24. Algo nuevo

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⚠️ Este capítulo puede contener escenas explícitas. Se recomienda discreción ⚠️

Voy a correrme en cualquier momento.

Leyla lleva montándome hace una hora, se nota que está agotada, pero no quiere parar. Ambos contenemos nuestro orgasmo para poder disfrutar más, pero comenzaba a cansarnos. Mis brazos siguen pegados a la cama y ella no me suelta, usando su aferre para sostenerse y no perder el equilibrio con sus sentones infernales.

Su interior se siente más profundo con cada sentón, todo mi miembro está dentro de ella y se endurece con la escena tan excitante que es ver a Leyla encima mío. Sus pezones estaban tan duros que me hacían agua la boca de tan solo imaginarme chupándolos, pero sus pechos estaban distanciados de mí.

No lo tengo frente a mis ojos, pero sé y me imagino como su trasero se mueve y sus nalgas rebotan contra mis piernas en cada sentón de mierda que Leyla hace. Quiero tocarla tanto, azotarla y tornar su piel roja de los golpes, pero la maldita no me suelta.

— A-ay, Dios —gimió con la voz temblorosa— V-voy a orgasmar, p-profesor —sus uñas se enterraban en mi piel con el agarre tan fuerte que hacía, era obvio que ella no podía aguantar más.

Una capa fina de sudor cubre su cuerpo y la hace ver resplandeciente, tan linda para ser follada. Sus piernas mostraban poca estabilidad cuando se alzaba para dar los saltones, dejando en claro que se estaba cansando, y yo también, pero de no poder cojerla.

Sus brincos cada vez son más rápidos y me dan una sensación inmensa de que estoy a nada de correrme, pero me contengo para disfrutar. Todo esto se siente tan jodidamente bien, necesito llenar el interior de Leyla con mis corridas, pero apenas voy por la primera.

Verla de esta manera me está matando, quiero agarrarla y hacerla mía, follarla como un desquiciado, pero a la vez no quiero que se detenga. Me encanta demasiado ser montado por Leyla, sus movimientos son tan envolventes y deleitosos.

— Vas a hacerme correr si sigues —exclamé para provocarla a que acelere los sentones.

Leyla me miró con unos ojos cansados y me percaté de unas pequeñas gotas de sudor en su frente que humedecieron su flequillo, dándome una imagen hermosa de la chica.

— Hágalo usted, profesor —se dejó caer sobre mi cuerpo exhausta, librándome los brazos y chocando su respiración agitada con mi boca.

Una sonrisa satisfecha se escapó de mis labios y mis manos apegaron el cuerpo de Leyla sobre el mío para alzar su cadera y apoyar mis pies en la cama, así comenzar a penetrarla como llevaba deseando hace media hora.

Su rostro se escondió en mi hombro cuando me puse a embestir bestialmente su vagina, desquitando las ganas enormes que traía de correrme y perdiéndome en el deseo. Sus gemidos de agonía eran callados con una mordida en mi piel que probablemente deje marca, y mis manos se encargaban de marcar sus nalgas como lo tenía planeado hace rato.

La sensación del cuerpo de Leyla retorciéndose sobre el mío era tan placentero. Saber que ella se ponía de esta forma gracias a mí me aumentaba el orgullo y me daba ganas de hacerla sentir el doble de bien, razón por la cual mis penetradas se volvieron golpes que resonaron en toda la habitación.

— ¡P-profesor, no p-puedo más! —gritó clavando sus uñas en mi piel por tercera vez haciéndome reír.

— ¿Cómo puedes ser tan llorona? No aguantas una mierda.

Abracé su cintura con mis brazos apegando nuestros abdómenes para profundizar las embestidas, pero en eso su interior se apretó súbitamente y me hizo jadear al sentir un orgasmo casi infinito que enchastró todo mi pantalón.

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