Capítulo 31

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Lo que no puede cambiarse.

El tiempo, para un vidente, no es algo más que una extensión de sus propios sentidos. Tras años de practicar y entrenar sus habilidades un vidente deja de ver el tiempo como eso que dictamina la secuencia de las cosas, en el trascurren las actividades que alguien puede hacer en el día.

Para Danny el tiempo se volvió una galería donde hay infinidad de salas, con infinidad de cuadros y todavía una más grande infinidad de historias. Él podría dedicar la eternidad a observar cada sala, intentar comprender cada cuadro y buscarle un sentido a cada historia, pero al final solo estaría viviendo la historia de alguien más y su vida, al final del tiempo, solo habría sido la de alguien más. En la historia de aquella galería quizá lo recordarán como el gran vidente que se sacrificó por su pueblo, puede que sea olvidado y que los cuadros que cuenten su vida sean cubiertos por una tela para que ya nunca sean vistos.

Danny se encontraba caminando por la biblioteca de la gran casa, miraba los libros organizados en las repisas y separados por géneros, pero si le preguntaban que había observado, no tendría una respuesta en ese momento. Su vista estaba más allá de los libros, miraba los sucesos que ocurrirían en unos meses intentando adecuar su plan a uno ellos e intentar salvar la mayor cantidad de vidas en el proceso.

Era cierto que descubrir el origen de su vida había hecho que perdiera su norte, pero tenía claro por qué lucharía cuando llegará el día de decidir. En aquel momento, su mayor miedo estaba en las personas que al final de aquel día ya no estarían para celebrar en la mañana del día siguiente; los integrantes del consejo serían los primeros en morir, los líderes de las manadas hermanas quedarían entre la vida y la muerte. Su pueblo nuevamente vería mucha sangre y muchos hijos se convertirán en huérfanos. Quizá lo culpen por las muertes de aquel día; después de todo, su hijo sería quien las ocasiones. ¿Podría cargar con ese peso? Nunca tendría una respuesta concreta a eso.

—Alpha, el primogénito, desea reunirse con usted—uno de los lobos había entrado en la biblioteca inclinando la cabeza—le dije que había solicitado que no lo molestaran, pero insiste en que es algo importante.

Danny volvió en sí, dejo salir algo de aire mientras miraba al hombre en la entrada.

—Por favor, hazlo entrar—pidió mientras el hombre se retiraba dando un asentimiento.

—No quiero quitarte mucho tiempo, Danny—habló cerrando las puertas de la biblioteca tras él— solo he venido pedirte un favor.

Danny le hizo un ademán para que se ubicara en uno de los sofás que estaban frente a las repisas en las que él mantenía su vista. Taddeo suspiró pesado y obedeció.

—Se ha lo que has venido, Taddeo, y la respuesta es no—dijo el vidente.

El primogénito volvió a suspirar pesado.

—No lo has considerado siquiera—Taddeo miraba fijamente la espalda de Danny—. Si lo haces, nos aseguraremos de que gente inocente no derrame sangre en una guerra que no es la suya.

—Has dimensionado las consecuencias de lo que estás pidiendo—replicó el vidente—, te has parado un momento para pensar en todas las consecuencias, no solo para contigo, sino para la manada, para nuestras tierras y con las manadas hermanas—él no respondió ante la mirada de Danny—. No, la respuesta es no. Solo has pensado en ti, en lo que dará una ventaja en la pelea que tú mismo estás buscando con la madre que todo lo decide. Hay más consecuencias que beneficios en tu solicitud. Así que reitero lo que te dije, no voy a exiliarte de la manada.

—Puedo solicitarlo como primogénito.

—No, no puedes. En tu posición solo puedes solicitar que se te sea quitado el privilegio de ser elegido Alpha cuando el actual líder decida ceder el lugar—Danny elevó un poco la voz mientras Taddeo se levantaba de su lugar—. El exilio solo se otorga cuando se comete traición, no por solicitud.

El de ojos Azules © #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora