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Capítulo 8

 Amar para morir

Algunos viejos hombres dicen que un lobo puede morir sin llegar conocer a aquella alma con la diosa les destino. Los afortunados se conocen un siglo antes de morir y aquellos bendecidos pueden compartir toda una vida juntos.

También es dicho que el destino se comparte entre padres e hijos, es así como si los progenitores son destinados hay más probabilidad para que la generación siguiente también halle a su destino. Taddeo, como su padre, encontró a un destino para él. Pero al igual que su padre, dicho destino tendrá un trágico desenlace de ser aceptado.

—Ey, dormilón—saludo el ojiazul al adormilado de cabello negro a su lado.

— ¿Qué hora es? —preguntó desperezándose.

—Cerca de la una, tu padre me va a matar por no reportarme a la junta—dijo terminando de levantarse. Ambos estaban desnudos, en el cuerpo de Lucas había marcas.

—Lo siento por eso, creo que me emocione—dijo al observar la espalda de su compañero.

—Tu padre me mataría si me viera ahora—dijo volteando para ver a Taddeo.

—Él debe estar en su oficina, no tienes de que preocuparte—respondió.

—No, Edwin, él se reirá de esto—corrigió—, hablo de Danny, yo fui su amor platónico en la preparatoria y él fue mi primer beso con un hombre. Y ahora estoy aquí contigo, desnudos y—Taddeo se acercó y le dio un beso, uno corto y sutil.

—Ve a presentarte con mi padre, no quiero que venga a mi cuarto a preguntarte y nos encuentre así—aconsejo Taddeo.

—Tú, ¿qué harás?

—Iré por algo de comer, tomaré una ducha—tomo una profunda inspiración—de hecho, deberías también bañarte, apestas.

—Había olvidado lo de sus sentidos superdesarrollados—dijo Lucas negando un poco con su cabeza—. La reunión de la que había hablado es en la noche, para que estés preparado.

—Por supuesto, estaré en el campo de entrenamiento—Lucas tomó una corta ducha antes de dejar el cuarto de Taddeo.

Él siguió acostado un par de minutos más, cerrando sus ojos para revivir con una exactitud inquietante cada sensación, cada roce y cada vez que se vio reflejado en los ojos claros de su compañero.

—Este sitio apesta—esa voz, alzo la vista y Sergio traía un plato con lo que parecía un estofado de pollo y limonada.

Le dedicó una sonrisa, el omega dejó el almuerzo sobre la mesa de noche y tuvo la intención de acercarse a Taddeo.

—Encontré a mi destino—dijo sin más, Sergio hizo una mueca, luego alzó las cejas y tomó lugar al lado de Taddeo.

—Vaya, eso no me lo esperaba—tras dos segundos se rio—creo que nadie, y ¿quién tuvo la desdicha de ser destinado contigo?

—Lucas.

— ¿Lucas?

—Sí, Lucas—reafirmó.

—No es muy grande para ti—dijo—espera, tú no elegiste—se echó a reír—, pero ¿cómo te diste cuenta?

—Pasamos la noche juntos.

— ¡Por eso la habitación apesta! —nuevamente una risa—ay, por la diosa, que esto será una muy buena anécdota. Por cierto, felicidades. No todos conocen a su destino tan joven

—Gracias, espero entiendas.

—Taddeo, solo teníamos sexo porque era divertido—dijo restando importancia—, además ambos sabemos que funcionamos mejor como amigos.