Capítulo 2

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Lavanda y enebro en el aire


Despertó, de manera lenta abrió los ojos para darse cuenta que estaba en su habitación. Volvió a cerrar los ojos debido al malestar que presentaba en el cuerpo. Sus manos fueron a su pecho, no tiene la camisa puesta, ni un pantalón y al abrir un poco los ojos en dirección a la ventana puede ver sus calzoncillos.

Giró su cabeza hacia el lado derecho, se encontró un rostro cubierto por algo de cabello rizado, debajo vislumbro un rostro relajado, mismo que le dio la respuesta del porque no tenía ahora ropa puesta.

Los creativos retos con sus tíos involucraron cantidades abrumadoras de licor que, aunque no hacían el mismo efecto que en un cuerpo humano, anestesió sus sentidos.
Se sentó con cuidado mientras observaba la luz que intentaba ingresar por la ventana. Se tomó la tarea de recordar.

Había sido un gran recibimiento, la calidez de los abrazos, las palabras tan dulces y la variedad de comida despertaron ternura y nostalgia.

—Buenos días, primogénito—llevó los ojos hasta el emisor de las palabras.

—Buenos días, omega—sonrió observando como el cuerpo a su lado empezaba a tomar vida y se incorporaba, el joven apartó de su rostro el cabello—podrías tener la gentileza de explicarme porque estoy sin ropa—el joven lo observó con una mueca un tanto extraña.

— ¿Hacía mucho calor? —dijo llevando la mirada por la habitación.

—No juegues—el joven devolvió la mirada hacia Taddeo.

—Ja, ja, ja—su risa fue sincera y corta—no es obvio, primogénito—continuó mientras acortó la distancia que los separaba, depositó un beso casto sobre sus labios y separó su rostro solo un poco—tuvimos sexo—dijo alternando la vista entre sus labios y sus ojos.

Taddeo sonrió hacia un lado, devolvió el beso y se levantó de la cama.

—Así que aprovechaste que tenía la guardia baja—dijo mientras empezó a buscar su ropa.

—De hecho, el que aprovechó que estábamos solos y a oscuras fuiste tú—respondió imitando las acciones de su compañero.

—Así que fue yo quien se aprovechó de ti—bufó—suena a un mal chiste.

—Según me contaste, entre tu balbuceo—paró la búsqueda de las prendas para acercarse a su compañero—el año que estuviste fuera, fue un año de completa abstinencia—Taddeo se volteó encontrando al joven bastante cerca y aún desnudo—estabas excitado, te acercaste y me dijiste que teníamos que ir a un lugar un poco más privado, querías decirme algo parecía—Taddeo mantuvo su mirada en el hombre que es un par de centímetros más bajo, este llevó su mano a la de Taddeo y al tomarla la llevó hasta su cuello—estando allí solo me acorralaste, tomándome por el cuello—Taddeo apresó el cuello de su compañero y aplicó algo de fuerza—ya sabes como soy—sonrió—también me deje llevar—el joven apartó la mano de Taddeo y continuó reuniendo sus prendas.

—Al parecer si fuiste la caperuza en esta ocasión—escuchó una pequeña risa de su compañero. Se colocó los calzoncillos y una sudadera con la que se topó—. Lamento eso, Sergio—el aludido término de colocarse su pantalón.

— ¡Hombre, que no hay nada que disculpar! —dijo sonriente—fue una muy buena noche para mí—respondió con picardía—espero que cuando recuerdes puedas decir lo mismo—Sergio terminó de vestirse, tan solo le faltaba un zapato, pero Taddeo se acercó y buscó darle un beso que no fue rechazado.

—No recordaba—se apartó tan solo tres segundos—ahora lo hago, por partes—volvió a dar otro beso—y esas partes—otro beso más, un poco más intenso—me gustan mucho—dio un beso casto y pasó hacia el baño.

El de ojos Azules © #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora