Un nuevo día comenzaba. Me dolía la cabeza como nunca en mi vida. Ni siquiera en la época del tatuador me dolió tanto. Me levanté de mi cama soltando maldiciones en voz baja. Al menos hoy no era mi turno de hacer el desayuno.
Aún traía la ropa de ayer. No me acuerdo de nada ocurrido anoche. Sólo sé que hice una nueva amiga, malamente la recuerdo. Busqué mi celular y me dispuse a mirar la hora en el momento en que lo vi en un rincón de mi habitación. Me distraje con el fondo de pantalla por unos segundos y no me fijé en la hora. Al hacerlo no podía creer lo que estaba viendo. ¡Era mediodía día ya! Perdí un día de trabajo. Genial.
¿Te golpeaste la cabeza en el bar? Hoy trabajas en la tarde.
Uf, menos mal. Estoy de suerte por lo que veo. Gracias por recordármelo.
Entré al cuarto de baño del dormitorio y me di un baño de —por lo menos— diez minutos. Realmente no tenía muchas ganas de volver a cambiarme cuando deba prepararme para ir al trabajo y por flojera me vestí con una blusa de cuello alto y unos pantalones de mezclilla azul. Me decidí a salir con un libro en la mano, su nombre era "A sangre fría". Literalmente la portada era un cuchillo ensangrentado. Obviamente era un libro de asesinos en serie y cosas así.
Me lancé en el sofá. Dag me miraba con curiosidad desde el otro sofá. Hizo sonar sus patitas peludas por el suelo y subió a mi lado.
—¿Qué? —balbuceé con una sonrisa divertida.
Ladeó su cabeza.
—Curioso comportamiento. Eres muy inteligente Luz del Día. —Lo acaricié.
Él se mostró satisfecho. Soltó un ladrido bajo.
Abrí el libro. Como si de un humano se tratara, el perro se acercó más a mí y prestó atención a la obra en mis manos. Colocó su cabeza en mi brazo y yo comencé a leer en voz alta. Noah apareció de la nada con un delantal de cocina. Lo miré de reojo. El boxeador se quitó el delantal y se sentó a mi otro lado.
—¿Qué lees? —preguntó el chico.
—Un libro.
—Muy graciosa.
—Lo sé.
—¿De qué es el libro? —indagó nuevamente.
—Me estás interrumpiendo, Liam Noah —recriminé y le di una mirada que lo hubiera matado.
Él se cayó por un buen rato. Dejé de leer en voz alta. Me daba vergüenza hacerlo con Liam Noah a mi lado. Continué leyendo para mí.
Don Musculitos se acercó y leyó conmigo. Me gustó su interés en mi lectura. Estuve satisfecha de explicarle cada vez que hacía una pregunta sobre el libro. Estaba atento hasta que se levantó, de nuevo se puso el delantal y se fue a la cocina.
***
El timbre de la puerta sonó, sacándome un susto que me hizo soltar un sonidito.
—Yo voy —enunció El Destructor.
Se dirigió a la puerta para recibir a quien quiera que estuviera ahí. Lo vi pasando de largo desde la cocina. Pasó una hora y él todavía lleva puesto el delantal. Se me hace gracioso que el boxeador siendo tan aparentemente rudo se vea así como hombre de casa.
Me hice a un lado para poder ver mejor lo que sucedía en la puerta.
Viva el chisme.
—Hola, cuñada —me saludó Leo.
Se veía extraño, como si estuviera preocupado por algo.
Él llevaba puesto un traje de empresario como el que tenía la primera vez que nos vimos en esta misma sala.
—Hola, Leo —saludé también, cerrando mi libro y ocultando mi irritación.
Ambos hermanos se sentaron, el boxeador a mi lado y el otro en el sofá del frente. El rostro de felicidad de Noah desapareció en cuanto su hermano llegó.
—Bueno, Susie me ha dicho que viniera a hacerles una visita, además de informarles que haremos una pequeña cena para darle la bienvenida oficial a Cheryl a nuestra familia —soltó el hermano mayor.
—¿Darme la bienvenida oficial a la familia? —Enarqué una ceja.
—Está bien si no quieres ir. Lo entenderé. Podrías necesitar más tiempo —comentó Liam, dirigiéndose a mí. Lo noté tenso y nervioso.
—Tranquilo, amor. Voy a ir, no te preocupes. —Sonreí con dulzura y posé mi mano por su hombro.
—¿Estás segura? —inquirió el Don Musculitos, dirigiendo su mirada a mí.
Los hermanos LeBern intercambiaron miradas, preocupados.
—Claro que sí, cariño —contesté.
***
La hora de irse a dormir había llegado. Después de todo no fui a trabajar. Noah lo arregló por mí. No mentía cuando dijo que se llevaba bien con mi jefe. Bendito sea.
Me puse un pijama —una blusa de tirantes finos y unos pantalones cortos— rosado con puntos negros. Me quité las gafas después de traerlas todo el día puestas. La irritación ya se me había pasado hacía mucho tiempo.
Abracé la almohada y me dormí plácidamente.
Salí de mi habitación aún en pijamas. Era un día soleado. Hoy el desayuno debo prepararlo yo. Abrí el refrigerador y busqué algo con la mirada. Lo cerré nuevamente. Solté un bufido.
Pues tostadas será.
Exactamente. Eres útil cuando quieres.
Me insultas.
Ay, cuanto lo siento. Bueno, en realidad no lo siento.
Preparé tostadas con mantequilla de maní e hice jugo de frutas. Organicé todo en la mesa de la cocina. Puse dos platos con dos tostadas cada uno, al lado de cada plato hay un vaso de cristal lleno de jugo y por supuesto, había otro plato con más tostadas, la mantequilla de maní y la jarra de las frutas.
Todo estaba listo cuando el paso feliz de Dag y su amargado dueño aparecieron.
—Buenos días, cariño —murmuré, con una sonrisa.
—¿Cómo dormiste, amor? —interrogó él, mirándome a los ojos.
—Muy bien, gracias por preguntar.
Ambos nos sentamos y deboramos toda la comida que había servido.
Me sentía nerviosa por ir a la casa —o al menos a una de ellas— de los LeBern.
Y ni siquiera eres la novia real.
Mi elección para ir fue un vestido amarillo con flores negras, pegado al cuerpo en la parte de arriba y suelto en la parte de abajo. No me molesté en ocultar mi tatuaje. Era realmente innecesario. Escogí unas botas negras que hacían un conjunto precioso con el vestido. Recogí mi cabello en una perfecta coleta alta.
Me maquillé un poco. Me coloqué unos pendientes que llegaban hasta la mitad de mi cuello y también un collar que hace juego con los colgantes. Agarré un pequeño bolso dorado para llevar ahí mi celular y las llaves. Me miré una última vez en el espejo y eché perfume en mi piel aunque naturalmente huelo bien —según me han dicho—. Al salir, aspiré una gran bocanada de aire y me encontré con el boxeador esperándome con impaciencia.
Mmm... Esa camisa le queda muy bien.
Y es cierto.
Lleva una camisa negra que se le pega al cuerpo con las mangas recogidas hasta sus codos. Se ve muy elegante incluso con el cabello despeinado.
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AMOR ALQUILADO√√
RomanceUna psicóloga a la que le faltan unos cuantos tornillos. Un boxeador al que no le gusta luchar. Hay algo mal aquí. Comprar la misma casa y no saberlo está bien jodido, pero vivir juntos y ser completamente extraños lo es aún más. Completamente opues...