Capítulo 25

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Lo que debimos ser.

La noche ya había llegado cuando el lobo y el vidente habían terminado. Descansaban sobre la alfombra de la oficina, con algunos papeles rodeándolos. Estaban uno al lado del otro, mirando al techo, desnudos y con su respiración ya controlada, intercambiándose miradas de vez en cuando.

—Debemos alistarnos—dijo Edwin, levantándose para sentarse—. Nos deben estar esperando.

Danny se levantó perezosamente, se acercó al lobo y lo besó.

—Tenemos que encontrarnos con Taddeo antes—dijo el vidente mientras se vestía con movimientos rápidos de manos—. No me pidas que te ayude a vestir, si estoy cerca de ti nuevamente—miró hacia la entrepierna de su compañero—. Bueno, llegaremos tarde.

Edwin soltó una carcajada, se puso en pie y buscó sus prendas. Danny, ayudado por sus dones, organizó la oficina y los documentos que estaban esparcidos por todas partes.

—Creo que ya quedó todo—dijo el vidente cuando el escritorio volvió a su habitual orden. Edwin se había acercado por detrás y, rodeándolo con sus brazos, lo apretó contra su cuerpo.

—En serio, te extrañé muchísimo, Danny—susurró Edwin contra el cabello del vidente—. Las muchas veces que soñé tenerte contra mí, sintiendo el calor, escuchando las historias que pudimos compartir y quizás las muchas aventuras que tuvimos en otra vida.

Sin embargo, en eso Edwin estaba equivocado. Ellos solo compartían un único momento. El vidente sabía que él había sido colocado por la diosa lunar para que se mantuviera en estas tierras y que, posteriormente, dejara un heredero. Edwin había sido destinado a la soledad, ya que jamás encontraría a quien pudiera llamar compañero. Pero eso cambió, Danny lo cambió.

—Tenemos tiempo que recuperar—respondió Danny tras el silencio de Edwin—. Nos queda mucho tiempo para hacer todo eso de lo que hablábamos en el lago en los tiempos de aquella guerra.

El lobo asintió, rompió el contacto con el vidente y permitió que él se acercara para darle otro beso. Nunca tendría suficiente de esos labios.

Saliendo de la alcaldía, se encontraron con Taddeo, quien tenía una entretenida charla con Lucas. Danny se detuvo un momento antes de acercarse; había pasado mucho tiempo desde que había visto el rostro de Lucas. Se había madurado, como todos, pero tenía algo diferente. Haberlos dejado juntos sería una de las pocas cosas buenas que reconocería haber hecho.

Tan pronto Lucas se percató de su presencia, que hacía tiempo no sentía. Al mirarlo como esa última vez, igual de joven, con ropa diferente a la que solía usar aquel Danny adolescente que recordaba, una extraña sensación se creó en su estómago, sus manos de pronto las sintió un poco más frías y su boca ahora se sentía pastosa.

—Parece que te has vuelto un costal de huesos, Lucas Skylar—fue Danny el primero en hablar.

Lucas solo pudo sonreír; luego se acercó y abrazó al vidente, quien también lo envolvió en sus brazos, trayendo consigo muchas memorias que había perdido en el horizonte de su cautiverio.

—Me da gusto verte nuevamente, Danny—dijo Lucas un poco después del primer contacto. Terminaron el abrazo y ambos tenían los ojos un poco húmedos.

—A mí me da gusto saber que sigues siendo tan encantador como siempre—el vidente llevó sus ojos a Taddeo; el muchacho tenía la mirada fija en el hombre frente a él, con una leve sonrisa en los labios y en la mirada resaltaba el cariño que caldeaba en su interior—. Espero que lo estés cuidando bien, Lucas. Te golpearé si sale lastimado por tu culpa.

El de ojos Azules © #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora