31. Siempre lo mismo

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⚠️ Este capítulo puede contener escenas explícitas. Se recomienda discreción ⚠️

Luego de darle una remera que podría parecerle cómoda a Leyla terminé con el asunto de la cocina, ya que ella se encargó de poner la mesa por la flojera que le daba cocinar. Su blusa ya se estaba lavando y ahora ambos disfrutábamos del "almuerzo" a las tres de la tarde.

— No manches mi remera —le advertí viendo como comía tan rápido.

— No se preocupe. Estará intacta —su respuesta no me convenció al verla hablar con la boca repleta de salsa, pero lo dejé pasar para no amargar la comida.

Ver a Leyla con mi remera mientras come me genera terror, no lo voy a negar, pero quitando eso, mi remera le queda hermosa. Por supuesto que no le queda a la perfección ya que mi talle es mayor que el suyo, pero ella dijo que se le hacía más cómodo tener ropa suelta, sobre todo mientras come.

Es cosa de novios que ella use mi remera. Eso me hace querer patalear de la emoción como un niñito por debajo de la mesa, pero debo verme serio.

— Por cierto —rompió el silencio y yo la miré— Le debía el dinero que me prestó para la máquina expendedora —alcé mi ceja.

— ¿Qué dinero?

— ¿No recuerda? Le pedí unos billetes para comprarle unos dulces a una amiga, fue antes del doce —asentí al recordar, y luego continué comiendo con la mirada en mi plato.

— No es necesario que me lo devuelvas.

— ¿Cómo que no? —preguntó sorprendida— Usted me dijo que lo haga, pero falté el viernes por lo de mi mamá.

— Está bien, no me des nada. Fue un regalo.

— Ahora me estresó, le traje el dinero y todo —la miré y suspiré.

— Bien, puedes devolvérmelo.

Ella sonrió y se levantó de la mesa para ir hacia la sala de estar rápidamente, así tomar su bolso que estaba en el sofá y sacar algo de allí, que noté que era el dinero.

Que tipa terca.

— Tenga —dijo al estar frente a mí y me lo entregó con una sonrisa.

— Gracias —respondí en un suspiro al no poder creer lo difícil que era hacer entender a Leyla y tomé el dinero.

— ¿Qué quiere hacer luego de comer? —tomó asiento—¿Ver una película?

— Yo debo trabajar.

Al ver que su sonrisa desapareció en un segundo me alarmé y pensé en lo que acababa de decir, entendiendo que Leyla quería pasar la tarde conmigo.

— Lo lamento, pero faltar a mi trabajo no significa que me quedo sin hacer nada en casa —defendí mis anteriores palabras evitando que ella se enfurezca— Tú puedes ver películas si quieres.

— No es lo mismo.

— De todas formas nunca podemos ver algo juntos porque no compartimos gustos.

— El intento es divertido —refunfuñó mirando su comida para ponerse a enroscar los fideos, pero sin ingerirlos.

— ¿Vas a enojarte? —pregunté imaginando la escena que se venía.

— Pues... es molesto que usted me ilusione diciendo que puedo quedarme hasta tarde, pero luego resulta que mientras tanto usted trabajará —mis cejas se levantaron de la sorpresa que fue no oír una queja inmadura por parte de Leyla.

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