento, Cheryl sintió el verdadero terror.

Me marché a casa con Liam Noah —él insistió y yo no tenía ganas de caminar ni de tomar el autobús— en su auto. Decidí llamar a mi madre cuando llegara al domicilio.

Al llegar, ya tenía veinticinco llamadas perdidas. Entré a la casa, apresurada. Caminé hasta mi cuarto para tener más privacidad. Tiré el bolso a la cama y me encerré allí. Sostuve el teléfono en mis manos, temerosa y tal vez demasiado nerviosa. No he llamado a mis padres desde la mudanza.

—Diosito, en tí confío. —Miré al techo y crucé los dedos.

Marqué el número de mi madre. Descolgó la llamada antes de que terminara el primer tono.

—¡¿SE PUEDE SABER POR QUÉ RAZÓN NO ME LLAMASTE ANTES?! —gritó mi madre, tan alto que alejé el celular de mi oreja.

—Hola, mamá —saludé tímidamente.

—¿Tan rápido te olvidaste de mí? Llevas tres días fuera y ya te olvidas de llamar a tu pobre madre. —El drama nunca falta con ella.

—Mamá, he estado ocupada. Estaba trabajando —me excusé.

—¡¡¡AARON!!! —Volví a separarme del móvil —. ¡¿CÓMO SE PONE LA CÁMARA?!

Supuse que mi hermanito vino para ayudarla con eso. Unos segundos después acepté una videollamada de mi madre.

—Hola, hija. —Mi padre se hizo presente con su sonrisa.

—Hermana, ¿cómo estás? —inquirió mi hermano pequeño.

—Hola, papá. Estoy bien —aseguré, sonriente.

—Muéstranos la casa. Me muero por saber cómo es —emitió mi madre.

Bienvenidos sean los problemas. ¿Qué pensarán cuando vean a Liam Noah LeBern?

Con una conciencia así, no necesito enemigos. Y no es necesario que lo vean.

—Claro —reaccioné.

Mentalmente le recé a todos los dioses para que el estúpido boxeador estuviera en su cuarto. Cambié la cámara frontal a la cámara trasera para mejor vista.

Mostré toda la casa por la videollamada a mis padres y a mi hermano menor. Por suerte el chico y su hermoso perro no estaban cerca. Parece que salieron a pasear. Mejor así.

***

—Cocina solo para tí si quieres. Iré a comer fuera —anuncié, colgando mi cartera al hombro.

Con el dinero que me dieron mis padres antes de mudarme iría a cenar a un restaurante, a ese al lado de la clínica.

—Recuerda no traer ligues a la casa —me recordó El Destructor.

—¿Quién dice que un hombre debe invitarme para ir a comer en un restaurante?

Él rodó los ojos y soltó un bufido. Miró fijamente a mi cuello donde se ubica la luna tatuada. Ahora es que debe darse cuenta de eso.

AMOR ALQUILADO√√Donde viven las historias. Descúbrelo ahora