Capítulo 35

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La ira de un dios. 


Aquel lago se había convertido en un lugar que lo ayudaba a pensar con calma, permitiendo que los escenarios en su cabeza tomaran un orden. Inspiro centrando su energía en cambiar. A su vez quería llenar ese vació que estaba perforando su pecho desde su enfrentamiento con el padre de la noche.

El cambio inició, sus huesos y músculos dando forma a la forma animal, pero antes de terminar de cambiar hizo uso de sus habilidades de videncia. Separando su forma humana de su forma animal, quedaron un muchacho que cayó sentado de un lado y un lobo de pelaje blanco del otro, se veía algo confundido.

—Seremos uno siempre, sin compartir la misma piel, compartiremos el mismo corazón—musitó y extendió la mano al animal que, temeroso, se acercó a olfatearla para luego colocar su cabeza contra ella, sellando así su unión—. Es tu turno, brujo.

El lago se agitó como esa vez y en el centro unas escaleras emergieron. Eran de roca y en forma de caracol se dirigían a lo profundo del lago, Cliff estaba en la entrada y sonriéndole descendió hasta perderse.

—Madre, pido a ti que.

—No necesitas mencionar ese estúpido protocolo—la mujer estaba a su espada sentada sobre un tronco que nunca había estado ahí—. Sé que vienes a negociar o solicitar un enfrentamiento según las leyes, blah, blah. Podemos pasar directo al plato fuerte—ella sonreía con mucha seguridad.

—No hay porque apresurarnos, Kronita—la mujer bajo la cabeza riendo solo un poco—Tiemsa de Kronita, la madre que todo lo decide.

—Bonito perro—el lobo de pelaje blanco gruñó. Estaba a un lado de Taddeo mirando inquisitivamente a Kronita—. Así que esperar que ese truco te permita entrar nuevamente a ese mundo.

—No, la verdad esperaba que fuera suficiente para que se acumulara la perturbación—ella ya no estaba sonriendo—. Vencer al padre de la noche no hizo que se desbordara ese vaso de caos, solo necesitaba una gota para terminar.

Kronita quiso ir hasta el olvido, pero no pudo desvanecerse como siempre lo había hecho. Miró hacia la derecha, donde estaba un anciano al que le costaba hasta respirar. Biztanico. La joven Lyconia estaba a su izquierda con el aspecto juvenil que aún conservaba.

—No te irás hasta que termine contigo, madre.

La onda de energía que recibió solo la hizo retroceder un par de metros, alzo su vista encontrándose con la mano alzada de Taddeo y sus ojos iluminados en un intenso azul. Frunció el entrecejo, cambio de ropa en un chasquido y sus bastoncillos de madera se alargaron formando dos lanzas con una punta metalizada. Kronita se lanzó contra el muchacho, su velocidad desafiaba las reglas de esa realidad, por lo que para evadir el primer ataque convoco un escudo. El choque de la punta metalizada y el escudo, que parecía de madera, provoco una onda que derribó algunos árboles alrededor. Sin embargo, la otra lanza venía sobre él desde arriba. El lobo la intercepto con su hocico lanzándola hacia el bosque. Taddeo empujo el escudo haciendo retroceder a la mujer y trajo a su mano un bastón.

Taddeo arremetió contra la mujer, tomando el bastón por la parte más delgada con ambas manos y usando la parte más ancha para golpearla, como si de una maza se tratara, pero cada golpe era evitado por la mujer con mucha facilidad. Ella aprovechó un el salto que había dado el muchacho para acertar otro golpe para lanza un puntazo directo con una de las lanzas, la otra fue atraída hacia el combate y tenía la intención de evitar que el primogénito lo pudiera evadir atracándolo desde la espalda. Pero Taddeo no sería vencido todavía, sus ojos reescribieron la línea de ese tiempo y el ataque que está por recibir en la espalda simplemente falló, mientras que el frontal impacto contra el bastón provocando otra onda un poco más intensa. Kronita no fue tomada por la sorpresa, pero sí quedo satisfecha al conocer el alcance de las habilidades del primogénito. Lo siguiente que sintió fue un fuerte golpe que la arrojo al lago.

