33. Ya era hora

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⚠️ Este capítulo puede contener escenas explícitas. Se recomienda discreción ⚠️

Todo el viaje hacia mi casa fue una tortura en silencio. Leyla y yo estábamos muriendo por cojer de una vez, no lo hacíamos hace más de un mes y nuestro mayor encuentro desde entonces fue ese beso en la sala de profesores.

Apenas llegamos a mi casa y abrí la puerta Leyla se me abalanzó encima con un beso que me quitó el aliento de inmediato. Sus manos tocaban desesperadamente mi cuerpo y su lengua exploraba el interior de mi boca, provocando todos mis sentidos con lujuria.

Mi lengua presionaba contra la suya, estábamos poniendo todas nuestras energías en el beso y no nos dejaba respirar, pero no pensábamos separarnos por eso. La falta de aire nos hacía jadear y entrar en calor, por lo que la ropa se volvió una molestia.

El cuerpo de Leyla empujaba el mío mediante el beso, obligándome a avanzar hacia mi habitación, a lo que cuidando nuestros pasos con los escalones subimos la escalera y llegamos a mi habitación. 

Ella me empujó hacia la cama dejándome sentado y comenzó a desnudarse por lo que no me quedé atrás y me apresuré en quitarme el traje. Leyla se subió a mi regazo y me sujetó el rostro para volver a besarme con una intensidad mayor que la anterior.

Sus suspiros pasaban por mis labios y mi respiración se mezclaba con la suya, haciendo sonidos similares a un gemido mientras su lengua exploraba mi cavidad bucal, formando una erección que sintió bajo su entrepierna.

Pronto el beso se volvió uno agresivo y Leyla empezó unos movimientos lentos tallando la forma de mi pene con sus labios vaginales empapados en flujo.

Alcanzo un condón de mi mesa de luz y me lo coloco para adentrar mi miembro en Leyla con cuidado de no lastimarla por la poca dilatación que ella tenía, pero sentirla tan apretada me hizo jadear de la sorpresa.

— Mierda —murmuré sosteniendo su cintura y ella me miró— ¿Por qué tan apretada? —me reí mirándola a los ojos notando sus mejillas coloradas.

Arrimé a Leyla más cerca de mi cuerpo apretando sus pechos contra mi torso y comencé a mover su cadera hacia adelante y atrás sintiendo como mi pene empezaba a palpitar. Su interior estaba demasiado estrecho y apenas podía haber movimiento, algo un poco doloroso para Leyla, pero bastante excitante para mí.

Mediante pasaban los segundos su vagina se iba acostumbrando a mi tamaño y me permitía mover a Leyla a mi merced, como si me masturbara yo mismo con su cuerpo. Sus suspiros y gemidos me provocaban a ser más violento, pero quería dejar la fuerza bruta para el final.

Leyla se sostuvo de mis hombros y colaboró al menear sensualmente sus caderas, consiguiendo suspiros de mi parte que demostraban lo bien que se sentía.

— Muévete más rápido —ordené manteniendo el contacto visual que la ponía tan nerviosa, y sin decir nada me hizo caso.

Sus caderas comenzaron a menear con mejor precisión y su interior se ajustó lentamente a mi miembro, dejando que pueda meterlo hasta el fondo. 

Ambos gemimos al sentir mi cabeza chocar con la zona más profunda de Leyla. Mis caderas fueron moviéndose al ritmo de las de ella, consiguiendo una buena penetrada que en poco tiempo hizo rechinar la cama contra el suelo.

Leyla empezó a dar brincos inesperados que me embelesaba la vista con su cuerpo. Sus manos se mantenían aferradas a mis hombros sabiendo que si me soltaba perdería el equilibrio, sus rodillas hacían fuerza al empujar en el colchón para conseguir brincos más profundos y sus pechos rebotaban de una manera que hipnotizaba.

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