Capítulo 8

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Apago la televisión y me levanto del sofá con dificultad. Estaba muy cómoda aquí, pero alguien decidió interrumpir mi paz tocando el timbre. ¡Y tres veces!

Preparo mi mejor cara de amargada para abrir la puerta.

—Oh, hola, chicas. —Les sonreí.

Alissa y Sara vinieron a visitarme. A ellas si les aguanto que me interrumpan.

—Buenos días —dijeron ambas a la vez.

—Cariño, ¿quién es? —preguntó Liam Noah saliendo de la cocina. Sin camisa.

—¿Cariño? —cuestionaron mis amigas, levantando y bajando las cejas repetidamente.

—Tenemos visita, Sara y Alissa —respondí a Liam—. Pasen.

No pude evitar mostrar una sonrisa de nervios. Descubrieron mi pequeño y musculoso secreto.

Ellas entraron. El boxeador saludó. Las dos mujeres me miraron soltando risitas. Mis mejillas comenzaron a arder. Liam Noah contenía una risa.

—Esto... Tomen asiento, por favor. —Señalé uno de los sofás.

Mi perro favorito llegó ladrando feliz. Hasta el can es más sociable que yo.

—¿Cuándo pensabas contarnos sobre este chico? —preguntó la camarera con mucha curiosidad.

Dag se recostó en mi regazo.

—Pues, no lo creí importante. —Me encogí de hombros.

—¡¿Cómo que no es importante?! —inquirió la chica del bar.

—Mejor te dejo a solas con ellas —soltó LeBern.

—Liam Noah, no me dejes —amenacé.

—Vale, vale —aceptó él, levantando las manos en señal de rendición.

—Sois el uno para el otro —comentó Sarita.

—Concuerdo contigo —enunció la morena mirando a Sara.

Ellas se quedaron en mi casa por un tiempo bastante largo. Realmente odio las visitas extensas aunque fingía que no me importaba para no incomodarlas.

El día transcurrió con normalidad. Continué leyendo el segundo libro de "Meses a tu lado" en la tarde. Sólo me levanté del sofá para hacer la cena y llamar a mi familia, cuya conversación duró más de media hora.

***

Cenamos en silencio. Después me dirigí a mi respectivo baño para darme una ducha. Ya era de noche. Me duché tranquilamente y me puse mi pijama rosado con puntos negros. Me eché un poco de perfume y salí. No tenía sueño así que me fui a la sala. Encendí la televisión. Esta vez Dag no se encontraba dentro de la casa, sino en el patio trasero así que no tendría su preciada presencia.

El boxeador llegó de la nada, como siempre. Se sentó a mi lado en el sofá. Suspiró de aburrimiento. De reojo percibí que miraba mi perfil. Puse una película de acción y comedia llamada "El dragón pasado de peso" que ya había visto antes.

Me levanté y traje palomitas de maíz. Apagué todas las luces y volví a acomodarme en el sofá. La luz del televisor era la única en toda la casa. Me quité las pantuflas de conejitos que traía puestas. Subí las piernas al asiento y las crucé.

El Don Musculitos agarró un puñado de palomitas y se dispuso a comerlas. Una por una. Yo hice lo mismo, pero con el tazón entero de cristal. Las comí todas. Al acabarse no me di cuenta de que un tirante de mi blusa no estaba en su lugar, en mi hombro. Se encontraba más abajo. Mi cabello estaba atado en un moño. Por lo tanto toda la zona era muy visible.

AMOR ALQUILADO√√Donde viven las historias. Descúbrelo ahora