El lobo la miraba con el hocico fruncido, mostrando los dientes y los ojos también levemente fruncidos. Taddeo descendió al costado con gracia sobre el pasto. La mujer se levantó sobre el agua, sus prendas estaban empapadas, pero eso no le hizo perder la leve sonrisa que empezaba a brotar de sus labios. Ella desapareció en un borrón, Taddeo intento armar su defensa nuevamente, pero lo siguiente que presencio fue a su lobo que era atravesado por ambas lanzas y arrojado al interior del bosque con tal fuerza que se llevó árboles por delante. Él también sintió el dolor en el abdomen, las lágrimas que brotaron de sus ojos y la ira que se coló hasta sus sentidos.

—Cuando termine aquí, lamentarás haber sacrificado tu lobo por nada.

—Me temo Kronita, que los únicos lamentos que se escucharán serán los de una mujer que perdió todo por lo que había trabajado.

Tras el vidente se alzó una bestia, de color blanco y con facciones más pronunciadas; su pelaje era blanco, pero ya no irradiaba esa luz de antes, estaba en dos patas y su altura sobrepasaba a la del primogénito, con una cabeza triangular y orejas puntiagudas que se inclinan hacia adelante. Muestra sus dientes, pero estos son más prominentes que los del lobo que hasta hace un momento era. Los ojos ahora brillan de un azul cobalto intenso. Trae consigo las lanzas, una en cada garra, las cuales rompe con facilidad y la arroja tras él.

—Debería estar muerto—dijo la mujer sin una expresión definida—veo que no morirá si tú tampoco lo estás, ¿es así, no? Ambos deben morir al tiempo, si no, no servirá de nada.

—Es hora—la bestia se lanzó contra la mujer, ella se preparaba para la embestida.

Taddeo elevó sus manos hacia ella, centro su energía en sus manos mientras cerraba los ojos y momentos antes de la bestia se encontrará con ella, esta se apartó. Taddeo abrió sus ojos, de sus manos se extendió un haz de energía azulada que rodeo a la mujer llevando el combate hasta el olvido, ese infinito lugar de arena cubierto por una delgada capa de agua. Cliff también estaba allí, mirando el infinito paisaje que representaba a aquella prisión.

—Tú y Cliff—la mujer habló, estaba molesta—. Tuviste que recurrir a él para poder tener una ventaja, eso es algo estúpido.

—Eso mismo pensó mi padre—respondió Taddeo—, pero aun así aquí estamos.

La mujer elevó una de las manos contra el brujo, pero nada paso. Cliff sonrió con satisfacción.

—No creerá que dejaré mi cuerpo expuesto ante alguien como usted—el hombre se dirigió a Taddeo—. Eso es lo último que recibirás de mi parte, desde ahora no somos más que contrincantes. Pero debo agradecerte, ya que sin tu ayuda no hubiera llegado tan lejos—el brujo dio la espalda—por cierto, Taddeo, la puerta se cerrará como en dos minutos, si no sales pronto solo podrás abandonar esta realidad una vez la sometas.

Su figura se desdibujó en el aire, Taddeo solo sonrió y volvió la mirada a la mujer que tenía en frente a unos pasos. Estaba molesta y también irritada, eso podía sentirlo y eso lo estaba haciendo sentir muy bien.

—Kronita, madre que todo lo decide—habló el muchacho trayendo a su mano derecha el bastón y en su mano izquierda alzando un escudo—. Serás capaz de decidir tu propia derrota.

—Tuve suficiente de tus juegos, Taddeo—murmuró la mujer, ella abandonó la posición de combate y trajo a sus manos el telar del destino—deberás de ser borrado por tu insolencia—Taddeo solo se burló logrando que la mujer le dedicara una mirada.

—Me temo, madre, que ahora estamos en el mismo nivel y ya no puedes hacer algo en mi contra—Taddeo elevo las manos y ahora era él quien tenía el telar—. ¿Qué es lo que siempre sea dicho de ustedes, madre?

La expresión de la mujer había perdido fuerza.

—Así, que no pueden ser asesinados por alguien que no sea un dios—respondió el muchacho mientras soltaba el telar, dejando que cayera sobre la arena y el agua—qué pena para ti que ya no soy solo un mortal.

La expresión de disgusto se deformó hasta terminar en una de sorpresa.

—Es imposible. 

El de ojos Azules © #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora