12. Un secreto íntimo

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⚠️ Este capítulo puede contener escenas explícitas. Se recomienda discreción ⚠️

— ¿Estás loca? Estamos en la escuela y debo dar clases.

— Nadie nos ve y hay un profesor vigilando a mis compañeros. Es el mejor momento para tener sexo —su agarre a mi cintura no se soltaba, de hecho sentía que me sujetaba con fuerza intentando contener un impulso.

Subí mis manos por sus brazos por lo que el profesor miró exaltado, pero yo sólo lo acariciaba para calmarlo y a la vez provocarlo.

— ¿No era que pensó en mí cuando se masturbó? —su expresión volvió a mostrar sorpresa, él estaba avergonzado de admitirlo— Puede sentirme esta vez, no es necesario que lo haga solo.

— Leyla, esto está mal.

— No veo nada de malo con que me folle un poco —deslicé mis manos a sus hombros y pegué nuestros pechos, era milagro que nuestros labios no rocen.

Ambos mirábamos la boca del otro, deseando comerla y devorarla, yo lo haría, pero no quiero ser rechazada por él. El profesor puede volverse un amargado en cuestión de segundos y eso me metería en problemas.

— Será sospechoso si tardamos mucho —dijo preocupado.

— Entonces haga lo posible para correrse de inmediato —él tragó saliva y su pecho comenzó a moverse con aceleración, los nervios lo hacían agitar y a mí también— Tóqueme como quiera, profesor.

— ¿Como yo quiera? —su tono de voz se mostraba interesado, ya persuadido por mis súplicas.

— Como usted quiera.

Su mano izquierda bajó por mi cintura, alcanzó mi pierna y la metió bajo mi falda, tocando mi trasero. Me alertó que el profesor vaya directamente a esa zona, pero se notaba que él buscaba conseguir algo que yo no entendía.

Lo dejo hacer lo suyo. Su mano manosea mi nalga con suavidad apretujándola un poco, llegando a hacer masajes, y al rato su otra mano copia los movimientos en mi otra nalga. Me toca el trasero experimentando algo, trata de convencerse a sí mismo sobre si deberíamos hacerlo o no, pero yo ya estoy excitada y sus toques me mojan las bragas.

Me apoya con delicadeza en los estantes y nuestras pelvis chocan, siento la hebilla de su cinturón en mi entrepierna. Sostengo su rostro y pego labios desesperada. Nunca nos habíamos besado antes, y me arrepiento tanto por eso.

El beso se volvió húmedo en poco tiempo, nuestros labios danzan lascivamente y su lengua juega en mi interior. La lujuria nos carcome y el beso se intensifica, sus labios se mueven con rapidez sobre los míos y sus manos masajean con fuerza mis nalgas, probablemente dejándolas marcadas.

Abrazo el cuello del profesor para más cercanía y la intensidad del beso nos hace agitar. Su mano izquierda detiene el manoseo y la acerca a mi entrepierna, comenzando a acariciarme por encima de las bragas. Su yema recorre la zona en círculos, haciéndome cosquillas y empeorando la humedad.

Adentra su mano y sus dedos juegan con mis labios, el flujo comienza a salir y dejar una sensación viscosa al tocarme, cosa que pareció provocar más al profesor por cómo empezó a estimularme. Unos jadeos escapaban de mi boca, pero el señor Kelly los callaba con el beso interminable.

— Abre las piernas —ordenó sin apartar sus labios de los míos, y por supuesto que hice caso.

Separé mis piernas no tan cómoda de estar parada y el profesor rodeó mi entrada con delicadeza para desesperarme. Su otra mano suelta mi trasero y me agarra la pierna por debajo de la rodilla, la alza rápidamente haciendo que jadee de la sorpresa, en el momento que sus dedos se metieron y yo tuve que terminar el beso.

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