15. Tal vez es un comienzo

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⚠️ Este capítulo puede contener escenas explícitas. Se recomienda discreción ⚠️

El profesor no supo reaccionar. Le impactaba que yo le pidiera eso. Puede que incluso no lo haga, pero de todas maneras no se detenía con las penetradas.

Yo me aferraba a su rostro y no paraba de gemir, clavando mis últimos tres dedos en su cuello y los primeros dos en sus mejillas. Intenté mirarlo a los ojos, pero era imposible no voltearlos con tanto placer que sentía. En cambio él sí me miraba, y no quitaba su vista de mí.

De repente el profesor se quitó de encima mío y quedó con sus rodillas en la cama, facilitando las embestidas por el agarre a mis piernas. Su grosor era cada vez más grande por culpa de la sangre que bombeaba con tanta intensidad y empujaba duramente en mi vagina, llegando a lo profundo y haciendo rebalsar la cantidad de líquidos que se habían mezclado allí.

No podía aguantar más, necesitaba correrme. El cosquilleo en mi vientre me estaba matando y no podía contenerlo por más tiempo. Y justo cuando pensaba en eso, orgasmé.

Todo mi orgasmo fue contenido por su miembro, que no permitía que salga nada. El profesor dejó salir un gemido de la satisfacción que fue sentir que me haya corrido en él, y mis mejillas estaban más que rojas. Le acabo de decir que me insulte y no lo hizo, me siento una idiota.

El señor Kelly se apartó de mí y me puso boca abajo alertándome, pero también dándome a entender que habría una tercera ronda. Abrió mis piernas apoyando mis rodillas en la cama por lo que también apoyé mis manos, adaptando la posición del perrito.

La cabeza de su pene se movió sobre mi vagina, frotando mi clítoris y luego rodeando mi entrada, haciéndome creer que iba a ser lento para meterse en mí, pero no, el profesor adentró su miembro de una estocada que casi me causa un tercer orgasmo inmediato. Me agarró de la nuca, me hizo acostar el pecho en la cama, y así empezó sus penetradas.

Ahora él se volvió un desquiciado y entraba con la fuerza de mil caballos, para luego salir y volver a meterse con la misma estocada del inicio. Repitió esos movimientos por minutos, sacando gemidos de sufrimiento y placer de mi boca. Su pene estaba tan hinchado que ni siquiera entraba en mi vagina completamente dilatada.

Cada vez me daba más duro, golpeándome con su miembro y estimulándome simultáneamente. Mis piernas temblaron del descontrol y ya no podía seguir con la posición, no estaba preparada para otra ronda así de rápido.

— P-profesor, espere —jadeé tomando aire— N-no p-puedo seguir.

— No mariconees —fue lo único que respondió, y sus embestidas se volvieron el doble de bestiales, casi desgarrando mi garganta de los gemidos que pegué.

— ¡C-carajo, p-profesor! —mis uñas ya estaban por atravesar el colchón.

El profesor gemía en cada golpe que me rendía. Me hacía hundir el rostro en la almohada y mi única manera de respirar era por la boca, algo complicado por los gemidos que me quitaban aire.

La violencia del profesor en sus penetradas me encantaba, me hacían retorcer del placer e incluso si no podía soportarlo, se sentía increíble. El ruido de los golpes acompañado de mis gritos resonaba en la habitación, mi espalda estaba totalmente arqueada y mi trasero rebotaba en cada embestida que el señor Kelly me hacía, imagen que parece provocarlo.

— Dices que no puedes seguir, pero tampoco te apartas —enredó sus dedos en mi cabello y jaló de él, permitiéndome respirar— Deja de ser una llorona y di que te gusta —su forma de tirar de mi cabello era más fuerte si no contestaba.

— ¡S-sí, m-me gusta! —él se rio y volvió a hundir mi rostro en la almohada, y de alguna manera consiguió empeorar la brutalidad de sus penetradas.

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