Capítulo 3

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Pienso que, en nuestras vidas como personas decentes o no tanto, todos nos hemos levantado en la mañana completamente desorientados sin saber dónde estamos o nos secuestraron o si ya morimos. Pues, así desperté hoy. No tengo la menor idea de qué hora es, creo que tampoco quiero saberlo. Al menos ya amaneció.

Me levanté de la cama con ganas de seguir acostada. Lo primero que hice fue abrir la ventana.

Del otro lado de la calle hay varias casas como la mía. No hay nadie pasando por la calle. Todas las puertas y ventanas están cerradas. ¿Esta gente no sale a ver la luz del día?

Salí de la habitación y fui directo al baño. Por suerte está bastante cerca. Entré sin hacer ruido con la puerta para que el Musculitos no se percatara de que ya estoy despierta. No necesito lidiar con él tan temprano.

Sin demora me di el baño matutino y me vestí como se debe para ir a una entrevista de trabajo que tengo programada desde hace una semana, más o menos. Además debo dar una buena impresión para que no me despidan cinco minutos después. ¿Qué mejor que una buena vestimenta?

El traje beige para el que mis padres estuvieron ahorrando por meses era el perfecto. Me hice en el cabello una cola. Entré a mi cuarto por última vez para ponerme mis anteojos y los tacones bajos de color rojo que voy a estrenar justo hoy.

Me dirigí a la cocina, a pasos firmes, derecha como una vela y sin pestañear. No había señales del otro inquilino. Puede ser posible que todo haya sido un mal sueño y que en realidad viva sola.

Abrí la nevera para comprobar que está vacía. Ni siquiera hay agua. Ayer en la tarde llegó un camión con electrodomésticos del boxeador. Por lo menos ahora en la casa el estúpido tiene una lavadora, un horno y un microondas en la cocina. Un televisor en la sala y otro en su cuarto.

Menos mal, porque así el de la sala es sólo mío.

Me senté en una de las sillas de la mesa que hay en la cocina y saqué mi celular del bolsillo. Vi la hora. Son las ocho de la mañana, con razón el barrio está tan apagado. A las nueve tengo que estar en la nueva clínica.

—Buenos días. —Escuché la voz del boxeador.

No me volteé a saludarlo. Planeo ignorarlo todo el día. No estoy de humor para él.

—¡Buenos días! —Elevó la voz al verse ignorado.

Desbloqueé mi celular y abrí Instagram mientras tarareaba una canción. Escuché que el boxeador soltó un sonido de indignación. Dos bolsas fueron dejadas por él sobre la mesa.

Vi su alta y esbelta silueta alejarse. Se veía algo molesto. Pobre, no soporta ser ghosteado.

No todos están hechos para eso.

Me levanté de la silla y revisé las bolsas. Una lleva comida y la otra líquidos. Tomo la bolsa de comida y me preparo un jugo de frutas. Eso es suficiente por ahora.

De nuevo fui a mi habitación, agarré una cartera marrón lo suficientemente grande como para meter dentro mi monedero, el celular, las llaves de la casa y la cajita de las gafas.

Eché una última miradita al espejo y me dispuse a irme. Ya son más de las 8:15 de la mañana. Aún estoy a tiempo pero mejor ser precavida y marcharme temprano.

Encontré a Liam Noah jugando con su perro en la sala. Me acomodé los anteojos antes de salir. Dag me ladró, lo que interpreté como una despedida de su parte. Le sonreí al can y salí de la casa sin decir adiós al boxeador.

Enseguida tomé un taxi que me llevó hasta la clínica. Realicé la entrevista con el director y para mi suerte fui aceptada. Mañana mismo empezaría a trabajar ya que necesitaban de una psicóloga.

AMOR ALQUILADO√√Donde viven las historias. Descúbrelo ahora