Capítulo 19

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Estuve llorando toda la noche. La horrible imagen de él sobre mí en el baño del bar no abandonaba mi mente.

Ni siquiera pude dormir en la noche. Las palabras de ese hombre seguían en mi cabeza, torturándome.

Había sufrido un abuso sexual. Me sentía sucia, como si no valiera nada.

Llevo diez días sin salir de casa. No doy señales de vida. Quiero morirme. Me baño cinco veces en el día y me sigo sintiendo como basura.

Mis amigas no dejan de enviarme mensajes, preocupadas. Incluso se han presentado en mi casa y lo único que puedo hacer es llorar. No he dado la cara al mundo, aún.

Salí a ver la luz del día cuando recordé que debía ir de compras al supermercado ya que no tenía mucha comida en la nevera. Me puse una ropa que me cubriera todo el cuerpo y que no resaltara nada.

No tenía otra opción, debía salir.

Coloqué todas las cosas en el carrito y fui a pagar. Había una cola de espera bastante larga y avanzaba lentamente. Cuando por fin fue mi turno me sentí aliviada. La mujer que realizaba el proceso de pago hablaba por teléfono y estaba muy distraída de lo que en realidad debía hacer, su trabajo.

La espera me pone peor de lo que ya estaba. Soy muy impaciente. Y esa chica no prestaba atención a lo que hacía. Después de todo decidí no prestarle atención. Mantuve la calma con un esfuerzo sobrehumano para mí.

De igual modo la miré con mala cara todo el rato.

—No puede ser cierto. Tengo que encontrarte además en el supermercado. —El ex boxeador apareció de la nada con una canasta llena de comida en sus manos.

Él traía una camiseta blanca que dejaba ver sus musculosos brazos y además llevaba unos pantalones cortos. Su cabello estaba desordenado lo que hace que se vea ridículamente atractivo. Y me miraba fijamente.

—¿Es en serio? —expuse, ya cabreada por la vida.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, irritado.

—¿Acaso no puedo venir a comprar comida? —puntualicé en un tono frío.

Noah chasqueó la lengua con molestia. Se fijó más en mí y en mi ropa. Me sentí demasiada incómoda.

—Cheryl, estás... —Se detuvo a sí mismo. Veía preocupación en su mirada—. ¿Qué te pasó? ¿Estás bien?

—No es tu problema —mencioné.

Me dispuse a irme. Él me agarró del brazo. Me tensé de pies a cabeza, recordando lo que me había pasado. Aquel hombre había hecho lo mismo cuando quería marcharme.

—Sí es mi problema.

Empecé a llorar de nuevo. Don Musculitos me soltó. Intentó secarme las lágrimas, aunque impedí que me tocara.

Escapé de allí, pero no salí del supermercado. Liam Noah no me siguió y agradezco eso.

Abrí una de las neveras para agarrar más bebidas. Lo primero que vi fueron muchas latas de cervezas con nombres y colores diferentes. Lo segundo fue botellas de plástico llenas de un líquido transparente.

—¿Y esto qué se supone que es? —murmuré para mi misma.

Leí la etiqueta.

—¿Agua oxigenada? —Pestañeé con incredulidad—. Nunca entenderé a los ricos.

Ya te lo dije: espíritu de pobre, pequeño murcielaguito.

Necesito paciencia.

Oh, Dios todopoderoso brinda un poco de paciencia a este ser tan extraño.

AMOR ALQUILADO√√Donde viven las historias. Descúbrelo ahora