28. Hace bien desahogarse

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⚠️ Este capítulo puede contener escenas explícitas. Se recomienda discreción ⚠️

— ¿La pasaste bien, linda? —preguntó mi papá cerrando la puerta— Te noté cansada en todo el día.

— La escuela me agota bastante, pero estoy bien —lo miré y mostré una pequeña sonrisa— La pasé genial.

Él suspiró y tomó cercanía conmigo para darme un cálido abrazo que hizo lagrimear mis ojos, aunque me limpié en un instante.

— Te amo, hija. Gracias por acompañarme en este día tan difícil.

— Yo ta... —maldije internamente al oír mi voz temblorosa— Yo también te amo —mi papá soltó una pequeña risa.

— Buenas noches —se despidió con un beso en la mejilla al igual que yo para dirigirse a su habitación, pero yo me quedé parada en el medio de la sala de estar.

En eso mi celular suena, quitándome de mi hipnosis rara que me hacía mirar fijamente la puerta de mi casa, y revisé el mensaje que me había llegado.

Profesor Kelly:
Ya estoy en casa, puedes venir.

Suspiré del alivio ante la notificación y salí de mi casa en silencio para no llamar la atención de mi papá. Esta tarde le dije al profesor Kelly que necesitaba hablar con él, que no me sentía bien. Comprendió de inmediato y propuso de vernos en su casa. Le dije que recién podría verlo en la noche, ya que tenía que pasar todo el día con mi papá (aunque eso no lo mencioné)

Me tomé todo el tiempo del mundo para llegar a la casa de Kelly. No tenía energías para avanzar el paso, en realidad, no tenía energías para nada. Este día fue devastador y haber estado muriendo internamente por tanto tiempo no dejó buenas consecuencias.

Tomé lugar frente la puerta elegante del profesor y di unos golpes débiles que lo hicieron abrir en un segundo, haciéndome creer que esperaba mi llegada hace rato.

— Leyla —dijo mostrándose algo sorprendido— ¿Qué te pasó? —fruncí el ceño.

— ¿Por qué lo pregunta?

— Te ves pálida y... cansada. ¿Estás bien?

Mis ojos se pusieron cristalinos y mi labio inferior comenzó a temblar. Sentía toda la angustia crecer por mi cuello hasta obligarme a romper en llanto, casi inundando la entrada de la casa. El profesor se sorprendió aún más y me tomó de la mano para hacerme entrar a su hogar de un tirón, así cerró la puerta dándonos privacidad.

— ¿Qué sucede? ¿Por qué lloras? —preguntó con una preocupación que empeoró mi sensibilidad al sentir que por fin podía hablar con alguien.

— E-extraño a mi m-mamá.

El rostro del profesor dio un cambio extremo. Se dio cuenta de mi situación en un segundo y me relajó con un abrazo enorme que me reconfortó de inmediato.

Mis brazos se aferraron al torso del profesor como si mi vida dependiera de soltarlo, y él correspondía de la misma forma, dando una sensación cálida en mi cuerpo.

Su mano izquierda tomó lugar en mi cabello y llevó una caricia que pronto calmaría mi respiración. Mis lágrimas humedecieron su remera y mis sollozos eran silenciados en su pecho confortable, era como abrazar a un oso de peluche enorme. Me sentía tan cómoda con esta cercanía, pero el dolor interno que me hacía llorar como una desquiciada no me dejaba tranquila.

El profesor se tomó su tiempo para calmarme con las caricias suaves, pareciendo que si fuera por él se quedaría la noche entera de pie con tal de consolarme con su abrazo.

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