La sangre del padre y la furia del hijo
No pudo moverse, con una de las manos sobre el abdomen bajo, haciendo algo de presión a una herida que tenía. Por sus mejillas unas cuantas lágrimas resbalaban, respiraba fuertemente mientras sentía la fatiga hacer mella en su cuerpo.
«Tienes que hacer algo, Danny», era lo único que se repetía una y otra vez.
No podía enfrentarse a ambos enemigos al mismo tiempo, tenía que decidir qué era lo más importante. Si bien, defender la gran casa debería ser su prioridad como Alpha, ya que mientras el edificio estuviera fuera del poder de sus adversarios, quedaría una semilla de la cual su manada podría renacer. Pero el pueblo también hacía parte de su manada; construirlo fue la demostración de que eran fuertes, fue el grito de guerra para los otros pueblos. No sería prudente atacarlos. Sin el pueblo, volverían a ser una tierra de guerra, donde muchos intentarían reclamarla como suya y que terminaría forzando una gran migración. Estaba contra las cuerdas en ese momento.
«Piensa, Danny. Tienes que pensar en algo», la sonrisa de Cliff era repugnante; le provocó náuseas verlo allí sonreír sin apartar la mirada.
—Es increíble pensar que tuvo que recurrir a esos monstruos para poder rivalizarte, hijo.
Ella estaba a su lado; su vestido largo, de color negro, y con flores moradas, verdes y algunas rojas. Era uno de los vestidos clásicos que ella solía vestir o, por lo menos, así lo recordaba Danny.
—Cliff, no te parece un poco exagerado llegar tan lejos solo para cambiar una decisión que se tomó en el pasado—. Mery estaba a un costado de vidente, tenía su cabello recogido en una cola alta y lucía un poco más joven que la última vez que la visitó.
—Es un asunto pendiente entre tu hijo y yo, Mery—. La sonrisa que había mantenido el brujo fue deshaciéndose.
—Es también mi pelea, Cliff. Desde que decidiste traicionarme y apartarme de mi familia —Mery colocó una mano sobre uno de los hombros de Danny y le brindó una sonrisa amable—. Debes medirte contra el Darack, Danny. Pero recuerda que ya no puedes desterrarlo, tendrás que acabar con su vida antes de que él acabe con la tuya. Si se decide lo malo, tendrás que asesinarlo.
—Mamá.
—Llévate a tu luna y a los hombres que quedan. No me son útiles en su estado actual.
—No puedes hacer esto sola, ma—protestó Danny.
—No será la primera vez que me toque dar batalla contra un ejército—sus ojos, a diferencia de otras veces, brillaron en un intenso verde eléctrico—. Cliff aún debe pagarme una, mi niño.
Quiso decir algo, pero su madre lo empujo hacia el costado opuesto de donde ella estaba y cayó sobre el asfalto de una de las calles del pueblo. También arrojaron metros más adelante a Edwin y a los pocos hombres que lo acompañaban. Los únicos que no pudo ver fueron los representantes del concejo.
— No tenemos oportunidad contra esa cosa, cariño — Edwin se acercó para ayudarlo a levantarse. Tenía una que otra raspadura; el daño más notorio lo notó en uno de sus brazos a la altura del bíceps. Sangra bastante.
Cuando estuvieron a la misma altura, se concentró en ayudar a sanar a su compañero. Edwin lo separó casi de inmediato.
—No resistirás más de una hora con ese sangrado —se apresuró a decir el vidente ante la mirada de su compañero. El daño se había reducido, pero no curado por completo —ni ellos tampoco—. Eran poco más de nueve hombres, los ayudo a recuperar hasta donde puedo antes de tener que doblarse ante el dolor que se extendió por su cuerpo.
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El de ojos Azules © #PGP2024
Fantasy•|Libro 2 - Videns|• »Porque no todo azul reflejó el océano, hubo alguna vez uno que reflejo el ojo de la muerte» Ser padre nunca es fácil; no existe un manual que te indique paso a paso qué hacer con un pequeño que solo llora a cada media hora y pi...